Por: Pedro Morazán
“Todo lo que constituyó su vida se está perdiendo actualmente ‘paso a paso”
Philipp Felsch
El contexto
El filósofo alemán Jürgen Habermas nació en la ciudad de Düsseldorf en 1929. Cuando fue derrotado el Nacionalsocialismo de Hitler en 1944, Habermas tenía pues la edad de 16 años y como en todo adolescente, en su mente surgían preguntas existenciales. Sin embargo, Habermas era un adolescente especial, a quien acuciaban reflexiones más profundas que al resto de sus contemporáneos. Una de ellas, quizás la más importante a lo largo de toda su existencia, era ¿Cuáles fueron las causas para que surgiera esa locura humana llamada nacionalsocialismo? Ante sus ojos aparecía la destrucción desoladora de aquella Europa de post – guerra y una Alemania convertida en escombros tras los bombardeos de escarmiento de los aliados.
Habermas ha sido un filósofo polémico que ha estado siempre presente en los grandes debates políticos de Alemania y Europa. Ya desde muy joven, a la tierna edad de 24 años, dejó muy en claro su consecuente toma de posición, al cuestionar la ausencia de autocrítica de un Martin Heidegger, quien nunca tuvo el valor moral de distanciarse de la ideología y las estructuras del nazismo. Heidegger no volvería a leer un periódico y el joven Habermas se convertiría en el nuevo astro en el firmamento intelectual de Alemania. Legendaria es también su polémica pública con Rudi Dutschke, dirigente estudiantil del movimiento del ‘68 de aquellos tiempos, a quien acusaba de haber caído en un “fascismo de izquierda”. También es muy famosa en la filosofía, la llamada “Disputa de los historiadores” (“Historikerstreit”), que tuvo lugar en 1980. Habermas rechazó tajantemente la tesis del historiador revisionista alemán Ernst Nolte, para quien el nazismo era una aberración atípica en el “camino especial” de la historia alemana.
Otra polémica filosófica muy conocida, la tuvo Habermas durante varias décadas con Peter Sloterdijk a partir de 1997, uno de los filósofos alemanes más polémicos actualmente. Se trataba de definir las nociones de humanismo y humanidad frente a los peligros potenciales de la biotecnología. La escuela filosófica alemana de nuestros días se encuentra bajo el peso de la figura de Habermas a la cual Sloterdijk, según sus propias palabras, ha declarado abiertamente la guerra por su renuencia a ampliar el vocabulario del debate público en Alemania, acerca de cómo incorporar la experiencia del Tercer Reich.
El texto
Para entender a Habermas es importante, en mi opinión dividir el contexto en el que actúa como filósofo y como sociólogo, en tres grandes etapas. La primera de ellas es su interacción con la “Teoría Crítica” de la escuela de Frankfurt, formulada por Mark Horkheimer y Theodor Adorno en su magistral obra “Dialéctica de la ilustración”. En la década de 1960, publicará su libro de mayor éxito, “Transformación estructural de la esfera pública”, convirtiéndose en uno de los intelectuales más influyentes de Alemania, al introducir por primera vez el concepto de esfera pública. La segunda se podría ubicar en el desarrollo de su propio cuerpo filosófico que implica una ruptura con el marxismo heterodoxo representado por la Escuela de Frankfurt. La obra más importante de Jürgen Habermas, surge en ese período y lleva el título: “Teoría de la acción comunicativa”. Una tercera etapa, es para mis gusto, resumido en su obra “El discurso filosófico de la modernidad”, que, en palabras del autor es una especie de actualización de las tesis presentadas en la primera. Hoy Habermas ha perdido mucho perfil en el ámbito académico, ante el surgimiento de «filósofos pop», como David Precht, si se me permite aplicar el concepto de Paul Krugman a la filosofía.
Es imposible resumir en pocas líneas los elementos más importantes de la filosofía de Habermas, especialmente para alguien que, como yo, leyó sus obras hace algunos años con la árida mirada de un economista. El sabor de su «vocabulario frágil», que nos deleita el paladar tanto con su «discurso de no dominación» como con la «colonización del mundo vivo», requiere un esfuerzo mayor. Por eso solo vamos a mencionar algunos de los conceptos básicos que nos quedan en la mente y que nos puedan facilitar un acercamiento a la óptica de este genial filósofo.
La tesis principal de Habermas es que el uso del lenguaje orientado a la comunicación y no el estratégico (orientado unilateralmente hacia la afirmación de intereses), es el modo original del habla humana. No es pues casual, que innumerables autores consideren a Habermas como un filósofo del lenguaje. Para poder hablar seriamente entre nosotros, afirma Habermas, necesitaríamos rasgos de racionalidad sin los cuales una conversación no tendría sentido. Por ello la tarea de una «pragmática universal» es la de identificar condiciones universales para lograr la comprensión posible. La comprensión, por su parte, solo es posible si las formulaciones pueden ser verificadas como falsas o verdaderas.
Existen entonces afirmaciones gestacionales que son discutibles. Todo uso del lenguaje necesario para la comunicación, cae bajo el requisito de a) comprensibilidad, b) verdad, c) veracidad y d) corrección. Para que haya comprensión se deben respetar las reglas de la gramática y conocer las palabras. Habermas utiliza en su obra una serie de ejemplos bastante didácticos. En estos días de emociones futbolísticas se me viene a la mente que también este deporte puede ser usado para explicar la “actividad comunicativa”. En el futbol existen reglas acordadas y validadas por la “Federación Internacional de Futbol Asociación” (FIFA). Según dichas reglas, por ejemplo, para que una falta pueda ser un penalti, la misma tiene que haber ocurrido en el “área grande” (comprensibilidad). El árbitro se da cuenta que ocurre dicha falta (verdad). En vista de que, en ciertas ocasiones, pueden existir dudas y protestas al respecto, se confirma el hecho con la ayuda de un video (veracidad). Esto da la posibilidad de corregir la decisión en caso de resultar falsa (corrección). Evidentemente que el fenómeno social y cultural es más complejo, pero los principios que nos llevan al consenso siguen la misma lógica y los actores deben someterse a reglas consensuadas para llegar a acuerdos.
Volviendo al discurso filosófico, Habermas llamó “argumentación al tipo de habla en que los participantes tematizan las pretensiones de validez que se han vuelto dudosas y tratan de desempeñarlas o de recusarlas por medio de argumentos. Una argumentación contiene razones que están conectadas de forma sistemática con la pretensión de validez de la manifestación o emisión problematizadas. La fuerza de una argumentación se mide en un contexto dado por la pertinencia de las razones. Esta se pone de manifiesto, entre otras cosas, en si la argumentación es capaz de convencer a los participantes en un discurso, esto es, en si es capaz de motivarlos a la aceptación de la pretensión de validez en litigio.”
Tomo esta parte pues llega un momento en que este discurso ético, se diferencia de la visión kantiana en que para Habermas la verdad es el resultado de la interacción entre los sujetos. Para él existen aquí dos esferas que se diferencian sustancialmente: 1) el mundo de la vida y 2) el sistema. Por allí alguien me decía que, en su forma de entender a Habermas, el mundo de la vida era aquel en el que él se iba con sus amigos a tomar una cerveza para intercambiar argumentos sin respetar jerarquías. El sistema, por otra parte, era lo que él vivía en su oficina al día siguiente cuando su jefe o jefa le pidiera contactar a algunos clientes para obtener una cita. Quizás nos baste dicho ejemplo para transponer las implicaciones filosóficas y sociológicas que están detrás de la estructura de la “acción comunicativa” de Habermas. ¿En qué sistema tiene lugar el mundo de la vida? ¿Cuáles son las condiciones en las que se da la intersubjetividad? ¿Cuáles son las reglas para alcanzar consensos en torno a la verdad dentro del sistema? ¿Existen mecanismos colectivos, es decir intersubjetivos, que permitan la corrección en caso necesario? Estas y muchas otras preguntas no hacen más que acentuar la relevancia del enfoque de Habermas.
La noción de «espacio público» y de la «opinión pública» juegan un papel importante en la “acción comunicativa” como elementos esenciales y legitimadores del Estado de derecho y con ello de la modernidad. El filósofo vincula la dinámica del mundo de la vida a la interacción comunicativa, generadora de opinión, consenso, voluntad común y acciones cooperativas frente a los conflictos sociales. Es evidente que las concepciones de Hannah Arendt han tenido una fuerte influencia en sus posiciones. Si bien Habermas se ocupa de la influencia de los medios de comunicación tradicionales (prensa hablada y escrita, televisión, etc.), su enfoque no toma en cuenta los nuevos impactos de las redes sociales a la hora de impulsar debates y alcanzar consensos.
El pretexto
Hace unos días, más precisamente el 18 de junio de 2024, Jürgen Habermas cumplió la edad de 95 años. Esto ha sido motivo para que el científico cultural Philipp Felsch escribiera una biografía sobre Habermas bajo el sobrio título “Der Philosoph”. Saltó a la vista de mis distraídos ojos y la compré. De hecho, no me arrepiento de tan impulsiva decisión.
Más que una biografía en la que se nos muestren los momentos cruciales de la vida o de un examen filosófico de su teoría, Felsch se preocupa más de lo que está ocurriendo ahora en Europa y en un mundo agobiado por las crisis múltiples tratando de percibir este mundo con los ojos del maestro. Al parecer existe alguna resignación, sino tristeza en torno al incierto destino de la modernidad y de la democracia. Según nos cuenta, Habermas les dio acceso a sus trabajos en los archivos de la Universidad de Frankfurt. Cuanto más envejece este filósofo monumental, más abiertamente da fe de su «gran logro intelectual»: Para Felsch, Habermas desempeñó el «papel de maestro pensador» en esta República Federal, «que dio a la tardía civilización de sus compatriotas la consagración de un sistema filosófico». Habermas se ve a si mismo como un socialdemócrata de izquierda comprometido con la democracia y, muchas veces incomprendido por defender posiciones no populistas.
Todo lo que constituyó la vida de Habermas se ha ido perdiendo paso a paso, afirma Felsch en su libro, en un tono un tanto provocador. Pienso que hay que asumir dicha afirmación con cierta negligencia hegeliana. Para Habermas «La nueva transformación estructural de la esfera pública y la política deliberativa» viene acompañada por la enorme influencia de las redes sociales. Las redes sociales como Twiter («X»), Facebook o Instagram son una amenaza para la democracia porque en lugar de emancipar, «infectan» la opinión pública de manera sonámbula o interesada. El debate sigue abierto y, muy probablemente, no será el viejo Habermas quien tenga «la última palabra» al respecto. Lo que, si es muy posible, es que las categorías de análisis introducidas por él, serán parte de la caja de herramientas que nos permitirá un mejor acercamiento al problema.
Felsch nos presenta a Habermas en un lenguaje ameno, pero sin caer en la cursilería de las revistas del corazón. “En los cuarenta minutos que tardé en llegar desde la estación central de Múnich, parece que llegué a Long Island. El bungalow modernista, que da a una ladera boscosa, encajaría mejor en los Hamptons que en la Alta Baviera. Con sus pantalones chinos y sus Reebok nuevas, el anfitrión me parece un americano. A pesar de su edad, Jürgen Habermas parece delgado y ágil. No puedo ocultar el hecho de que lo veo con asombro”. No conocemos la opinión del filósofo sobre este ameno estilo para describirlo. Felsch aún espera, con cierto temor, el juicio del maestro sobre este osado intento de retratarlo. Mientras tanto, vamos a desearle feliz cumpleaños.
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Doctor en Economía e investigador del Instituto SUEDWIND de Bonn, Alemania. especializado en desarrollo y deuda externa, y ha realizado estudios para el EDD en África y América Latina Ver todas las entradas