Introducción de Ana Franzen, def. DDHH
Choluteca.-Parecía una noche tranquila, me sentía cansada por el ajetreo propio de mi trabajo, había sido un día caliente, de hecho tenía la intensión de acostarme temprano, pero después de cenar me sentí inquieta sin imaginarme la desgracia de esa oscura y fatal noche.
Eran como las nueve y media, intenté dormirme y en esa lucha con Morfeo el sonido y las luces del televisor se alejaban cada vez más, de pronto el sonido inesperado de mi teléfono me hizo dar un sobresalto, e inmediatamente lo cogí, como si esperara la llamada, acción que sorprendió a mi esposo, que hacia al lado mío y me preguntó con curiosidad sin obtener respuesta alguna, quien me llamaba a esa hora.
Como no le respondí, siguió insistiendo, pero entre más se alargaba mi escueta conversación más curiosidad sentía él, especialmente cuando un grito se me escapó para romper el silencio que de un torrente de lágrimas se escaparon de mis ojos después de escuchar la trágica noticia, que a pesar de la certeza que me dieron, yo me resistía a creerlo.
Por milésimas de segundo rogué a Dios que no fuera cierto, solté el teléfono y solo logré decir: ¡mataron a Motiño!
Al otro lado del teléfono estaba una periodista que con voz tímida y pausada, primero se aseguró de confirmar que Motiño era mi amigo y con cierto temor me dijo que ella no lo conocía bien, pero que en su camisa estaba su apellido, que sí lo había visto ese día, como para confirmar sí se trataba de la misma persona, al tiempo que me informaba que lo habían acribillado sobre la carretera hacia Marcovia. La noticia me caía como agua caliente, era pesada, malvada, y olía a dolor; en fin era demasiado para ser verdad, sencillamente porque él temía eso, había pedido ayuda, los había denunciado, ya lo habían intentado antes y no se hizo nada, “era la crónica de una muerte anunciada”.
Un sentimiento de impotencia me ahogó, sentí más tarde rabia y deseos de que se tratara de una gigantesca confusión, rápidamente pensé en todas las cosas que debí hacer hecho como amiga, compañera y confidente y que no hice, fue imposible no sentir remordimiento y de cierto modo sentí hasta culpa por las veces que pude apoyarlo y de pronto sin darme cuenta no lo hice y dentro de esto fue darle seguimiento a su denuncia cuando intentaron asesinarlo la primera vez, un año atrás exactamente.
Al soltar el teléfono me desplomé sobre la orilla de mi cama, mi marido corrió y me abrazó con fuerza para consolarme, sabía que eso dolía, la palidez de su rostro se acentúo a pesar de un nudo en la garganta logré escuchar cuando dijo “se lo echaron esos hdp”, me pidió que me recostara y tratara de tranquilizarme para que no me hiciera daño, que él iría a investigar y que me llamaría, por supuesto mi deseo era acompañarlo, pero no me lo permitió. Los minutos se hicieron eternos, empecé a buscar los contactos de mis compañeros y de la gente de ACI-PARTICIPA PARA informar, pero solo ellos y Oxi me contestaron, en ambos casos también se resistían a creer y lo primero que expresaron fue la más grande y mejor de las maldiciones contra sus asesinos, pero no valía de nada, Motiño ya estaba muerto.
Motiño, así le decíamos cariñosamente, pero su nombre de pila era Héctor Orlando Martínez Motiño, un economista formado en la empresa privada, pero que con su integración desde el proceso de socialización y creación del CURLP se dedicó a la investigación y docencia. De carácter alegre, bromista, los compañeros lo etiquetamos como mentiroso, pero siempre se justificaba diciendo que lo hacía para despistar al enemigo ya que no podía contar todo lo que sabía y hacía porque habían demasiados sapos en la Universidad, probablemente nunca interpretamos su habilidad e inventiva para resolver problemas, lo cierto que todo esto contrastaba con su apariencia ruda, de hombre duro e invencible, no solo por grandote, sino porque en el fondo era un ser humano muy sensible y lo demostró en los últimos años de su vida, especialmente cuando le tocó liderar una gran batalla para defender a sus compañeros de trabajo, desde el más humilde de los vigilantes hasta el más arrogante de sus compañeros docentes.
Han transcurrido ciento setenta días hasta la fecha, sin que los autores intelectuales sean apresados, disfrutando de por ahora, de una libertad parcial bajo el patrocinio de una indiferencia institucionalizada y cómplice que simula investigar bajo una descarada táctica dilatoria que solo contribuye a generar más frustración en la comunidad universitaria docente y el pueblo hondureño en general, deseosos que la impunidad termine y con la ayuda de Dios desenmascarar a los verdaderos culpables.
Han cambiado muchas cosas, él ya no está, en la sala de maestros ya no lo esperan, tampoco en la plataforma, ya no me lo encuentro cuando termino mi jornada como siempre, ya no hay quien nos defienda, sabemos que no vendrá y aunque asesinaron su cuerpo con la misma saña con la que actúa el crimen organizado, jamás podrán borrar su nombre ni su memoria, no porque ya no esté, sino porque sí antes les quito el sueño, ahora les regala seguras pesadillas que tal vez las escondan, pero ahí estarán con ellos.
Además, los muchachos se encargaron de inmortalizar su nombre al bautizar uno de los pasillos de ingreso al campus como “Plaza Motiño”, un hecho sencillo, pero moral y simbólico que testimonia, sin duda, un acto de rebeldía de parte de los estudiantes contra los que persiguieron sin tregua al profesor y amigo incondicional.
Motiño, se convirtió en sindicalista a solicitud de los compañeros de trabajo del CURLP, quienes logramos ver en él las cualidades de liderazgo y compromiso, casi simultáneamente se inició como defensor de derechos humanos, su ascenso a la presidencia del sindicato fue un evento circunstancial en el que él no había aspirado porque era del criterio que se debía dar oportunidades a otros compañeros, sin embargo su posición de vicepresidente lo obligo a asumir inmediatamente después de que renunciara el titular por cobardía.
Nadie se imaginaba la entrega, la responsabilidad y la abnegación con la que Motiño se desempeñaría como líder sindical, porque no conocíamos esa etapa en su vida, de hecho, ni él mismo creo yo, poco a poco se fue ilustrando con los recursos legales disponibles y las circunstancias que como tal se le iban poniendo enfrente al punto que ya parecía abogado defendiendo a capa y espada a sus compañeros sometidos casi todos los días a audiencias de descargo, llamados de atención que parecían entretenidas para algunos, pero que crearon un clima hostil y asfixiante, así fue creciendo hasta ganarse el respeto y reconocimiento, el odio y la simpatía de todos.
La muerte de Motiño es el último paso de la vida, creo que al final sabidos de que todos nacemos para morir nos dolió más como lo mataron, eso es muy difícil aceptarlo, especialmente cuando se trata de un amigo muy cercano. La vida no siempre nos muestra su mejor lado, pero son esos momentos los que nos hacen fuertes, aquellos que debemos superar para empezar a ver la vida de otra forma. Fue duro y ha sido más duro acostumbrarse a su ausencia, todavía hay lágrimas en nuestros ojos, pero cada 17 de mes le pido a este amigo que siga ayudando desde donde esté a que haya justicia aquí en la tierra.
Es tan poco creíble pensar que ya no estás entre nosotros. Particularmente no puedo asimilar tu ausencia desde la noche del 17 de junio, es muy fuerte no solo para mí, sino para los compañeros de trabajo, aceptar que una persona con tantos sueños y metas haya dejado esta vida terrenal. Ahora eres luz en el universo y sé que sabrás llegar a nosotros a través de tus tantas ocurrencias de siempre.
Sé que nos volveremos a encontrar y ya no te volverás a adelantar. Después de tantos años de amistad te nos fuiste repentinamente, aunque nos avisaste nos diste indicios de todo, y a pesar de tu valentía nosotros no hemos podido imitar tu ejemplo. Nos protegiste y nosotros no hicimos nada para evitar que asesinaran, por esta y otras que no contamos “LO SIENTO”. Es fuerte tener que aceptar que dejamos de contar con tu presencia. Pero ten por seguro que siempre contaremos con el grato recuerdo de haberte conocido y de que hayas hecho en nuestras vidas, muchos momentos felices a tu lado. Te extrañaremos por siempre.
HASTA PRONTO AMIGO …
Héctor Orlando Martínez Mortiño, quien era catedrático y presidente del sindicato del Centro Universitario del Litoral Pacífico de la UNAH (CURLP) fue asesinado de 12 impactos de bala, la noche del 17 de junio pasado en el sur de Honduras.
El hecho criminal se produjo a las 9:00 de la noche en la comunidad Piedra Parada, en el municipio de Marcovia, Choluteca, mientras la víctima se conducía en su vehículo rumbo a su casa, luego de impartir clases en el centro universitario. Testigos revelaron que el asesinato fue cometido por dos sujetos que se conducían a bordo de una motocicleta.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas