Por: Mario David Cooper*
La gobernabilidad ha sido un problema histórico en Honduras siendo uno de los grandes retos para la clase política, intelectual y académica, un problema general también para el resto de América latina y ello se refleja en la inestabilidad de las democracias, en la fragilidad institucional y en la falta de continuidad de las políticas públicas y lo perjudicial que esto se torna para la calidad de vida de la población, cuya prosperidad y felicidad debía ser el objetivo primordial de todo gobierno. Dependiendo de factores como de la calidad del liderazgo, la naturaleza, procesos electorales y funcionalidad de los partidos políticos y las relaciones entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo.
Honduras es una nación con profundas grietas que han dificultado la gobernabilidad del país como la ineficacia política, de inutilidad gubernamental, falta de resultados claros y discutibles, promesas gubernamentales no cumplidas, niveles descarados de corrupción y la existencia de una batalla de propaganda que admite todo tipo de engaños y mentiras justificada siempre por la intensidad de la lucha por el poder y entonces determinar qué tipo de gobernabilidad existe en nuestro país se puede dejar a la perspectiva de todo ciudadano.
Para Honduras dentro de su proceso de construcción de gobernabilidad un elemento importante es la legitimidad política y democrática. Para Francois Prud ´ Homme, la legitimidad democrática depende en gran medida de la capacidad de participación política de su ciudadanía, sin embargo dicha participación sólo se conocerá cuando exista una verdadera confianza de la validez de los procesos electorales un ejemplo de ello es la crisis electoral 2017, donde Honduras entró a lo que Thomas Hobbes llamó “estado de guerra de todos contra todos” es decir la violencia indiscriminada que no puede ser controlada por un estado.
¿De qué otra manera un proceso electoral puede causar ingobernabilidad? Pues como mencionó el expresidente de los estados Estados Unidos, John F. Kennedy durante su discurso de victoria “Se puede ganar con la mitad pero no gobernar con la mitad en contra”, mientras un gobernante no tenga la aprobación mayoritaria de su nación desde sus principios no podrá mantener las relaciones bilaterales entre la sociedad y estado para sostener un equilibrio en la vida de un país. ¿Qué sucede cuando el gobierno pierde legitimidad con su pueblo? En primer lugar, existirá el temor de estallidos sociales que puedan poner fin a la paz que se debe mantener, en segundo lugar, es posible la existencia de revueltas o rebeliones que impidan directamente el establecimiento de un poder público temporal.
En Honduras un caso común en todos los periodos es la lucha de controlar todos los poderes del estado ante un solo partido, según Montesquieu en su teoría “división de poderes”, para que exista gobernabilidad todos los poderes del estado no deben concentrarse en una sola persona o institución porque si no están separados unos con el otro la libertad de los ciudadanos sería arbitraria y todo se perdería enteramente. Un ejemplo perfecto de la división de poderes es Alemania, al tomar posesión Ángela Merkel como canciller todas las Instituciones políticas se repartieron en partes iguales entre su partido y su partido opositor, actualmente Alemania en el índice de inestabilidad políticos se encuentra en el puesto 21, mientras Honduras en el puesto 110 de 137 países. A igual que Estados Unidos, el presidente del congreso y del senado por ley deben de ser de partidos diferentes según el artículo 1 de su constitución de 1787, que fue el primer caso en que Montesquieu concretizo su teoría.
Otra perspectiva en que un estado pierde su gobernabilidad en la cual varios autores concuerda es el resultado del agotamiento de un modelo político-económico expresado por la denominada “crisis del Estado de Bienestar” según Raimundo Heredia Vargas en su libro “Gobernabilidad, una aproximación teórica” que también es el mismo caso que ocurre con un gobierno según Montesquieu “Cuando un gobierno dura mucho tiempo se descompone poco a poco y sin notarlo” queriendo decir, demasiado tiempo en el poder desgasta su legitimidad.
Si la confianza de un pueblo a sus representantes se ve dañada, la legitimidad se verá en serios problemas. Cuando ésta se rompe, la estabilidad política sufre las consecuencias porque de la estabilidad política dependen los planes de gobierno. Un Estado en crisis no puede velar por los intereses de sus habitantes, le importa solamente su subsistencia, así, la gobernabilidad que debiera existir se convierte en inexistente, creando ingobernabilidad trayendo consigo caos, ilegitimidad y anarquía. Y suele ser el resultado de una ambición extrema de poder entre facciones en lucha.
- Columnista invitado
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas