Por: Atiya Anis
NUEVA DELHI – “Lo que se mide, se hace”. Es una máxima conocida y algo gastada, que se atribuye a diferentes autores. como el gurú de la gestión Peter Drucker o el físico Lord Kelvin. Independientemente de quién la enunció primero, apunta a algo crucial: si no hay datos que ilustren un problema o desequilibrio, es difícil que se lo considere, por no hablar de convertirse en prioridad, por aquellos que están en posición de abordarlo. Y es difícil que las soluciones, si se intentan, estén bien dirigidas o sean eficaces. Ciertamente ese es el caso de la igualdad de género.
Se podría suponer que, con la actual sobrecarga de información que vive el mundo, las autoridades cuentan con abundantes datos con los cuales diagnosticar problemas, idear soluciones innovadoras, monitorear su implementación y ajustar las políticas para maximizar sus efectos. Sin embargo, incluso en una era de big data, a menudo las autoridades carecen de información precisa, coherente, oportuna y representativa. Como resultado, trabajan con una imagen incompleta de las condiciones socioeconómicas.
Por ejemplo, los datos muestran que la participación de las mujeres en la fuerza laboral de la India ha estado bajando desde 2005. Según el McKinsey Global Institute, si se revirtiera esta tendencia y se lograra la igualdad de género, el PIB indio aumentaría en $770 mil millones para 2025. Pero, para que las soluciones sean eficaces, deben estar alimentadas por datos completos que reflejen la compleja relación entre la participación laboral femenina y distintas fuerzas sociales, políticas y económicas, y que vinculen la igualdad de género con resultados de desarrollo más amplios.
En toda iniciativa que pretenda impulsar la igualdad de género, es crucial contar con datos desglosados por sexo e informes sobre problemas que afectan principalmente a mujeres y niñas. Piénsese en la violencia de género: según el Banco Mundial, una de cada tres niñas o mujeres de entre 15 y 49 años ha sufrido violencia física y/o sexual.
Como lo ha documentado Data2x, el conjunto de datos sobre la violencia contra chicos y chicas en Tanzania llevó a intervenciones estatales eficaces que generaron un cambio multisectorial y de largo plazo. De manera similar, el Banco Mundial informa que Vietnam utilizó datos de encuestas demográficas y sanitarias para reforzar la protección de mujeres y niñas, como por ejemplo leyes que prohíben la violencia doméstica.
Más allá de dar forma a políticas, los datos generaron un debate en Vietnam sobre la violencia de género que condujo a la creación de la Estrategia Nacional de Igualdad de Género. Hoy las mujeres que sufren violencia en sus hogares cuentan con un mayor acceso a servicios de consejería, salud, asesoría jurídica y acogida.
Pero producir datos completos no es tarea fácil. Cualquier ínfimo error estadístico o rastro de sesgo de medición, en cualquiera de las etapas de recolección y producción, puede hacer que los datos no sean representativos, como también pueden hacerlo los prejuicios de quienes contestan, hombres en su mayoría.
Antes de la crisis del COVID-19, el mundo había adoptado el método más representativo de reunir datos de los hogares: las encuestas presenciales. Pero la pandemia obligó a pasar a hacer encuestas telefónicas, que tienden a ser menos representativas de las mujeres y otros grupos con acceso limitado a los teléfonos móviles. La debilidad de los liderazgos, la falta de voluntad política y la mala asignación de recursos se han mencionado como impedimentos cruciales para la recolección de estadísticas desglosadas por sexo.
Una manera de superar estas limitantes es mejorar la integración de los datos en los niveles nacional, regional e internacional. Más aún, es necesario esforzarse más por mejorar la capacidad de las mujeres de aportar datos y utilizarlos. Un mayor liderazgo femenino en organizaciones de datos de acceso libre puede ayudar a avanzar hacia enfoques nuevos y más inclusivos para la recolección de datos.
Por supuesto, estas iniciativas deben guiarse por las mejores prácticas actuales. Noruega, por ejemplo, ha ido publicando desde 2008 indicadores nacionales de igualdad de género, los que incluyen distribución de género en los ingresos totales, la fuerza laboral, los negocios, el sector público, la educación y el liderazgo. Por su parte, Suecia exige que todas las entidades públicas presenten estadísticas desglosadas por sexo en sus informes anuales. Son modelos que vale la pena imitar.
El involucramiento de las organizaciones multilaterales y de la sociedad civil también puede significar una gran diferencia. Como parte de su proyecto Reforzar las Estadísticas de Género, el Banco Mundial -con el apoyo de la Fundación Bill y Melinda Gates- ya está prestando asistencia técnica a 12 países de la Asociación Internacional de Fomento, con el fin de mejorar el alcance y la calidad de sus estadísticas relacionadas con el género. La generalización y ampliación de esta iniciativa puede ayudar mucho a hacer que los gobiernos tomen decisiones de políticas basadas en hechos probados que mejoren las vidas y sustentos de sus ciudadanos.
Sin lugar a dudas, la recolección y análisis de datos son sólo el comienzo: también son necesarias la diseminación y penetración de los datos de género en los procesos de elaboración de políticas. Resulta crucial la definición de indicadores útiles y coherentes entre sí, ya que permite la comparación entre regiones y la evaluación de su avance en el tiempo.
Por último, no se debe subestimar el papel de los datos en el fortalecimiento de la rendición de cuentas y la mejora de la gobernanza. Así como los datos de alta calidad, oportunos y completos nos permiten diseñar políticas focalizadas y asignar recursos de manera más eficiente, también hacen posible medir sus efectos y el desempeño del gobierno.
Para mejorar la recolección de datos será necesario un grado de inversión. Pero, al hacer posibles políticas más eficientes, mejor adaptadas y más rentables en función de los costes, esa inversión acabará por aliviar la presión sobre los presupuestos nacionales. Y, a medida que los países avancen en el camino hacia la igualdad de género, seguirán multiplicándose los beneficios sociales, económicos y de desarrollo.
Atiya Anis, Becaria Global del Programa Salzburg, fue gerente senior de la Initiative for What Works to Advance Women and Girls in the Economy (Iniciativa para lo que funciona en la promoción de mujeres y niñas en la economía).
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