La base social del gobierno

La base social del gobierno y la base social de LIBRE

Por:  Manuel Torres Calderón

No es asunto de poca monta diferenciar entre una y otra, de hecho es complejo y entenderlo puede marcar una diferencia sustancial en el rumbo y resultado del gobierno que recién toma posesión con la Presidenta Xiomara Castro Sarmiento a la cabeza.

El inicio para la reflexión es claro: la militancia y simpatizantes de LIBRE integran la base social del gobierno, pero no toda la base social del gobierno integra LIBRE. Sin embargo, tampoco se trata de clasificar dos bloques diametralmente diferentes, como agua y aceite.

Adentrémonos en el debate. Lo primero a considerar son los resultados electorales, así, en plural porque cada nivel electivo arrojó datos distintos.
Un total de 5.1 millones de votantes fueron convocados el 28 de noviembre de 2021 para seleccionar, en tres papeletas separadas, al presidente (a) de la República y sus tres designados (vice presidentes), 128 diputados propietarios, más sus respectivos suplentes, del Congreso Nacional y las 298 corporaciones municipales (alcaldes y regidores).

De los electores habilitados, acudieron a las urnas 3.5 millones, lo que equivale a una tasa de participación de 68.5%, la segunda más alta que se registra desde el retorno al orden constitucional en 1982. Ese es un dato clave. La masiva concurrencia fue decisiva para que Castro Sarmiento obtuviera 1,7 millones y se impusiera a cualquier fraude montado por sus rivales.

Respecto a la conformación del Congreso Nacional el Partido LIBRE obtuvo 50 diputaciones, el Partido Nacional 44, el Partido Liberal 22 y el Partido Salvador de Honduras, 10. Completaron la lista los partidos Anticorrupción y Democracia Cristiana con un diputado cada uno.

En relación a las 298 corporaciones municipales, el Partido Nacional ganó unas 133 (44.6%), el Partido Liberal 87 (29%) y LIBRE 52 (17.4%), entre las cuales incluye el Distrito Central (Tegucigalpa y Comayagüela) y San Pedro Sula, las dos más importantes del país. Los partidos minoritarios y las candidaturas independientes asumen el resto.

Los datos anteriores se conocen, pero otros trascienden menos y vienen al caso en este artículo. Uno en particular. En la papeleta presidencial, Castro Sarmiento triunfó en unos 189 municipios, pero las candidaturas edilicias de LIBRE ganaron sólo un tercio de ellos. Es decir, un alto número de electores, en los que se incluye esa “clase media” tan golpeada por todos los gobiernos, se identificaron con la candidata, pero no se sintieron representados por otros candidatos de su partido. Dicho en otras palabras, no fue por una definición doctrinaria que la mayoría de los electores respaldaron a la nueva gobernante sino por una circunstancia histórica.

¿El dato anterior resta “méritos” a Castro Sarmiento y LIBRE? De ninguna manera. No obstante con sólo el “voto duro” que ella obtuvo en las elecciones primarias de marzo de 2021 (404,238 votos) no lo logra. En apenas ocho meses sumó 1,3 millones de electores más, un incremento espectacular de 77%.

Lo otro obvio es que difícilmente Castro Sarmiento hubiese llegado a la Presidencia como “candidata independiente”. Contar con un partido de dimensión nacional que la respaldó es clave, de la misma manera que se debe tomar en cuenta las alianzas que logró en la contienda, su propio esfuerzo y valía personal, y otros factores coyunturales, internos y externos, no menos sobresalientes.

Pese al desastre del gobierno de JOH, no era pan comido derrotar al Partido Nacional y su maquinaria de clientelismo y corrupción. De hecho, Asfura acumuló 1,2 millones de sufragios. En otra ocasión le hubiese bastado para triunfar. Conclusión preliminar: ni la victoria de LIBRE fue total, ni la derrota del nacionalismo tampoco. Una muestra de su siniestra vigencia es la alianza que urdió con Jorge Cálix y Beatriz Valle, pero anticipar la nueva estrategia de la derecha es otro tema.

Cabe esperar que luego de la victoria de su candidata, LIBRE analice a lo interno el resultado electoral y trace cómo contribuir adecuadamente a la gobernabilidad de su presidenta. Una valoración no en plan triunfalista, sectario, intolerante o caudillista, sino con el mayor realismo posible y una mirada amplia de los sectores que integran nuestra sociedad. Su escenario a partir de ahora es otro, el país es otro, apenas estamos saliendo de una pandemia, el daño institucional que hereda es inmenso, la insolvencia y el empobrecimiento afectan tanto al Estado como a la sociedad, el calendario marca 2021 no 2009 y el mundo en sí muta aceleradamente.

Pero, sobre todas las consideraciones, el liderazgo de ese partido debe tomar en cuenta lo siguiente: LIBRE dejó de ser “oposición” para volverse “oficialista”, y como tal le toca encarar un escenario desgastante, con el agravante que es un partido en minoría, no mayoritario. Claro está, como organización política no se trata que asuma con miedo el reto institucional, pero mantener la ilusión del cambio político le demanda ser más de lo que ahora es.

Es la encarnación de los valores de un nuevo Estado la voluntad que finalmente expresó la mayoría de los hondureños en las urnas. Seguro que cuatro años no bastarán para superar los estragos del neoliberalismo y reconstruir el tejido social tan afectado que tenemos, sabemos que el vínculo político entre la administración pública y el partido es inevitable, con todas sus deformaciones (el arribismo, oportunismo, chambismo), pero aun así el nuevo gobierno tiene la oportunidad de hacer obras y cambios fundamentales si marcha por la dirección correcta.

Entonces: ¿En qué base social está la sostenibilidad de este gobierno sobre el que recae tantas expectativas? Sin duda en esa masa ciudadana, incluyendo la partidaria, que respaldó abrumadoramente a doña Xiomara. Esa masa, plural, diversa, contradictoria, se puso de acuerdo y mandó un mensaje claro a la clase política: reclama un cambio, una nueva transición a la democracia porque la de 1982, cada vez más deformada, llegó a su fin con el golpe de Estado de 2009.

Lo que sobrevino fue una dictadura de 12 años. Esa es la noche que debemos dejar atrás. Recobrar la esperanza. Ofrecer la estabilidad y las oportunidades que permitan trabajar dignamente sin tanto asedio y penuria. Que se respeten los derechos humanos. Que ceda la impunidad y la corrupción. Que haya transparencia y participación ciudadana. Salir adelante.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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