Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
Rusia y China sin duda incidieron de distintas formas. Por supuesto, las grandes corporaciones transnacionales influyeron con sus aportes de campaña, aunque esa clase de contribución tiene allá límites definidos. Pero al final del día fue una mayoría de casi ocho millones de electores, la que prevaleció para escoger a J. R. Biden – en vez de D.J.Trump- como Presidente de EUA, los cuales aunque recién han perdido prestigio ejercen aun una poderosa influencia alrededor del globo y una hegemonía en nuestra región. El nuevo gobierno de Biden tendrá mucho que ver con lo que va a ocurrir aquí en estas Honduras en los próximos cuatro años. Quieran o no Ud. Señor, Mel y Manuel A
Justo porque no creo en su proclamada defensa de los derechos humanos y democráticos no quiero caer tampoco en el ridículo pitiyanqui de pedirle a Biden que venga a resolver nuestros problemas. Porque no van a venir. (Prefieren llevarse los peores a Nueva York. Nos dominan pero evaden toda responsabilidad tutorial, de modo que no creen que le toque a su gobierno ponernos una Comisión que funja como judicatura.) Y porque da vergüenza –siendo patriota- que quieran que el extranjero venga a hacer lo que al final nos toca y vamos a tener que hacer nosotros. Terminar el mal gobierno. Se vale y conviene preguntarse ¿Qué va a pasar?
Trump ya es historia, aquello sobre lo cual ya no se puede hacer nada, más que reflexionar. (¿Echa al Secretario Barr para evitar que cuestione su inminente perdón ejecutivo a la familia o por despedirlo en su reality show?) Va a querer seguir jugando y haciendo berrinches hasta el último minuto. Aunque nadie engaña a la historia y él como actor, ya no cuenta. Trump en vez de su causa fue el producto del malestar profundo que lo eligió en forma indirecta, un producto del imperialismo gringo que -desde los ochentas- entró en una curva de degradación. Y la cuerda del instinto político que tocó Trump esta y seguirá ahí tensado.
Para los estadounidenses, el impacto del cambio de gobierno es integral y todo abarcador. Habrá nueva política de seguridad ciudadana. Y política económica nueva, frente a la inminente depresión aunque aun no logran un consenso los legisladores sobre los alivios. Para la transición Mr. Biden ha reclutado a la gente del establishment, la misma de antes, que la regó desde los ochentas con una ideología retardataria. Y la gente es la política, así que no hay que esperar mucha imaginación, menos aun una visión luminosa.
Biden va a determinar que pasa al fin con los servicios de salud que pueden permanecer como están en el Obamacare (al que intentó destruir Trump) o progresar a un servicio universal, como quieren los progresistas, lo cual juran combatir los intereses creados. Y, mientras surte efecto la vacuna de 70% de la gente, 2022, deberá emitir medidas de emergencia para contener contagio.
Siendo muy ricos, los EUA tienen una tasa de contagio del covid-19 a la par de las peores del mundo, y tienen saturado su servicio de salud cuando están por llegar al pico de la nueva ola y han muerto más de 300 mil. En EUA cada día hay más personas sin hogar, de modo que los desalojados ya son un problema de mal aspecto, que da pena y mala conciencia. Hay diez millones de personas en pobreza extrema, con apuros para comer. Y cada día se incrementan los hurtos -registrados por las cámaras de vigilancia- en los supermercados, en donde hay gente que intenta sustraer cosas esenciales, pan, leche de fórmula para infantes. Esa situación nos va a afectar a nosotros también al final.
En materia de relaciones exteriores, sin poder obviar la contradicción con -por ejemplo- China y México, es de suponer que Mr. Biden desactivará la tensión, impulsando una diplomacia profesional. Deberá resolver asperezas gratuitas con Rusia pero defender a Georgia y a Ucrania. Debería fortalecer la Alianza del Atlántico Norte y es casi seguro que refrendará los Acuerdos de Paris sobre medio ambiente. Decidirá como avanza el conflicto con Irán, el mas delicado hoy en el Medio Oriente, mayormente por las provocaciones. Y volteará a ver con más profundidad hacia América Latina, y hacia Centroamérica, origen de su problema migratorio más apremiante.
A Trump menos. A Estados Unidos en general, le interesa poco Centroamérica y casi nada las letrinas como Honduras. Históricamente EUA ha buscado ahí, a) controlar la migración aunque le proporciona mano de obra barata, b) detener el contrabando de drogas, frenando la oferta porque les resulta mas caro combatir la distribución y controlar el consumo, c) asegurar el acceso a materias primas preciosas, cada vez menos el petróleo y más una serie de metales preciosos y minerales (aun no el agua) estratégicos y d) ensanchar el consumo de sus franquicias, patentes y excedentes de granos, carnes, lácteos y fármacos, agroquímicos y armas. Para eso les conviene tener en el área, gobiernos estables, sin sobresaltos, economías sanas, y sostenibles, y sociedades funcionales.
Fracasó en eso palmariamente Trump, que más bien ha despertado una convulsión continental. Puntualicemos el fracaso. Pudo haber detenido las caravanas con sus extorsiones y crímenes contra la infancia, pero Trump no levantó el muro, no extirpó a DACA, ni canceló el TPS. Su prepotencia unilateral solo cosechó el ridículo con Guaidó y la ultima expedición de mercenarios para matar a Maduro, igual que con su conspiración en Nicaragua. En Bolivia y Argentina los electores revirtieron los regímenes que usó Trump para enfriar aquella primavera latinoamericana moderada, que hoy se reanima con la elección en México y se calienta con el bochinche en Chile y Ecuador, en Perú y Costa Rica, que amagan a la vieja hegemonía. Vio fracasar los experimentos que fueron CICIG y MACCIH. Y escéptico de la Fiscalía -que también le pisa a él los talones- tuvo que aguantarse a sus h.d.p. pese a toda evidencia y liberar a Cienfuegos, que no fue el fin de la indignación mexicana. De modo que -al final- los gananciosos han sido más bien los chinos que avanzaron quedito en todo.
¿Pudiera mejorar el panorama, de ahora en adelante? Tengo la impresión (ojala no sea wishful thinking) de que tocamos fondo y Biden ha aprendido de sus propios fracasos en Centroamérica y Colombia. Que es menos ingenuo que el de 2009 a 2016 y mas comprensivo de la complejidad regional. Y que en el campo latinoamericano, aunque tampoco son los iluminados, la gente que lo esta aconsejando hoy día es mas objetiva y aprovechada, más práctica.
No son ya ideólogos como J. Bolton, Elliott A. o Marco Rubio, ni halcones como al principio J. Kelly. Y entienden mejor la realidad, aunque superficialmente. Dan Restrepo y Dan Erickson están claros con respecto a lo que ha venido sucediendo en Honduras por ejemplo. Igual que Norma Torres, que conoce aun mejor el caso de Guatemala y el joven Ricardo Zúñiga, de origen hondureño, que entiende la política latinoamericana más allá de la visión de la gusanera. Bien asesorados, los congresistas demócratas Jan Schakowsky y Chuy García, entienden el trasfondo del problema y la necesidad de abordar las raíces profundas de la problemática tendrá una influencia que no tuvieron antes.
No tardara mucho en ponerla a prueba la realidad ineludible pero mejorará la política estadounidense en la región que tome en cuenta las nuevas propuestas y que genere un multilateralismo más creíble que el de la OEA hoy. Se avizora la más pronta salida del cobarde Almagro, y ojala una apertura a la búsqueda y el ensayo de nuevas avenidas de desarrollo puesto que están agotadas por no decir terminalmente fracasadas las de antes.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
Un comentario
Pobre hombre va a tener un infarto y el «meltdown» del siglo en Enero 6, 2021.