Por: Rodil Rivera Rodil
El reconocido jurista hondureño escribió este importante ensayo titulado El modelo económico chino ¿El futuro de la humanidad?el cual queremos compartir con los lectores y lectoras de Criterio.hn gracias a la colaboración de Marta Tomé una compatriota que radica en Alemania.
Por su extensión lo publicaremos en 5 entregas:
Palabras preliminares
Mi interés por conocer los cambios que se estaban produciendo en China, sus grandes logros económicos, pero, sobre todo, que hubiera podido sacar de la pobreza a millones de sus habitantes, comenzó recién iniciado el presente siglo. Con este propósito efectué en el 2003 un recorrido por cinco de sus más importantes ciudades.
Pero ya anteriormente, en 1962, cuarenta años atrás, en compañía de un grupo de distinguidos compatriotas la había visitado por invitación de la Asociación de Amistad Chino-Latinoamericana con sede en México.
La gira se extendió por casi dos meses, desde noviembre de 1962 hasta enero o febrero de 1963. Mis recuerdos del primer viaje son bastante imprecisos. Mao Zedong era presidente de la Asamblea Nacional y Chou Enlai primer ministro.
No olvido, sin embargo, la grata impresión que me causó la modestia con que nuestros guías se referían a los éxitos de la revolución, aunque, sinceramente, no me parecieron muchos. Ante la sorpresa que en un instituto tecnológico nos causó una enorme mazorca de maíz, el guía, con la preocupación pintada en su rostro porque hubiéramos entendido que ese era el tamaño normal de las cultivadas en el país, se apresuró a aclararnos que la planta en cuestión era experimental y que la agricultura china estaba todavía muy lejos de producirlas siquiera parecidas a la que llamó nuestra atención.
Otra experiencia que conservo en mi memoria fue el recién abierto agujero de una gran represa que fuera excavado, según se nos explicó, en apenas quince días y únicamente con la ayuda de un estudiante de ingeniería, un tractor…y más de doscientos mil trabajadores.
En cuanto al aspecto político, lo más interesante para nosotros fue habernos enterado, o más bien leído entre líneas en las conversaciones con nuestros anfitriones, de las diferencias que habían surgido con la Unión Soviética y que poco después culminaron con el rompimiento entre los dos países socialistas más grandes del mundo.
En el segundo periplo, en una excursión organizada por una agencia de viajes europea, ya con la idea de escribir algo sobre China, me propuse recopilar material en español acerca de las reformas económicas adoptadas en los años ochenta, pero no me fue posible, a pesar de haber indagado en una gigantesca librería de Pekín. La única fuente a la que tuve acceso fue un semanario en inglés publicado por una entidad oficial china,en el que encontré una muy fragmentaria aunque útil información. Y es que intentar conocer China es mucho más complicado de lo que pudiera pensarse.
Richard Nixon escribió al respecto: “Conocer China es tarea que no se termina en toda una vida. Lo máximo a que una persona puede aspirar es a tener cierto conocimiento de algunas partes de la experiencia china, y cuanto más se profundiza en el conocimiento de esta experiencia, más claramente se advierte que los misterios son infinitos.
Teilhard de Chardin dio el siguiente consejo: “Escribid sobre China antes de que llevéis mucho tiempo en ella, ya que después romperías la pluma”.
Y aun solo formarse una idea general del país no es nada fácil. Los que lo han conseguido coinciden en que la mejor forma, sino la única, es trasladarse a residir el tiempo que sea necesario a la propia China, preferiblemente con una familia de una ciudad más o menos representativa del país, y lo ideal, aprender el mandarín. Dado que, como se comprenderá, la alternativa de ir a vivir a China no era muy atractiva para mí, como tampoco la de tomar clases de mandarín, me decidí por reunir los datos que me 4 de 42 interesaban del Internet, de blogs, páginas Web, periódicos y revistas digitales, así como de artículos, informes, discursos y escritos de diversos autores, y finalmente, de las obras que indico en la bibliografía. Pero en algún momento me di cuenta de que tenía que parar de recoger información. Todos los días se publican novedades sobre China, a cual más impactante.
Nunca terminaría. De otro lado, lo que me interesaba, fundamentalmente, no eran tanto sus adelantos en sí como las razones que estaban detrás de las radicales modificaciones introducidas en su modelo económico. Y ya me había formado una idea, la que expongo en el acápite titulado “Fundamentos teóricos y antecedentes históricos del modelo chino”. De esto, pues, principalmente, trata el ensayo que el lector tiene en sus manos, que, desde luego, no se me escapa que es muy preliminar, muy incompleto y, sin duda, mucho más polémico aún.
Rodil Rivera Rodil
La China de hoy
Su incontenible marcha desde 1978 y todavía más desde la década de los noventa del siglo pasado, no solamente se ha producido en el terreno económico sino también en el social, científico, técnico, cultural y en todos los demás sin excepción, por lo que estamos frente a una suerte de avance integral de la sociedad china que, por si fuera poco, ha logrado una formidable reducción de la desigualdad al librar de la pobreza a más de setecientos millones de personas, esto es, a más de la mitad de su población, y reducido la extrema pobreza a menos del uno por ciento (14 millones), muy al contrario de lo que ha sucedido en casi todos los países desarrollados de Occidente, en los que el crecimiento económico ha acarreado un constante aumento de la brecha entre ricos y pobres.
Para el caso, en los Estados Unidos los índices de extrema pobreza son sorprendentemente mayores que los de China. He aquí la noticia del portal de la BBC Mundo del 28 de junio del 2018 sobre la pobreza extrema en los Estados Unidos:
“Su enorme riqueza y conocimiento contrastan de forma chocante con las condiciones en las que viven grandes cantidades de sus ciudadanos. Unos 40 millones viven en pobreza, 18,5 millones en pobreza extrema y 5,3 millones viven en condiciones de pobreza extrema propias del tercer mundo».
Veamos: 18.5 millones en pobreza extrema en Estados Unidos más 5.3 millones en “pobreza extrema propia del tercer mundo” suman 23.8 millones de personas, lo que equivalen al 7.3 por ciento del total de 326 millones de habitantes que tiene el país. Y si China, por su parte, cuenta con 14 millones en extrema pobreza, lo que corresponde al 1% de sus 1.400 millones de residentes, significa que, en términos absolutos, Estados Unidos tiene casi el doble de pobreza extrema que China, y medido porcentualmente, siete veces más.
Repárese en que la desigualdad está íntimamente relacionada con la diferencia sustancial que existe entre crecimiento y desarrollo. El primero se refiere a la macroeconomía que favorece esencialmente a los sectores más pudientes, en tanto que el segundo tiene siempre que ver con la microeconomía, que atañe a los de menos recursos. Dicho de otro modo, el desarrollo supone el crecimiento equitativo y sostenido para todos y no solo para unos pocos. El hombre podría tolerar la desigualdad si esta marchara en forma más o menos paralela con la riqueza, esto es, que cuando esta aumentara, la pobreza disminuyera en una proporción similar, pero infortunadamente, no ha sido así.
De otra parte, a los países con poblaciones muy numerosas, por regla general, les cuesta mucho más el desarrollo. Cuantos más habitantes, más lento el proceso. Pero no para China, la más poblada del mundo y para quien, paradójicamente, ha significado una ventaja, entre otras razones porque, como vimos en el caso de la represa, convirtieron la cantidad en una poderosa herramienta al emplearla masivamente, y, desde luego, por su gran laboriosidad, a lo que se debe sumar el altísimo nivel de los científicos que ha ido formando.
La velocidad del crecimiento de China con respecto al de los Estados Unidos ha sido muchísimo mayor. El inusitadamente rápido desplazamiento de millones de campesinos del campo a las ciudades llevó, según la ONU, a que “el número de centros urbanos en China con poblaciones de un millón o más personas pasara de 16 en 1970 a 106 en 2015. En comparación, hay 45 de estas ciudades en EE.UU. y aproximadamente 55 en Europa”. Para darle acogida a este enorme movimiento poblacional, China construyó una gigantesca infraestructura nacional en apenas tres años, de 2011 a 2013, para lo cual empleó más cemento que EE.UU. en todo el siglo pasado, de 1900 a 1999.
Para formarnos una idea de los adelantos, no de la China de hoy, octubre de 2019, sino la de hace cinco años, reproduzco un reporte del conocido analista norteamericano Michael Snyder tomado de su Blog en Internet del 27 de noviembre de 2014:
“Dondequiera que mires, China domina. El gigante asiático sigue reforzando su liderazgo en la economía y, de seguir esta dinámica, parece que no dejará oportunidad alguna a sus “rivales” de alcanzarlo. Estos son los principales aspectos de la economía mundial en los cuales China ya ha superado a Estados Unidos:
1.- En la última década la economía china ha crecido siete veces más rápido que la estadounidense.
2.- El Fondo Monetario Internacional ya ha declarado a China como la mayor economía del mundo: representa el 16,479% del PIB mundial, medido en Paridad de Poder Adquisitivo, frente al 16,277% que supone EE.UU.
3.- Desde el año 2000 el PIB de los EE.UU. sigue disminuyendo de manera constante; al contrario, el PIB de China lleva creciendo ya 15 años.
4.- Se calcula que la economía china será tres veces más grande que la de EE.UU en 2040.
5.- Si la dinámica sigue igual, en unos 30 años un ciudadano chino promedio será más rico que un estadounidense promedio.
6.- Desde 2005 EE.UU. ha gastado aproximadamente 1.1 billones de dólares en productos y servicios chinos, mientras que China tan solo ha empleado unos 300,000 millones de dólares en productos y servicios estadounidenses.
7.- El déficit comercial de EE.UU. con China es ahora 27 veces mayor que en 1990. Desde que el país asiático entró en la Organización Mundial del Comercio en 2001, este índice aumenta un 18% al año.
8.- En 2010 China desbancó a EE.UU. como mayor consumidor de energía de todo el planeta.
9.- Unas 46.000 fábricas se han trasladado de EE.UU. a China desde que el gigante asiático entrara a la OMC.
10.- China se ha convertido en el principal productor mundial de aerogeneradores y paneles solares.
11.- El país asiático controla el 97% de los llamados materiales «raros», elementos muy importantes para la producción tecnológica e industrial.
12.- Las exportaciones de alta tecnología son dos veces mayores que las de EE.UU.
13.- China dispone del mayor mercado de coches nuevos del mundo.
14.- China tiene más reservas de divisas que cualquier otro país.
15.- China es el mayor productor, y al mismo tiempo, importador de oro.
16.- China está a punto de convertirse en el líder mundial en el ámbito de la investigación científica y en el mayor solicitante de patentes, y,
17.- China produce dos veces más algodón, tres veces más carbón y 11 veces más acero que EE.UU.
Además, como parte de su proyecto nacional de desarrollo, China ha adquirido ciencia y conocimientos muy avanzados de corporaciones extranjeras para después, como ya lo está haciendo, crear su propia tecnología, con la que no deja de impresionar al mundo”.
Efectivamente, como dice Snyder, no hay una sola actividad en la que el predominio de China no se esté manifestando. Sus tecnologías están sobrepasando a las norteamericanas. Los Estados Unidos, por ejemplo, fueron pioneros en los sistemas de posicionamiento global con el invento del GPS, de gran utilidad para toda clase de vehículos teledirigidos y para uso militar avanzado. Pero China ya lo superó con el llamado “Sistema de Navegación por Satélite “Bei Dou” (BDS), de mucha más precisión. Tómese nota que el GPS cuenta con 31 satélites en órbita para su funcionamiento, mientras que el BDS de China ya tiene 38 satélites y en este año 2019 lanzará entre 6 y 8 más.
He aquí las conclusiones de un estudio sobre este particular encargado por el periódico New York Times de Estados Unidos:
“Las empresas chinas desde hace mucho han imitado a las estructuras corporativas estadounidenses, pero sus empresas tecnológicas evolucionaron rápidamente y dejaron de copiar los éxitos de Silicon Valley para lograr grandes avances por su cuenta, desde los pagos por móviles hasta innovaciones en las redes sociales. Ahora, la inspiración transita en ambos sentidos, pues las empresas estadounidenses aprenden de las chinas. “China también se aisló del internet que ve el resto del mundo y creó el suyo. Ahora, cuenta con las únicas empresas de internet del mundo equiparables a las estadounidenses en cuanto a su ambición y alcance. Todo se ha dado en un área del ciberespacio a la que no tienen acceso los gigantes de la web como Facebook y Google, y que está supervisada por censores”.
Y qué decir de la tecnología 5G, de la que China ha asumido el liderazgo. Se sabe que la misma no es simplemente, como lo sugiere su nombre, el siguiente nivel de la 4G, sino cualitativamente muy superior. Una reciente publicación se refiere a ella así:
“La tecnología 5G será el alma de la nueva economía. Los autos que se conducen solos, la realidad virtual, las ciudades inteligentes y los robots que trabajen en red: todos funcionarán con tecnología 5G muy pronto. El 5G promete abrir la puerta a nuevos procedimientos quirúrgicos, medios de transporte más seguros y comunicación instantánea para los servicios de emergencia y socorro.
“Jugará un papel vital en el desarrollo de la realidad virtual y la realidad aumentada porque puede resolver todos los problemas que bloquean el desarrollo de la industria”.
La tecnología 5G tiene una velocidad 10 veces mayor que la 4G. Pero la cosa no para aquí. Mientras el resto del mundo apenas empieza a incursionar en la 5G, los chinos ya están trabajando en la 6G que, a su vez, será 10 veces más rápida que la 5G.
El presidente Donald Trump acusó a China de robar la tecnología de su país. El presidente de la empresa de telecomunicaciones china Huawei le contestó: “¿Cómo puede robar China a los Estados Unidos lo que no tiene?”.
Pero los chinos no solamente han tomado la delantera en la alta tecnología, sino hasta en negocios dominados desde siempre por Europa y los Estados Unidos, como la industria del cine y del lujo. El citado estudio del New York Times arrojó lo siguiente con respecto al cine:
“China ahora tiene una gran influencia para definir cómo se le presenta en las películas, gracias a su creciente mercado de taquilla y el financiamiento de películas de primer nivel. Aprovecha ese poder para diseminar su narrativa global preferida y que forma parte de acciones más amplias del gobierno para presentar una imagen más amistosa y menos amenazante al mundo”.
Y en cuanto a los artículos de lujo, bajo el título “Las firmas de lujo se la juegan en China”, diario El País publicó un artículo el 15 de agosto de 2019 con la siguiente noticia:
“Marcas como Versace, Coach, o Swarovski piden disculpas a los chinos, un mercado que representará el 45% de la industria premium, al considerar a Hong Kong independiente.
Arrodillados ante China. Las firmas de lujo no han dudado en pedir disculpas al que en estos momentos es su principal mercado: China. Es una prioridad clara. Así lo han demostrado marcas como Versace, Coach, Givenchy o Swarovski, que se han disculpado públicamente después de haber ofendido a los chinos al considerar a Hong Kong, Taiwan y Macao países independientes. Así quedó reflejado, por ejemplo, en los diseños de camisetas de Versace, Givenchy o Coach, que incluían un listado de diversas ciudades del mundo y su correspondiente país, y entre las que se encontraban las urbes anteriormente citadas, a las que trataban como estados independientes.
Es mucho lo que se juega la industria del lujo en el país asiático. Es el mercado estratégico más importante para las empresas de alta gama. Ha sido, y lo sigue siendo, uno de los actores más relevantes en el desarrollo de esta industria en los últimos años. Según un estudio elaborado por la consultora Bain & Company sobre el mercado de bienes personales de lujo, los consumidores chinos representarán al menos el 45% del mercado (por encima del 32% de 2018), y realizarán la mitad de sus compras de lujo en China”.
Para atender los requerimientos financieros de una economía de tales dimensiones, China organizó desde hace algunos años una estructura internacional global que no tuviera ninguna dependencia del Banco Mundial ni del Fondo Monetario Internacional controlados por los Estados Unidos y Europa. Aunque de este último forma parte desde mediados de los setenta, en el año 2013 China impulsó la creación del Banco de países emergentes BRICS y del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), ambos para cubrir necesidades de infraestructura y “promover el desarrollo y no solamente el crecimiento económico, erradicar la pobreza y reaccionar ante el cambio climático”. Pero nadie en el entorno de las finanzas se ha llamado a engaño. Si bien eran necesarios para China, está claro que serán los grandes contendores del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Y tampoco nadie pone en duda que con la política de concesiones y apoyo a proyectos de desarrollo de los países subdesarrollados que llevan a cabo, muy pronto las entidades financieras chinas serán las más importantes del mundo.
Y aunque China insista en que su moneda nacional, el yuan, no aspira a reemplazar el dólar norteamericano, los expertos coinciden en que en un futuro la mayoría de las transacciones internacionales se harán en yuanes y no solamente, afirman, por el peso de la economía china sino porque su banco central actúa “con gran apertura hacia el mercado financiero doméstico, su política es altamente fiable y creíble y por otros factores que se encuentran más allá del ámbito puramente económico”.
Los Estados Unidos intentaron impedir que China construyera su propia plataforma financiera internacional. Presionaron a sus aliados para que no formaran parte del Banco Asiático de Inversión y, sin embargo, el primero que se apresuró a solicitar su ingreso fue Inglaterra, siguiéndole enseguida los más importantes países de Europa y hasta el mismo Israel. Hoy el banco cuenta con 67 miembros que, a su vez, tienen 45 estados dependientes, a quienes también les es aplicable su tratado de fundación.
En Occidente, la opinión prevaleciente es que la causa fundamental del éxito de China radica en que se trata de un simple retorno al capitalismo. Se afirma, incluso, que la idea de incorporar estructuras capitalistas al socialismo chino viene de expertos occidentales a los que el Partido Comunista de China habría contratado cuando el país atravesaba grandes dificultades. En el portal de la BBC Mundo del 3 de agosto de 2019 se publicó la siguiente historia:
“En la década de los 80, cuando China sentaba las bases de su nuevo modelo económico que conjugaría rasgos del capitalismo y del socialismo, las autoridades del Partido Comunista chino decidieron abrir el país a nuevas ideas llegadas desde el extranjero.
Eran los años posteriores a la muerte del gran líder chino Mao Zedong, China se preguntaba qué rumbo debía tomar el país y cómo salir de la gran pobreza que se extendía sobre todo en las zonas rurales. Entre los economistas que participaron aportando su visión y ayudando a las autoridades a perfilar el nuevo modelo de la economía estaba el profesor emérito de la Universidad de Harvard y de la Corvinus University de Budapest, János Kornai. De origen húngaro, este economista que ahora tiene 91 años mostró en su libro «El camino hacia una economía libre» el ejemplo de su país natal para dejar atrás la economía planificada que caracterizó a varios estados comunistas de Europa del Este”.
Aunque no puedo aseverar que la información anterior sea falsa, en las fuentes chinas y extranjeras que he podido consultar, entre estas últimas, a Richard Nixon, a quien los chinos explicaron su proyecto y que dedicó un capítulo completo a China en su obra La verdadera guerra, no se menciona ninguna influencia foránea en la concepción de su modelo económico, y en los datos biográficos del economista Kornai tampoco aparece referencia alguna a su supuesta colaboración con China. Y, como se verá más adelante, no era en lo absoluto necesaria.
La gran mayoría de los expertos occidentales analizan la economía china con la metodología y herramientas con que se estudia el capitalismo clásico, por lo que insisten en que se halla sujeta a las mismas vicisitudes de este, pasando por alto el gran peso del sector estatal en China, la forma en que el gobierno interviene en ella, la historia de su revolución y, no menos relevante, las lecciones que recogió de la experiencia de la Unión Soviética, lo cual me parece una inexcusable omisión.
Si en China hubiera solo capitalismo, no se explicaría cómo en los cuarenta años que han transcurrido desde que puso en práctica el nuevo sistema este no haya experimentado ninguna de las crisis que periódicamente aquejan a aquél, ello a pesar de que los “expertos” de Occidente las han anunciado en repetidas ocasiones. Con lo anterior no quiero decir que la economía china en el futuro no pueda sufrirlas. Pero me atrevería a afirmar que, si tal cosa llegara a suceder, posiblemente se deberá más a errores de la dirigencia política que al esquema en sí, el cual, de manera muy preliminar, consiste en una planificada coordinación entre un fuerte sector estatal financiero y de industria estratégica y una inversión privada nacional y extranjera, esta última principalmente en la industria ligera, y ambas bajo un férreo, pero a la vez flexible, control gubernamental.
En igual forma, no se entendería tampoco cómo pudo China reducir drásticamente la desigualdad entre sus habitantes, ya que, como lo ha demostrado de manera contundente el economista francés Thomas Piketty en su ya célebre obra “El capital en el siglo XXI”, el capitalismo ha generado siempre una gran desigualdad económica y social, con la única excepción delos treinta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, lo que solo pudo ocurrir porque en este período, particularmente en los Estados Unidos, las tasas impositivas sobre las herencias y los ingresos de capital sufrieron aumentos extraordinarios, las cuales, junto con otras medidas, sirvieron para redistribuir los ingresos entre las capas menos favorecidas de la población, pero que, como es conocido, tan pronto llegó el neoliberalismo con el presidente Ronald Reagan, fueron drásticamente rebajadas, con la consiguiente reanudación de la desigualdad a niveles nunca vistos.
Y menos se comprendería cómo China ha logrado mantener de manera ininterrumpida el crecimiento promedio de su producto interno bruto en casi un 10% a lo largo de cerca de cuarenta años, o sea, durante y después de la gran crisis de los Estados Unidos de 2007-2008, en que cayeron drásticamente sus importaciones de China. Y a pesar de la disminución que ha experimentado su PIB desde el 2015 y de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) lo ha estimado en un 6.2% para el año 2019, este siempre se sitúa muy por encima del de Estados Unidos, de apenas 2.3%, y de los demás países desarrollados de Occidente, sin contar que todos estos se encuentran, según la gran mayoría de los entendidos, muy cerca de otra recesión que podría arrastrar su PIB a indicadores negativos. Y aun con el descenso de su PIB, el ritmo del crecimiento de China solo puede calificarse de vertiginoso, pues en diez años, de 2010 a 2020, habrá duplicado el volumen de su economía.
Es necesario aclarar que el producto interno bruto (PIB) a que se refieren las anteriores estadísticas es el nominal, esto es, el medido en valores absolutos. Y actualmente se le está dando mucha más importancia al PIB calculado en valores de “paridad de poder adquisitivo” (PPA), que el mismo Fondo Monetario Internacional define como “la suma de todos los bienes y servicios finales producidos por un país en un año, con relación a una canasta de precios estandarizada ponderada o cotizada dentro del propio mercado interno de los Estados Unidos”.
Dicho en términos más sencillos, el PIB, medido en valores de paridad de poder adquisitivo (PPA), más que dinero se refiere al volumen de bienes y servicios que se pueden adquirir con él. De esta manera, como en el caso de China, puede ser que el PIB nominal sea menor, pero represente más bienes y servicios que el de los Estados Unidos, lo que, a la postre, es mucho más significativo e importante, Por ello, para que sean comparables internacionalmente, se toma como base el dólar y los precios de este país. El PIB (PPA), pues, tiene más que ver con el desarrollo que con el mero crecimiento. De acuerdo con el mismo Fondo Monetario:
“La paridad del poder adquisitivo es una de las medidas más adecuadas para comparar la evolución del producto interno bruto y del ingreso per cápita de un determinado país a lo largo del tiempo, debido a que la metodología PPA permite desacoplar las variaciones bruscas que puede llegar a existir en el tipo de cambio entre una moneda local y el dólar de un año a otro”.
Pues bien, desde el 2014, hace cinco años, el PIB (PPA) de China ha sido muy superior al de Estados Unidos y la diferencia ha ido aumentando cada año. Para el 2019, el Fondo Monetario Internacional ha estimado que los tres primeros lugares del PIB (PPA) mundial, calculado sobre un total de 142 045 946 miles de millones de dólares, se distribuirán así:
China: 27 331 166
Unión Europea: 22 761 233
Estados Unidos: 21 344 667
Como algunos atribuyen todo el mérito del “milagro chino” al papel que juega el sector capitalista en su economía y pudieran argumentar que corre el riesgo de ser abolido o expropiado en cualquier momento, deben saber que esto no sucederá, por lo menos, en los próximos cien años, según el programa establecido en los propios Estatutos del Partido Comunista chino aprobados en su XIX Congreso celebrado en Beijing el 24 de octubre de 2017, que enseguida copio:
“Nuestro país permanece y seguirá permaneciendo durante largo tiempo en la etapa primaria del socialismo. Se trata de un período histórico ineludible que habrá de prolongarse un centenario para la modernización socialista de una China originalmente atrasada en los terrenos económico y cultural…La tarea fundamental de la construcción socialista de nuestro país consiste en emancipar aún más las fuerzas productivas, desarrollarlas y realizar gradualmente la modernización socialista… Los objetivos estratégicos del desarrollo económico y social en el nuevo siglo y la nueva época son: en el centenario de la fundación del Partido culminar la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada y en el centenario de la proclamación de la nueva China consumar la construcción integral de un poderoso país socialista moderno”.
El Partido Comunista de China se fundó el primero de julio de 1921, por lo que solo faltarían dos años para el centenario, en que se deberá alcanzar un grado de desarrollo que abarque a casi todos sus habitantes, pero con la gran diferencia, si continúa el mismo ritmo de reducción de la desigualdad, que la pobreza en China para entonces podría haber prácticamente desaparecido, en tanto que seguirá aumentando sin parar en Occidente.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
2 respuestas
Se dominara al Mundo, con la producción alimentaria en SERIE (MAQUINARIA y integral con el MEDIO AMBIENTE). Lo único que se necesita es VOLUNTAD POLÍTICA DE LOS GOBIERNOS….NO NECESITAN INVERTIR NI LOS ESTADOS CAPITALISTAS, COMUNISTAS NI SOCIALISTAS….ES SOLO APLICAR EL MODELO ECONÓMICO QUE LO PERMITE ) Tengo el Proyecto es de mi autoria y estoy dispuesto a socializarlo. Unicamente con entidades financieras Banca Internacional.
gracias.
Hernando Martinez A.
martinez.hernando@gmail.com
Cali Colombia.
es interesante como comenzo todo, en una granja comunista se les permitio a los asociados quedarse con el 10% de las utilidades, para maximisar es 10% se volvieron mas eficientes, que diria adan smith, el bien individual favorecio el bienestar colectivo, un hibrido entre capitalismo y socialismo, el experimento fue replicado y asi empezo todo, si no me equivoco, lo lei en el libro made in china.