Por: Julio Raudales
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Gobernar es una tarea especializada.
Requiere de una apropiada conjunción de habilidades técnicas, pero más de una poderosa capacidad de gestión y también de la intuición necesaria para saber cómo y en qué momento dar los pasos adecuados para lograr que las cosas “sucedan”.
No es oficio para improvisados o seres banales que buscan satisfacer sus abyectos y desmedidos deseos de poder; mucho menos para individuos corruptos y ambiciosos o con acentuado afán por lo material.
En suma, gobernar requiere de una rara combinación de virtudes que difícilmente encontramos en una sola persona. Es por eso que la democracia (que sigue siendo el menos peor de los sistemas políticos, como decía Aristóteles) es tan complicada y su perfeccionamiento requiere de una ciudadanía sabia e informada.
Por eso es que en países como el nuestro, a veces cuesta tanto dar con alguno de estos especímenes, uno que sea a la vez político y estadista. Esto me recuerda la famosa frase de George Bernard Shaw: “Un político piensa en las próximas elecciones, el estadista en las próximas generaciones”, con lo cual Shaw propone a las claras que ambos vocablos no son sinónimos.
A pesar de que tengo tendencia a ser un apologista del estadista, creo en la importancia de que, además de visión de largo plazo, el gobernante debe tener profundas habilidades políticas. Al fin y al cabo, el largo plazo es la suma de las coyunturas o cortos plazos.
La política es cosa viva y por lo mismo imprevisible y contingente. La política se decide en “el ahora” y en “el aquí”, día a día. Si pensamos únicamente como visionarios jamás tendremos éxito y trascenderemos únicamente como ilusos. Por supuesto hay que planificar y no renunciar a programas de acción y a hacer propósitos para los tiempos que vienen. Solo se trata de no olvidar que todos esos planes, programas y propósitos no son más que probabilidades. Por tanto, un planificador desprovisto de chispa política no es más que un soñador empedernido.
La historia del futuro no ha sido escrita como piensan todavía algunos marxistas, exponentes de la ideología más futurista y por lo mismo más metafísica que haya sido producida durante la modernidad. El tiempo verbal del futuro no es el futuro sino el condicional. Si el futuro estuviera prescrito, la política sería la cosa más aburrida del mundo. Es por eso que quien ha decidido pensar de modo político debe estar preparado para vivir de acuerdo al principio de la contingencia. La historia no persigue ningún objetivo final. Ella se va haciendo como resultado de nuestras acciones, muchas erradas; otras no tanto.
Pero, ¿no estamos en Honduras ya cansados de políticos sin visión y soñadores sin misión? Creo que al final lo definitivo es que ambos elementos requieren de profesionalismo si es que deseamos alcanzar el éxito como país.
La famosa frase de G. B Sh. sugiere que pensar en las próximas generaciones es algo superior a pensar en las próximas elecciones. No estoy tan seguro de que sea una verdad irrefutable. Hitler y Stalin, Castro y Pinochet nunca pensaron en las próximas elecciones sino, desde la locura de cada uno, en las próximas generaciones. Hitler en un milenario Tercer Reich, Stalin en el comunismo mundial, Castro en el socialismo continental y Pinochet en una república sin políticos. Todos ellos fueron futuristas. En nombre de una ideología del futuro desvalorizaron al tiempo presente y con ello a los seres humanos que lo habitaban.
No ha habido tirano que no haya imaginado ser portador de grandes visiones futuras. Pensar en las “futuras generaciones” ha sido siempre coartada de tenebrosas dictaduras. Al final, pese a sus crímenes, imaginan todos que “la Historia las absolverá”.
Por su lado, el loco Bucaram no viendo más allá de sus narices hundió al Ecuador en una cruenta crisis y en nuestras Honduras todos los presidentes pretenden deshacer y construir el país en los cuatro años qiue la constitución les otorga –aunque no nos terminamos de librar de el afán de muchos por quedarse y hasta compararse con Morazán.
¡En Fin! La frase correcta de G. B. Sh. debería haber sido la siguiente: “Un político que no piensa en las próximas elecciones no merece ser un estadista; un estadista que sacrifica su visión por las elecciones no merece ser político”.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas