Honduras urge resurgir como el Ave Fénix

Por: Carlos Zelaya Herrera

“Cualquier hombre, a la vuelta de cualquier esquina, puede experimentar la sensación del absurdo, porque todo es absurdo”, escribió el premio nobel de literatura francés, Albert Camus, casi como un retrato al callejón sin salida en que hoy ha caído Honduras, como legado del golpe de Estado del 28 de junio de 2009 contra el entonces presidente liberal, Manuel Zelaya Rosales.

La historia de Honduras, partiendo del 15 de septiembre de 1821, reconoce 60 años de dictaduras y 22 a gobiernos militares, mediante Golpes de Estado.

La asonada contra Zelaya precede históricamente a la que sacó de la silla presidencial a Ramón Villeda Morales, en 1963 y a Ramón Ernesto Cruz, a inicios de 1970, no obstante fue el del 2019 el que dividió a la sociedad, partidos, religiones y familias hondureñas como nunca antes. El país cayó en el ostracismo tras la expulsión de foros y organismos internacionales, como la OEA y el desconocimiento diplomático en la ONU.

El 24 de junio de ese año el Congreso Nacional aprobó las consultas populares, ese mismo día Zelaya aceptó la renuncia del ministro de Defensa, Edmundo Orellana y destituye al jefe de las Fuerzas Armadas, general Romeo Vásquez Velásquez, que se rehusó a mover el material para la consulta.

A las 5:30 de la madrugada del 28 de junio de 2009 un grupo de militares, amparados en el Congreso Nacional y la Corte Suprema de Justicia, atacan la vivienda del mandatario que, vestido únicamente en pijama, fue sacado del poder, del país y enviado vía aérea a Costa Rica.

Los poderes del Estado y sectores empresariales acusan a Zelaya de sembrar la consulta popular no vinculante, o Cuarta Urna, para perpetuarse en el poder, aunque éste lo negó, los señalamientos de promotor del Socialismo del Siglo XXI, del extinto presidente de Venezuela, Hugo Chávez, calaban en la empresa privada, sectores conservadores del país y los intereses geopolíticos de los Estados Unidos en la región.

Un día después el presidente del Congreso Nacional, Roberto Micheletti, bajo la ficción de sucesión presidencial, figura inexistente en la literatura jurídica nacional, toma el poder e inician movilizaciones de resistencia contra el nuevo inquilino de Casa Presidencial en todo el país.

Micheletti concluyó el período para el que Zelaya fue nombrado, su gobierno, sin reconocimiento diplomático internacional y la actitud agazapada de Estados Unidos, mantuvo la convocatoria a elecciones generales que se realizaron en noviembre de 2009. Tres días antes la Corte Suprema anuló la destitución del general Vásquez, Zelaya anunció al sustituto.

El 23 de marzo en Consejo de Ministros Zelaya emite el Decreto PCM-005-2009, para una consulta popular a más tardar el 28 de junio, con la pregunta: «¿Está usted de acuerdo que en las elecciones generales de noviembre de 2009 se instale una cuarta urna para decidir sobre la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que apruebe una nueva constitución política?», sin embargo, este no fue publicado en el Diario Oficial «La Gaceta».

El 25 de marzo la Fiscalía declara ilegal la consulta, la Procuraduría inicia un proceso judicial y el presidente del Legislativo, Roberto Micheletti, denuncia la pretensión continuista de Zelaya, los hechos desencadenaron una avalancha de energías agazapadas en la sociedad hondureña.

En julio de 2011 la Comisión de la Verdad, nombrada para esclarecer los hechos de 2009, aseguró que en la represión posterior al golpe, las fuerzas policiales y militares mataron al menos 12 personas, utilizando desproporcionadamente sus armas de fuego y gases tóxicos; mientras otros 8 opositores fueron “asesinados selectivamente por agentes del Estado u otros perpetradores que aparentemente servían a la misma política estatal de represión.

La crisis política derivó en una crisis económica, social que se repitieron en cada elección general cuyo reflejo más dramático se muestra en miles de migrantes y desplazados internos a causa de la inseguridad social, falta de empleos y oportunidades.

Escenarios que no frenaron las elecciones de 2009, 2013 y la reelección presidencial en 2017, todos tildados de fraudulentos por Libertad y Refundación, ente político surgido de las huestes de Zelaya, dirigidos por la ex primera dama y ex candidata presidencial, vistos como eventos que ahondaron diferencias en una sociedad ya resquebrajada y desgarrada por caravanas por múltiples y variados problemas.

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Desde entonces, Honduras parece vivir la paradoja de George Orwell, célebre novelista inglés, que enunció que el «Doble pensar significa el poder de mantener dos creencias contradictorias en la mente simultáneamente, y aceptar ambas».

Situaciones opuestas, cuyo fiel de la balanza es y seguirá siendo, para muchos o para unos pocos, el diálogo sincero, franco y efectivo como instancia confortable y comúnmente aceptada para resolver esta y otras crisis superadas en otras latitudes, como el conflicto interno en El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Colombia.

Otra salida política es la salida del actual gobernante que de paso a un gobierno de transición que conforme un proceso electoral con todas las garantías nacionales e internacionales para el surgimiento de una nuevo gobierno electo por la mayoría del pueblo en una primera o segunda ronda y que este se dedique a la construcción de un nuevo pacto social que termine con el adefesio de Constitución que tenemos, según la calificó el presidente costarricense  Oscar Arias, y Honduras pueda resurgir como el Ave Fénix.