Por: Edgar Soriano Ortiz
Este personaje de 48 años, nació en la periferia de la ciudad de Gracias, departamento de Lempira, en el occidente de Honduras, de las que conquistaron sus inmediatos ascendientes con “pistola al cinto” y ungido por la omnipotente mano del distante cacique que sentado en un sillón degustaba de películas mexicanas tras sus rutinarios pasos al cruzar la calle que divide al Castillo-presidencial de la casona gubernamental (hoy edificio del Banco Central).
JOH no es un hombre extraordinario, al contrario es una persona ordinaria que creció viendo mandar y entrenado para participar en la clientelas cerriles que legitimaban desde las provincias el poder presidencialista y la consolidación de redes de “activistas” que legitimaban y a la vez solidificaron el orden de dominio del Estado colonial-militarista-bipartidista.
En la primera década del siglo XXI el partido Nacional en acuerdos con parte de la cúpula del partido Liberal asumió como rector de una “política de seguridad” encaminada a imponer la fuerza del Estado, lesionando derechos humanos, y confabulándose con mafias de narcotráfico, desatando una ola de impunidad y violencia institucional. Es justo el momento en que entra en escena JOH, en el congreso dominado por los acuerdos de cúpulas bipartidistas. En 2009 los diputados del partido Nacional cerraron filas con los otros grupos de dominio político y fuerzas de poder supraestatal para defenestrar violentamente el gobierno de Zelaya.
El golpe de Estado del 28 de junio de 2009 marcaría el incentivo de movimientos de elites para garantizar el orden tradicional que beneficia sus peculios frente a las presiones externas de la fuerza supranacional que domina la agenda económica y el extractivismo de recursos naturales. Se legitimaron las elecciones en un proceso estratégico de limpiar la mancha impune de la violencia golpista llamando a la “unidad nacional” (al mejor estilo de pírrico gobierno de “monchito” Cruz de los 1970) y lograron atraer a Zelaya a la arena electoral tras la firma de los “acuerdos de Cartagena”. Es justo el momento en que la tradicional actitud de los “políticos” cerriles al estilo JOH pasó a convertirse en la fuerza clientelar para dirigir el caótico y miserable orden imperante.
JOH pasa a dirigir las hordas de “alienados” diputados aplaudidos por el FMI y otras fuerzas de dominio colonial y por los grupitos de “temerosas” y “temerarias” familias ricas a lo interno de los territorios. Concesiones fue la palabra clave de la administración actual (2010-hoy), para ello hay que desarrollar “ciudades modelo” y todo tipo de facilidades para inversionistas rapases en detrimento de los intereses de la mayorías poblacionales.
El legado de JOH antes y después del descomunal fraude electoral (2012-2013) ha sido la entrega de recursos naturales de forma impositiva y manipulativa de las leyes vigentes en la actual golpeada constitución. Sus amigos y sus “acuerdos” lanzaron una ofensiva violentando el convenio 169 y otras garantías en tierras reclamadas por pueblos organizados de las antiguas culturas. El asesinato de Berta Cáceres es un crimen que en la escala saqueadora le mancha las manos a JOH y sus más cercanos colaboradores. Y, que decir, de la concesión a la British Gas, negociación que inició en 2010 y culminó en 2013, antes de entregar la aplanadora de los 70 “alienados” en el Congreso Nacional, representando la más grande estrega del territorio, 40,000 kilómetros cuadrados de territorio y plataforma marina a espaldas de la población.
JOH trasladó el centralismo de poder institucional al despacho en Casa Presidencial promulgando políticas militaristas y autoritarias. Aun que su gobierno ha recibido fuerte repudio de un gran sector de la población su régimen se mantiene en los malabares del orden que Washington necesita. La amenaza de la extradición y las componendas por mantener la “colonia no declarada” son el látigo de dominio externo frente a los “acuerdos” de grupos económico y políticos por mantener la tradición opuesta a cambios estructurales. JOH estira la mano para garantizar su continuismo entre los pasos sobre arenas movedizas de Manuel Zelaya y de una oposición enclaustrada en el ostracismo taciturno.
Honduras vive la incertidumbre en medio de la zozobra terrorífica de la miseria. Lo patético de un afán continuista no tiene límites. El dirigente JOH se lanza amenazando, incriminando, violentando, despilfarrando impuestos y entregando el territorio por salvar su “hacienda” y de su tambaleantes “compadres” ordeñadores de las vacas enflaquecidas.
Al final, de estos días de “post modernismo” sin modernidad, será la sucursal del “ojo de Sauron” en la avenida la Paz de Tegucigalpa en donde los “caciquitos” y “hombrecitos” con patas de viejo barro terminaran aceptando el mandato que “iluminará las tinieblas” que para nada traerá esperanza para los pueblos de nuestra Honduras. Mientras tanto el pueblo se debate en su mayoría por comer y sobrevivir a sus hostiles habitaciones, un poco más cubiertos de cemento otros grupos de “medias clases” o “clases medias” se agotan sin saber que acción tomar en la incertidumbre del abismo…
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas