Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
a J Lagos, al indio boliviano, y a los líderes
La historia solo es una puesta en escena del poder. Si anhelamos justicia la tendremos que conseguir con nuestras propias manos. Y por supuesto hay muchas cosas que se juegan en el fondo, modelos agotados, intromisiones, liderazgos fallidos. Al frente, en Bolivia se escenifica un antiguo auto sacramental.
¿Cuál es el diablo y cual arcángel? Depende de ti Escucho al farsante Camacho, el mismo de antes (el equivalente de Evelio Reyes, rezando en la escalinata de Casa Presidencial con los ojos entornados, para defender la inocencia de Hernández), los escucho discursando a Camacho con un lenguaje dizque profético sobre la caída de Evo que según él supone es la derrota de la revolución porque comete el mismo error que comete Evo, si se indispensable, si cree que se pueden romper impunemente los frágiles equilibrios de un sociedad en recomposición. Decapitada, proclama Camacho quedan solo los coletazos, de la bestia. Pero aquí nada se ha acabado, solo ha comenzado un caos.
(¿A quién agreden? ¿Qué creen que hacen los manifestantes en Chile que decapitan crucifijos? ¿Destruyen o refinan el opio, en derivados?) ¿Seré el único sorprendido a medias con el espectáculo de la autonombrada presidenta de Bolivia, diva investida de símbolos presidenciales por los mismos subversivos (que, a la vuelta de la esquina, se juran soldados de Cristo), Añez blandiendo una inmensa Biblia, en el Palacio reconquistado, jurando con otra mas modesta desde el balcón, ante un minúsculo grupo de curiosos? ¿Podría suceder algo así incluso aquí, en la más escéptica de las repúblicas conservadoras? De donde -sin embargo- los predicadores internacionales retornan a sus guaridas polares, volando en aviones privados cargados con la ofrenda en dólares y con joyas y relojes de los desprevenidos. (Sentí que la pierna me empezaba a crecer de nuevo hasta que vacilé, dudé, y ya no pasó nada, me explica un mutilado. El milagro frustrado.)
Después de un vistazo uno entiende que más que un conflicto entre ideologías o una guerra por el litio, está a la vista es una guerra de símbolos. Primarios, atávicos, religiosos, de dos identidades irreconciliables a perpetuidad. Dos historias paralelas. Me extiendo, un furioso encore de la guerra de conquista de hace medio milenio en que la cruz y la espada se impusieron sobre el animismo del cultivador andino, y este consiguió sobrevivir en el sincretismo. Reeditada ahora para rechazar la dualidad persistente, con un nuevo fundamentalismo que enaltece la obra impresa y el crucifijo de metal como garantes de su verdad tan absoluta que se debe defender contra toda resistencia a sangre y fuego. Historia cíclica. ¿Guerra eterna entre naciones, predicada cada cual en su mito de origen? ¿Entre castas variopintas? ¿Guerra religiosa a muerte en el s. XXI, entre indio y cholo?
Y entonces para defender esa reconquista, los militares bolivianos -que Trump alaba como ejemplares en el cumplimiento de sus obligaciones constitucionales que al parecer incluyen inducir renuncias presidenciales- se arrancan la bandera ancestral del hombro y salen a reprimir al mar océano de indígenas que se resisten a la charada, a la sumisión, y los ametrallan. Porque claro este es otro pueblo y no el que prometió que no reprimiría nunca cuando protestaba contra Evo, hace unos días otra plebe, el Kaliman, general con nombre de comic…
¿Cristo? Tú ¡otra vez! ¿De regreso al poder? ¿Ungirás al régimen sanguinario? ¿Torturado, desde la Cruz aceptaras mas sangre que la que ya rebasó el cauce? (El símbolo más poderoso que jamás produjo la imaginación, declara el ateo Federico Nietzsche.)
Nadie lo anticipaba. Tampoco yo, que vacilo y dudo. Será cierto que ¿estos creen que cumplen con un deber cristiano cuando masacran a la gente? ¿Cuando emboscan a los manifestantes para llevarlos en sus camiones a los campos en que torturan, violan y mutilan y asesinan?
No sé lo que va a pasar, y nadie más tampoco. No creo que la Señora Áñez pueda escoger como la recordará o la olvidará la historia, no creo que pueda detener o impulsar nada, que disponga la hecatombe ni tome decisiones. ¿Por que apelárselas entonces? Será que ¿cree estar defendiendo a la democracia está sorprendida, Pepe? Que le importa un comino.
Igual allá que aquí la comunidad internacional ha terminado por ser irrelevante. Solo México se salva. Bravo Bolivia dice Pompeo en un tuit, ¡por expulsar a los médicos cubanos! Esos indios no ocupan medicina, sino bala. La senadora estaba ahí, dice la C.E., aunque no hubiera quórum que votara por ella.
Pero no profetizaba la revolución (algo que no se puede) quien observaba como hecho antropológico, que la idea que se apodera de la masa o de la cual la masa se empodera tiene una fuerza inmarcesible. Lo comprobamos una y otra vez cuando masas de fanáticos se enfrentan fuerzas superiores, sin importar el resultado de los encuentros iniciales o intermedios hasta que, al fin, sobre sus cadáveres, la superioridad retrocede, chapoteando sangre.
Las revoluciones como las religiones no mueren, cumplen ciclos y etapas, evolucionan y se transforman conservando núcleos, a veces se descarrilan y la gente las reencausa y se reimpulsan, aprenden, inventan otros nuevos trucos y estrategias. Las revoluciones igual son movimientos profundos de los pueblos indestructibles, ante los cuales todas las balas son inútiles, todos los líderes, accesorios. Pero deben ofrecer opciones reales.
Allá puede ser distinto, porque los indios están armando un sitio a La Paz y hay unidades del ejército amotinadas contra la orden de matar uniéndose contra el golpismo. Ay Kaliman. ¿Ves ese poste de la electricidad?… Aquí es distinto porque al parecer no quedan militares que se identifiquen con el pueblo. Si mandas la gente a la calle va a ser carne de cañón, pero y ¡si le pides que se quede en su casa! ¿Si dejamos que paguen el aguinaldo y guardamos el pistillo? ¿Si simplemente no va a la calle, no va al mercado, nadie, no compra ni vende en plena temporada de baratas, nada? ¿Si dejamos sin negocio al negocio, digamos al mall y a la poli una semana? ¿Será que aguanta el turco?
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas