El Moralismo

El moralismo no es una forma de lucha, es una enfermedad social y política

Presidente Hernández

Por: Oscar Miguel Marroquín

 

El moralismo indica la vigilancia de la moral de los demás y la moralidad se refiere a la coherencia entre la conducta y la moral. De esta manera, el moralismo es un juicio de valor sobre otros y la moralidad la moral impuesta a sí mismo.

Con frecuencia o mejor decir, a diario el moralismo es presentado en medios de comunicación, discursos políticos e incluso en la calle entre conversaciones, este perpetuo modelo de intentar el traslado de lo moral hacia otras personas ha ganado mucho espacio en la vida social y política, llegando a convertirse en una especie de “lucha” sin resultados favorables para quienes así lo creen; los corruptos por ejemplo no pierden la sonrisa ni la mirada en alto cuando desde el moralismo se les señala por sus acciones criminales, saben de sobre manera que al final saldrán bien librados.

Pongamos en perspectiva algunos ejemplos, la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH), ha destapado ya algunos casos de corrupción, aunque no los más grandes, y las personas o funcionarios públicos señalados siguen ostentando sus cargos, todo esto pese al moralismo social y mediático al que se han visto sometidos, en pocas palabras, el moralismo no pasa de ser expresiones rutinarias sin perspectivas reales de cambio, es decir, no vemos por ejemplo, que Juan Orlando Hernández abandone la Casa Presidencial luego que su hermano ha sido implicado por la justicia de los Estados Unidos como uno de los traficantes de drogas más poderosos de América Central.

El moralismo usualmente es utilizado  por políticos que se hacen llamar de izquierda, centro o de derecha, con ánimos de disminuir población votante para su adversario, pero en la práctica las cosas no cambian, unos y otros se tildan por ejemplo de corruptos durante las campañas electorales, no cabe duda alguna que estas argumentaciones moralistas tienen la frontera cerrada con respecto al sistema judicial, es decir, ante las acusaciones de una y otra parte el sistema judicial simplemente aparta la mirada y hace caso omiso de cualquier señalamiento entre políticos, todo esto deja la impresión que, los políticos mienten o dicen la verdad, pero que al final lo que predomina es el fatídico moralismo  al que ya nos tienen acostumbrados.

Muchos políticos que se hacen llamar de oposición creen incluso que el moralismo es una forma de lucha, y con frecuencia se les ve en programas televisivos, alegando corrupción en el partido en el poder, pero curiosamente no se les ve convocar a la sociedad civil para demandar la salida de esos funcionarios públicos de sus cargos o al menos para que el sistema judicial los persiga por los delitos señalados por los opositores, todos esos señalamientos no son más que un puro circo adornado de moralidad.

En consecuencia, el moralismo no es una forma de lucha, es más bien una especie de enfermedad crónica política y social, digo enfermedad porque los políticos y otros sectores de la sociedad no pasan de lamentarse por el dolor sentido, sin embargo, no existe ni siquiera por asomo señales de búsqueda de la medicina.

En conclusión, JOH es un dictador, dicen los políticos, pero ¿qué hacen para sacarlo del poder?

La respuesta es: NADA HACEN PARA SACARLO DEL PODER, todo se remite a un puro moralismo.   

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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Un comentario

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