El Banco Central y la política monetaria

En el día internacional del trabajo infantil: Los niños siguen sufriendo también en Honduras

 

Por: Pedro Morazán

El trabajo infantil a nivel mundial

No ‘corten las alas a un niño antes de que aprenda a volar’ dice la canción del compositor sengalés Ridma Weerawardena que es parte de la iniciativa “La música contra el trabajo infantil”, lanzada en 2013 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Las últimas cifras de la OIT y de la UNICEF muestran que el número de niños que trabajan ha aumentado aún más como consecuencia de la pandemia del Covid 19. Los ojos de los niños víctimas del trabajo o del abuso infantil nos hieren en lo más profundo con su tristeza porque nos cuentan que se les arrebata algo que nunca podrá devolvérseles: la dignidad.

El 12 de junio es el Día Internacional del Trabajo Infantil y el año 2021 ha sido declarado “Año Internacional de la Erradicación del Trabajo Infantil” por las Naciones Unidas. Es hora de reflexionar sobre las estructuras de producción y consumo que hacen que los niños de los países pobres sean explotados y, en algunos casos, esclavizados por causa de la injusticia global. Ya sea en el cultivo del cacao en Costa de Marfil o de melón en Honduras, en las plantaciones de caucho en Malasia, escondidos en los botes pesqueros de Senegal, atrapados en las fábricas textiles de Bangladesh, enfangados en las minas de oro de Congo o como soldados en zonas de guerra en África, más de 160 millones de niños en todo el mundo se ven obligados a trabajar hoy en día.

Por encargo de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), nos tocó realizar el año pasado una investigación sobre el trabajo infantil en Costa de Marfil, Uganda, Vietnam y Turquía que confirmó que, aunque las causas del trabajo infantil son diversas, la pobreza de ingresos de las familias sigue siendo la principal. Los bajos ingresos familiares en la agricultura de muchos países, como Honduras están relacionados con la baja productividad, pero también con la falta de acceso a la tierra o al crédito. La sequía, las inundaciones y otras consecuencias del cambio climático agravan la situación de pobreza de muchas familias.

La FAO acaba de publicar este año su “Marco para poner fin al trabajo infantil en la agricultura” que recoge, en mi opinión, los elementos básicos para tratar este problema de manera sistemática. Los niños que se ven empujados a trabajar son principalmente hijos de familias de campesinos y campesinas pobres. En el caso de Honduras la situación es particularmente latente en los departamentos del occidente y sur del país. Siete de cada diez niños que trabajan lo hacen en la agricultura. En los países con conflictos armados y catástrofes naturales, el trabajo infantil es más frecuente que en otros países. En Latinoamérica, Honduras está, junto con Guatemala entre los cinco países con mayor porcentaje de trabajo infantil, solo superados por Perú y Bolivia. Un tercio de los niños que se ven obligados a trabajar no tienen acceso al sistema educativo. El trabajo infantil roba a los niños su infancia, su potencial y su dignidad.

La principal causa del trabajo infantil es la pobreza. Sin embargo, sería un error reducir el problema únicamente a la insuficiencia de ingresos de las familias de los países pobres. El marco institucional para combatir el trabajo infantil es insuficiente porque no constituye una prioridad para los gobiernos de turno. A pesar de ser signatarios de las convenciones de la OIT sobre el trabajo infantil, muchos países incluida Honduras no asumen el reto de manera consecuente.

Además de ello existen también factores culturales que contribuyen a agudizar la situación de los niños y las niñas. El bajo nivel educativo de la mayoría de las familias pobres reproduce patrones de violencia doméstica contra los niños y especialmente las niñas para las cuales se prescriben roles de la sociedad machista. Los niños son vistos en muchos casos como “la jubilación” que la débil institucionalidad neoliberal no puede ofrecer. Con un sistema educativo sumamente débil y con escasas oportunidades en una sociedad donde el 70% de la población es víctima de la pobreza los niños y las niñas son el perímetro más débil del círculo vicioso entre pobreza y trabajo infantil.

En Honduras empeora la situación de los niños y niñas

Agregado a ello están las estructuras del capitalismo global. Los bajos precios de productos como el cacao, el café, los minerales o los textiles también provocan la sobreexplotación de los niños. Muchas empresas nacionales proveedoras de empresas internacionales en las cadenas globales de valor explotan a los niños para ser competitivas. Las exportaciones de melón en Honduras han estado marcadas en el pasado reciente por la exploación infantil. Sería un error considerar solamente el trabajo de los y las menores de 12 años como trabajo infantil. Tanto la OIT como la FAO han descubierto que especialmente los niños y niñas adolescentes entre 12 y 16 años sufren las peores formas de la explotación. Aunque no existe aún evidencia empírica suificiente y los datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) sean enormemente deficientes, la explotación infantil en el sector de la construcción es persistente.

Para las familias pobres los costos de oportunidad son evidentes: O trabajo o educación. Esto contribuye a cimentar desigualdades, la falta de educación produce desventajas comparativas que es difícil superar. Por otro lado, la falta de perspectivas en el campo empuja a muchas familias a migrar a las ciudades donde tampoco encuentran mejores oportunidades. La migración rural hace crecer un sector informal cada vez más ineficiente y plagado de trabajo infantil. No hace falta llegar al primer semáforo para comprobarlo: En Honduras se ofrenda el futuro ante el oráculo del trabajo infantil. Violencia doméstica, drogas, abuzo sexual, trabajo forzoso o delincuencia común. En las ciudades los niños pobres pierden también la esperanza.

La Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) hablan en 2019 una lengua clara: el 50.5 % de los menores de edad víctimas de trabajo infantil, se dedican a trabajar en actividades agrícolas, mientras que el 2.1 % trabajan en el comercio informal. Un gran porcentaje, es decir 10.6 % trabaja en la industria manufacturera. Mas del 36 % de los niños que trabajan lo hacen en la construcción, es decir un sector en el cual es enorme el riesgo de sufrir daños serios a la salud.

Las nuevas estadísticas publicadas por la OIT/UNICEF muestran además que la pandemia COVID-19 está causando un repunte del trabajo infantil a nivel mundial. “Los nuevos análisis indican que otros 8,9 millones de niños estarán en situación de trabajo infantil a finales de 2022 como consecuencia de la creciente pobreza impulsada por la pandemia”, se lee en el informe publicado hoy por ambas organizaciones. El impacto real de la pandemia no es, sin embargo, una fatalidad. Es posible evitarlo o por lo menos reducirlo, si se adoptan medidas adecuadas de mitigación. Ambas instituciones elaboran un total de tres escenarios en los cuales se resalta la importancia de la cobertura de protección social en el trabajo infantil a corto plazo. En Honduras existen potenciales, a pesar de la crisis, para sostener una cobertura mínima de protección social orientada específicamente al sector educativo combinando ayuda en alimentos con la asistencia escolar. Un aumento de la cobertura de protección social podría compensar con creces el impacto de la COVID-19 en el trabajo infantil.

La Agenda 2030 establece en su meta 8.7 que se tomen medidas eficaces a corto plazo para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a la esclavitud moderna y a la trata de seres humanos, y velar por la prohibición y la erradicación de las peores formas de trabajo infantil y poner fin a todas las formas de trabajo infantil hasta el año 2025. El primer paso sería hacer un diagnóstico real de la situación del trabajo infantil en el país.

Necesitamos un mayor compromiso y una mejor cooperación entre los responsables de los derechos laborales a nivel de gobierno y de sociedad civil. La agricultura, la reducción de la pobreza, la seguridad alimentaria, la educación, el derecho, la salud y la protección social deben ser rediseñados para privilegiar a los niños y sobre todo a las niñas. En particular, el gobierno y sus ministerios (incluidos los de desarrollo regional, mujer, infancia, empleo juvenil, infraestructuras y comercio) deberían promover los derechos de los niños y niñas como un eje transversal. De igual manera los empresarios y los inversionistas privados con sus gremios como el COHEP y las organizaciones de trabajadores y trabajadoras, deben asumir un mayor compromiso en la implementación de las dos convenciones de la OIT referentes al trabajo infantil. También los medios de comunicación tienen un papel que desempeñar en esta gran lucha. Ninguna sociedad debería aceptar como algo normal, el hecho de que cada vez más niños y niñas sean explotados por los adultos.

Bonn, Alemania 09.06.2021

  • Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas

Un comentario

  1. Hola Pedro Morazan Irías!!!
    Soy Irma Becerra, recordandote que siempre estuviste y has estado de acuerdo con el golpe de Estado al presidente Mel Zelaya del 2009, lo que significó un grave retroceso de décadas para Honduras, incluyendo el trabajo infantil en nuestro país, algo que los hondureños decentes no hemos olvidado ya que hablar de rosquillas en la economía denota solo mucha mediocridad y ligereza al olvidarse uno del pasado.

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