Enemigo invisible

Enemigo invisible

 

Por: Lester Núñez

 

Fue cuestión de tiempo para que el enemigo invisible atacara a cada país del planeta. La humanidad no conocía, sino por la borrosa historia, el significado de una pandemia y aprendió en segundos a temerla. El coronavirus cegó vidas humanas exclusivamente, ni plantas o animales se vieron afectados, por eso, debido a la emergencia sanitaria, los gobiernos del mundo decretaron toques de queda en todos sus territorios; sin embargo, esto no evitó que artistas, deportistas, políticos o miembros de la realeza cayeran infectados por el virus.

A pesar del encierro, etiquetado como “aislamiento domiciliario” o la “criminalización” por romper la cuarentena, terminamos convencidos de que el confinamiento era la mejor salida a la crisis. En un instante, los hogares se convirtieron en cárceles, y la histeria colmó los vecindarios. Las calles de las grandes ciudades lucieron abandonadas, pero en los pueblos había ferias  solidarias pese al peligro. Apenas con unas semanas de prisión, echábamos de menos pasear, ver niños jugar en los parques, tomarnos una taza de café con los amigos, e incluso, ir a trabajar. Entonces se dijo:

—¡Dios! ¡Esto tiene que ser una pesadilla!

Fue el año en que el mundo pareció detenerse, y hasta Dios fue seriamente cuestionado, el Covid-19 obligó a las iglesias a cerrar puertas, aunque Facebook se convirtió para muchos religiosos en un templo virtual.

Algunos predicadores, calificaron la implementación de medidas de prevención como diabólicas y faltas de fe, y otros más ignorantes, aseguraron que los diezmos puntuales de los fieles depositados en cuentas de banco mantendrían protegidos del virus a los contribuyentes. Si Dios existe y es tan bueno, fue obligado entonces preguntar:

—¿Qué gana con esta pandemia matando a tantas personas? ¿Ya no hay inocentes? ¿Tan horrendos son nuestros pecados que merecemos tal castigo?

No todo se puede explicar en la vida, porque hay acontecimientos que sobrepasan la inteligencia humana. El hombre, decía Pascal, supera infinitamente al hombre. El sentido de las cosas es una cuestión fundamental tanto para la razón como para la fe del hombre. Querer explicaciones es el distintivo humano, por tanto, “hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor, ni te ofendas por sus reprensiones. Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido” (Proverbios, 3:11-12).

Desde luego, no tardaron en aparecer teorías conspirativas que justificaban las mutaciones reforzadas de un virus con el que habíamos convivido en relativa paz como con tantos otros: una enfermedad para vender vacunas, un virus publicitado por la gran maquinaria mediática; se dijo que el ejército estadounidense podría haber llevado el virus a China, se sospechó que los comunistas asiáticos lo inventaron como plan para exterminar a la población capitalista. Por supuesto, ninguna de estas teorías fue comprobada. La imaginación de muchos teóricos fue pretexto para generar desinformación dirigida a un público cada vez más aterrorizado.

Paradójicamente, el virus, simple pieza del gran rompecabezas que es la naturaleza, trajo consigo un respiro ambiental al planeta. Desafortunadamente, el alivio fue momentáneo y no resolvió la crisis climática global. Kurt Vonnegut dijo alguna vez:

—“Somos terribles animales. Creo que el sistema inmunológico de la tierra está tratando de deshacerse de nosotros, como así debe ser”.

Durante la crisis mundial desatada a raíz de la pandemia, distintos líderes políticos y mandatarios de diferentes países hicieron un llamado para coordinarse ante la crisis sanitaria, sin embargo, el fracaso de una respuesta global enfrentó a los líderes mundiales a una elección terrible: dañar sus economías o perder millones de vidas.

El sistema capitalista-imperialista y sus gobiernos no garantizaron una respuesta adecuada a la crisis humanitaria que afectó a millones de personas. Lo cierto es que la actual crisis sanitaria desnudó las debilidades de las democracias liberales del siglo XXI. Todos los países debieron improvisar un equilibro para mitigar las consecuencias sociales y económicas.

Regionalmente, los seudo políticos hondureños, aprovechando la emergencia, aprobaron suculentos festines con los fondos públicos, y ¿qué más podían hacer?, sus mezquinas nimiedades, sus campañas proselitistas, su necesidad animal de aferrarse al poder los obligó. En medio de la colapsada situación del sistema de salud, y con prácticas estatales carentes de transparencia o rendición de cuentas, los hombres probos que usurpan la dirección de la patria, prometieron:

—¡Alimento solidario! ¡11 Hospitales! ¡Insumos médicos!

 Pero la guerra contra el coronavirus no se combatió con demagógicos aplausos, sino con infectólogos, virólogos, neumólogos, internistas, enfermeras y demás equipo sanitario dotado de equipo bioseguro, valientes y responsables héroes de la noche a la mañana. Los médicos fueron el escudo frente al letal Covid-19, un ejército de ángeles titulados arriesgó su propia salud para salvar la vida humana sobre el mundo.

Muchos servidores de la salud —y no sin razón— quisieron abandonar las salas de atención por temor a contagiarse. Este hecho, nos hizo recordar al personaje de Camus, el doctor Rieux, protagonista de La peste, quien se queda en la ciudad de Orán porque marcharse sería desertar, y siente la necesidad de quedarse para combatir y acabar con el mal. El doctor Rieux muestra muchas de las virtudes que debe seguir un buen médico y además tiene claro lo que implica su profesión cuando afirma:

—“Soy médico, la enfermedad es mi enemigo natural”.

Con el tiempo, la vacuna contra el coronavirus fue descubierta, a pesar de sus constantes mutaciones, pero el precio fueron miles de personas muertas en el mundo. Anonimato y entierros en ataúdes de cartón fueron la primicia, partieron con tan solo una pequeña sonrisa dibujada en un rincón de sus bocas.

¿Qué nos enseñó el enemigo invisible? Las pandemias no son únicamente amenazas biológicas, también representan un desafío moral, este tipo de crisis sacó lo mejor y lo peor de la humanidad. Yo en lo personal, nunca dejo de creer en los hombres y los admiro más que los desprecio. La fe es hacer que tanto dolor sirva para algo.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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2 comentarios

  1. Como lo sospechaba … en Honduras le llaman al Covid “ el enemigo invisible “ quiero decirles que NO se dieron cuenta de nada . Este viernes comienza la revelación de lo que hablaba Donald Trump cuando siempre decía enemigo invisible . Es hora de revelar lo que les han hecho al mundo los demonios más grandes que uds hayan visto .. será un fin de semana duro y una semana igualmente llena de terror . Covid…. no es el enemigo invisible .

  2. Gracias estimado Lester, por su reflexión. La he leído detenidamente y resulta ser un reflexión fuerte, interesante y oportuna. Se cuida buen amigo.