En Honduras todo ha cambiado para que nada cambie

                                             

Por: Marta Tomé

Portada: caricatura de Forges, humorista gráfico español que usaba el seudónimo de Forges, su verdadero nombre era Antonio Fraguas de Pablo (1942-2018)

INTRODUCCIÓN

Estimada o estimado compatriota:

El 17 de mayo de 2025, el guitarrista y estrella estadounidense de rock, Bruce Springsteen (1949) comenzó su gira artística por Europa con un concierto en Manchester, Inglaterra, con el siguiente mensaje: “ahora mismo están sucediendo cosas que están alterando la naturaleza de la democracia de nuestro país, y son demasiado importantes como para ignorarlas”.

Aunque Springsteen, concretamente, se refiere a la situación que vive su país con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump (1946), a mí me hizo pensar que exactamente lo mismo se podría decir de lo que está pasando en Honduras. Pues el contexto político-social que fomenta la situación que se está viviendo en nuestra querida patria es preocupante por su tendencia autoritaria. Ninguna hondureña u hondureño, dentro o fuera del país, debería ignorarlo y quedarse indiferente, porque el silencio nunca ha sido ni será una opción. Por eso, los hondureños deberíamos meditar si el llamado que Springsteen les hace a sus compatriotas no lo deberíamos seguir también nosotros: “alzad vuestras voces contra el autoritarismo y dejad resonar la voz de la libertad … nuestra voz está en nuestro voto”.

Los hondureños que vivimos fuera del país, gracias a las aplicaciones y redes sociodigitales nos mantenemos comunicados no sólo con nuestra familia y amigos, sino también con el acontecer nacional. En línea podemos leer los periódicos y ver los noticieros de televisión como si estuviéramos en el país. Obtenemos tanta información y conocimiento de lo que pasa en él casi como si ahí viviésemos y no queremos quedarnos callados ante la situación que está sufriendo nuestra patria, no sólo porque es lo único que podemos hacer frente a una realidad que nos preocupa tanto como a cualquiera de los compatriotas dentro del territorio, sino porque creemos como Cicerón (106- 43 v. Chr) que: “La verdad no sólo se corrompe con la mentira sino también con el silencio”.

Es probable que la mayoría de los compatriotas dentro de nuestro territorio piensen que los que vivimos fuera no tenemos la capacidad de discernir y comprender en linea, los acontecimientos que ellos viven. El 9 de junio del presente año (2025), Rodolfo Colindres, en su programa Doble Vía en Radio América, refiriéndose a la impugnación de la cancelación del Partido Demócrata Cristiano (DC) y de la candidatura presidencial de Mario “Chano” Rivera (1964-65) presentada por Ariel Varela (1981), exdirigente del movimiento de indignados y en la actualidad residente en Alemania, dijo: “Hay un montón de gente que están cómodos hablando desde Canadá, están cómodos en Alemania, están en otros lugares. No, el problema es el que está aquí. […] No es lo mismo estar viviendo los problemas de Honduras desde aquí, que estarlos viendo desde Alemania”.

Como es normal, hay veces que disiento de las opiniones de mis compatriotas, incluyendo las de los periodistas. Esta vez no coincido con Rodolfo Colindres, porque como vivo en el extranjero, y casualmente en Alemania, sé muy bien lo que significa sentirse impotente ante los abusos que se cometen en nuestro país, quererlos resarcir y no poder hacerlo.

La opinión de Rodolfo Colindres, seguramente, es el eco de la opinión de la gran mayoría de compatriotas que no sabe lo que significa ser migrante, no ser ni de aquí ni de allá, de vivir en 2 mundos, en el uno como emigrante y en el otro como inmigrante. Pero precisamente por esa doble experiencia es que, en relación a quienes viven en el país, quienes vivimos en el extranjero tenemos una ventaja analítica y crítica sobre las actuaciones en nuestro escenario político. Porque la distancia y la cultura política que conocemos en el país que nos ha acogido, no sólo nos confiere más objetividad, sino porque la nostalgia de estar lejos de la patria, donde están nuestras raíces, ese lugar que fue el centro del universo de nuestra infancia, tal vez hasta de nuestra adolescencia y, de la que circunstancias particulares nos han alejado, nos hace apreciarla y valorarla de forma más intensa y desinteresada, y a estar pendientes de todo lo que pasa en ella y que la afecta. Vivir en Honduras no evidencia que se comprendan mejor los problemas políticos que se tienen en el país. Si así fuese otro gallo nos cantaría.

El poco pragmatismo del hondureño dentro del país se debe a la poca educación política que tenemos. La adhesión a uno de los 2 partidos que, hasta hace poco, había tenido el sistema bipartidista está muy arraigado en nuestro expediente de nación, y ha envenenado su trayectoria histórica. Tradicionalmente, nuestro comportamiento político había estado definido por la lealtad hacía un partido, que en la mayoría de los casos había sido heredado. Nadie nos enseñó a desconfiar ni dudar de la capacidad moral e intelectual de las y los líderes de los partidos, a pesar de que, hasta ahora, la mayoría ha demostrado no tenerlas. Tampoco aprendimos que debemos exigir programas o planes de acción para, en base a ellos, elegir a quien mejor velará por nuestros intereses y necesidades. El propósito de nuestro voto ha sido, simple y llanamente, respaldar el triunfo de un partido, como que si la contienda política fuese una simple competencia deportiva.

Quienes vivimos en un país desarrollado, como es mi caso, desearíamos que surgieran políticos honestos y competentes, que pusiesen a un lado sus intereses personales y que encaminasen al país hacia el desarrollo que nosotros conocemos. Porque en nuestra  patria participamos en otro proceso político, muy diferente del que conocemos en la nuestra, el que se fundamenta en los intereses de la nación, no en los privados de los dirigentes políticos de turno, y porque nadie, por necesidad o presión, puede ser inducido a vender o ceder su voto. Además, nuestro voto sí cuenta, pues las urnas no son manipuladas como ha sido, y quizás siga siendo, usual en Honduras y en países corruptos. Esa experiencia nos hace abrir los ojos, razonar e instintivamente comparar ambos sistemas. Es cuando detectamos las fallas del nuestro, obtenemos objetividad y comprendemos que debe estar la patria, el bien de todos y no el de una élite.

La obstinación política e ideológica alimentada por intereses partidarios y personales pierde, para nosotros, toda la importancia que en nuestro país sigue teniendo. Vemos claramente la corrupción y los intereses que mueven a los dirigentes de los partidos, sobre todo de los mayoritarios. La cultura política de nuestro nuevo entorno nos enseña que si hay algo en lo que el ciudadano común y corriente debe y tiene que participar, en defensa de sus intereses, es en la elección de sus autoridades, porque su voto cuenta. Pero para ello tiene que analizar muy bien no sólo a los candidatos sino también sus propuestas y programas de gobierno, para así asegurarse que sus intereses y el bien común estarán bien representados.

Si los hondureños fuera del país nos mantenemos informados de lo que sucede en él es porque nos interesa e importa, y teniendo las remesas tanta trascendencia en la Economía del país, los emigrantes no sólo tenemos el deseo sino también el derecho de que seamos tomados en cuenta, de que nuestra opinión sea oída. Es posible que muchos compatriotas dentro del país no estén de acuerdo con que los migrantes ejerzamos ese derecho, que no sólo está respaldado por las remesas y nuestro amor a nuestra patria, sino por el vínculo jurídico que nos concede la Constitución: “ARTICULO 28.- Ningún hondureño por nacimiento podrá ser privado de su nacionalidad. Este derecho lo conservan los hondureños por nacimiento aun cuando adquieran otra nacionalidad”.

Honduras tiene unos 9.5 millones de habitantes. En el extranjero vivimos aproximadamente 1.4 millones, representando cerca del 13 % de la población total. Según el Banco Central (BCH), las remesas representan la principal fuente de divisas del país, casi el 50 %. Son las que equilibran la balanza comercial, pues nuestro país importa muchísimo más de lo que exporta. Y aunque esas remesas no sean producidas dentro del país, representan, aproximadamente, el 27 % del PIB.

Los hondureños que tuvimos una linda infancia, pero que por x razón hemos salido del país, no sólo económica y jurídica sino emocionalmente permanecemos unidos al terruño, porque sentimos como el escritor turco Orhan Pamuk (1952), ganador del Premio Nobel de Literatura de 2006, quien en su melancólica autobiografía: Istanbul: Memories and the City (2003) dice: “Estoy unido a esta ciudad porque hizo de mí lo que ahora soy”. Y es porque como decía Juan Jacobo Rousseau (1712-1778): “Lo que se ama en la infancia se queda en el corazón para siempre”.

Pero mientras los migrantes seguimos pensando en la patria, en la patria muy poco se piensa en nosotros, no se nos toma en cuenta, ni siquiera se nos ha querido asegurar nuestro derecho de participar en las elecciones presidenciales, derecho que nos confiere la ley.

Durante el gobierno de Ricardo Maduro (1946), por el Decreto N° 72-2001 se emitió la” Ley Especial para el Ejercicio del Sufragio de los Hondureños en el Exterior”, la que no se ha implementado debidamente por los inconvenientes que, hasta ahora, ningún gobierno ha tratado de solventar. Es cierto que los costos son elevados, ya que para establecer la infraestructura electoral en el extranjero se necesitan muchos recursos, lo que hace que el costo del voto en el extranjero sea mayor que dentro del territorio.

Sin embargo, esa no es la causa principal para que los hondureños no podamos ejercer el sufragio en el extranjero, pues en todos los gobiernos se derrocha el dinero en banalidades y las arcas del Estado son saqueadas por los políticos de turno. Además, un método sencillo para resolver el problema podría ser el voto por correo, que funciona bien en muchos países, la reciente elección boliviana es el mejor ejemplo. En realidad, lo que ha impedido que se nos dé a los emigrantes el derecho de ejercer el sufragio que nos confiere la ley es la falta de voluntad de la clase política, de los partidos mayoritarios, que saben que las y los emigrantes si analizamos la situación del país, cuestiónanos sus actividades y su comportamiento, y no tienen interés de que votemos, porque comprenden que, a la mayoría, no nos pueden engañar y por lo tanto, que nuestro voto les haría mucho daño, les haría perder sus cuotas de poder.

También hay otro motivo que influye en esa abulia de las autoridades, y es que las identificaciones de los migrantes inscritos en el censo, pero que no pueden participar en el proceso electoral son utilizadas para cometer fraude.

En Estados Unidos vive la mayoría de emigrantes hondureños. Según la Oficina del Censo del Pew Research Center, en 2021 eran alrededor de 1.1 millones, que serían alrededor del 80 % del total de emigrantes. De ellos unos ilegales, pero también muchísimos legales, que han logrado establecerse en ese país, algunos crear sus propios negocios y hasta empresas. Estos compatriotas, por innumerables razones, y como yo, no pierden sus vínculos con la madre patria y se sienten decepcionados de que a los gobiernos de turno sólo les interesan sus remesas, porque son las que sostienen no sólo la economía del país sino también sus lujosos niveles de vida, pero a los emigrantes no se nos toma en cuenta.

Muchos hondureños en Estados Unidos no se sienten representados políticamente por ninguno de los 3 partidos mayoritarios. Por esa razón, para poder adquirir sus derechos ciudadanos, después de haber cumplido, a cabalidad, con sus deberes han tratado de organizar su partido político: “El Partido Migrante Hondureño (PMH), ya que por su experiencia en ese gran país del Norte, donde de la nada han logrado labrarse un futuro próspero y seguro, están en condiciones de aportar ideas y soluciones a los enormes problemas que tenemos y suplantar a todos esos que de la política han hecho un “modus vivendi” y cuyo interés es únicamente personal.

Pero como es de suponer, el Consejo Nacional Electoral (CNE) el organismo encargado de llevar a cabo su inscripción, y que está conformado por el tripartidismo: PL, LIBRE y PN, ha puesto obstáculos suficientes para impedir su inscripción. Es claro que esos 3 partidos no quieren competencia y mucho menos una que les puede ser peligrosa. Sobre todo, porque dentro del país, gran parte de la población votante, los independientes, no simpatiza con ninguno de ellos 3, y no desean que más viento helado les sople en la cara.

Hace sólo unos días, (23 de octubre de 2025), tuve la oportunidad de ver, pero más que todo de escuchar, a los 4 invitados que tenía Renato Álvarez en Frente a Frente, a:

Gustavo Gutiérrez, estudiante de Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Honduras (UNICAH)

• Valeri Rodríguez, estudianta de Comercio Internacional en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). Mi universidad.

• María Valladares, estudianta de Ciencias Sociales en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM), y,

André López, estudiante de Ingeniería en Infotecnología en la Universidad José Cecilio del Valle (UJCV).

4 jóvenes capitalinos de 17 – 18 años, que, en representación del taller de Jóvenes del Bicentenario, un grupo de estudiantes de diferentes universidades que se reunieron para elaborar el perfil del político que la juventud hondureña desea ver en los cargos gubernamentales. Además de definir el perfil que el político hondureño debería tener, muy lejos del que actualmente tienen la gran mayoría de los politicuchos que tenemos, también expusieron sus preocupaciones por las pocas oportunidades que les esperan cuando terminen sus carreras.

Estos jóvenes, y la juventud que representan me han impresionado, porque a su corta edad ya comprenden que deben hacer algo para cambiar el país que aman, porque no va por el camino que debería ir, y que es lo que a ellos les corta las alas.

Con 75 años y sin poder votar, aunque mi voz sea diferente a la de esos valientes jóvenes, como ellos quiero alzarla, porque si no lo hago ahora, ¿cuándo entonces?  Aunque lo de alzar la voz es en sentido figurado, un equivalente de no quedarme callada, como no se quedan callados los jóvenes, pero lo que alzamos son las palabras, ya que como decía Rumi, el poeta persa del siglo XII: “Alza tus palabras, no tu voz. Porque no es el trueno, sino la lluvia la que hace crecer las flores”. Ellos tienen otra voz, su voto, la que yo desgraciadamente no tengo. Razón por la que he tratado de hacer una reflexiva indagación sobre la situación de nuestra querida patria, basándome en acontecimientos y datos que, a mi parecer, son relevantes. Pero como la ordenación de los hechos y acontecimientos no la puedo hacer de forma precisa, la configuración del análisis será como si fuese un rompecabezas.

Por supuesto que las piezas o argumentos que utilice no representan todos los hechos y acontecimientos ocurridos, como tampoco puedo esperar que usted, estimada o estimado compatriota, los comparta todos, ya que cada cabeza es un mundo y cada quien tiene derecho a enfocar la situación desde su perspectiva personal. En este punto comparto la opinión del padre Juan Ángel López Padilla cuando dice: “Que el otro no piense como yo a mí me hace un favor, porque me obliga a replantearme, me obliga a crecer”. Por eso, confronte mis argumentos con los suyos, especialmente con los que fuesen diferentes y deme su opinión, refútemelos si lo considera necesario. Porque el motivo y objetivo de mis pesquisas no es presentar mi punto de vista como el mejor y verdadero, sino integrarlo en un examen exhaustivo y objetivo por parte de quienes deseamos el bien común de nuestra patria y que en estos momentos difíciles en que se encuentra es más que necesario.

Como se podrá imaginar, los hechos y acontecimientos a tratar no serán pocos, porque no sólo son los actuales, sino que hay que echar mano de algunos pasados, además, hay otros, secundarios, que ponen su granito de arena para elaborar y comprender mejor la temática que trataremos, y que eclécticamente le irán dando forma al rompecabezas. Pero para armarlo vamos a necesitar tiempo, así que póngase cómoda o cómodo si quiere acompañarme en este periplo histórico-político para poder armar y observar terminado el rompe-cabezas.

Moraleja de Máriam Martínez-Bascuñán (1979): “No basta con coexistir, hay que convivir; no basta con opinar, hay que reconocer la existencia del otro como interlocutor legítimo” (1).

(1) Máriam Martínez-Bascuñán, la politóloga española y catedrática de la Universidad Autonoma de Madrid, en su ensayo: “El crepúsculo del mundo compartido”.

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