Por: Redacción CRITERIO
Millones de personas migran anualmente a otros países en busca de mejores oportunidades y calidad de vida.
Dejar el lugar donde se nace es siempre una elección muy difícil. Muchas veces es elegir entre la vida y la muerte, porque no hay otras opciones. El panorama es aún más complicado en el caso de los niños, ellos no tienen posibilidad de elegir y decidir.
La migración es tan natural como el ser humano mismo. La humanidad siempre ha migrado y las razones, individuales o colectivas, son múltiples y obedecen a muchas razones. Razones políticas, económicas, humanitarias, por fenómenos naturales, guerras, entre otras, han hecho que el ser humano se desplace.
Pero lo que mejor ilustra el proceso en su conjunto son las historias contadas por aquellas personas que han experimentado el desarraigo que lleva la migración.
Ilka Oliva Corado dejó Guatemala en el año 2003 y le basta escuchar una canción para revivir el dolor de haber dejado su tierra.
Ahora que estoy en el norte, esa canción que de por sí me erizó la piel en mi adolescencia y me hizo llorar la nostalgia de los que se fueron y no regresaron, la vivo todos días junto a los millones de indocumentados, es tan real que la pura crudeza hiela la sangre. Otra historia es cruzar la frontera, un drama aparte, propio e imborrable de la memoria de quienes lo padecen, dice.
Siempre vivimos con la maleta lista, el cuerpo está acá, pero el corazón y la mente están allá. Y con los años terminamos entendiendo que ya no somos ni de allá ni de acá, seremos eternos caminantes, recuerdan los exiliados por la dictadura de Pinochet en las nieves eternas del norte en Escandinavia. Aunque su proceso de migración en calidad de refugiados políticos les permitió vivir en la legalidad, el haber tenido que elegir entre la vida y la muerte siempre significa un trauma.
Quienes migraron y viven como indocumentados también tienen su drama. Para Ilka, las dificultades que viven miles de migrantes en los EE.UU. son innumerables, “no hay beneficios laborales, beneficios de salud y se vive una explotación laboral terrible (…) También es el miedo a salir a la calle todos los días, aquí no se pueden hacer planes a futuro porque no se sabe qué pasará al día siguiente y eso crea una inestabilidad emocional terrible en quienes no tienen documentos».
Ese peregrinar que no acaba: ser expulsados de sus países de origen por gobiernos corruptos, por un sistema colonizado y desigual que los margina y los avasalla, y por una sociedad indolente y egoísta que carece de humanidad y capacidad de reacción. Así es la vida de los parias que también son perseguidos y violentados en el país de traslado, de los cuales pocos sobreviven al genocidio migratorio y les queda el estigma de sus vidas convertidas en lastres, en profundas heridas incurables.
En su caso particular se sobrepone a las dificultades a fuerza de dignidad y de ver, aprender y vivir las pequeñas cosas que le depara el día a día.
Estoy parada frente a los surcos de árboles de manzana en las afueras de Illinois y con la boca llena atipujándome a dos manos los perotes que encontré. Con las lágrimas en el borde, con los suspiros contenidos, respirando el olor a monte, con la mirada extraviada en los surcos de fresas, con el olor de los aguacates de La Aguacatera, entre pinos, cipreses, y el aire frío de San Lucas Sacatepéquez. Entre el ayer y el hoy, en mi eterno vaivén. En este presente de inquilina, relata.
Con dolor, pero sin derrota, con la dignidad incólume y la capacidad de sorpresa a flor de piel enfrenta su condición de «ilegal». Los recuerdos le saltan al borde del camino y la tocan, como si no tuviera piel, o la atraviesan, como si fuera nube. Es como sentir de nuevo el calor de hogar y el abrazo hermano de los amigos de mi infancia. Es no sentirme extranjera y desterrada, reafirma. “Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas….” Y que “…Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida…”
Ilka sostiene que la deportación en su vida está a la orden del día “Es algo con lo que he aprendido a vivir. Por eso no me aferro a este país y tampoco hago planes a futuro, vivo el presente, el instante, ni siquiera hago planes a mediano plazo porque mis circunstancias de indocumentada no me lo permiten. La deportación llegará tarde o temprano y es algo inevitable, aprendí a vivir con eso».
Así como las historias de vida ilustran claramente el fenómeno de la migración, las realidades colectivas también son impactantes y muy dicientes. Actualmente se dice en la mayoría de medios a nivel mundial que Europa vive «una crisis de refugiados».
La verdad es que la crisis es del sistema europeo, que tras cientos de años de colonialismo y saqueo, invasiones, guerras, OTAN y otras razones ha llevado a que miles de personas busquen hoy cruzar el Mediterráneo. En el intento muchas de ellas han encontrado, y cada día siguen encontrando la muerte.
Las muertes de refugiados al cruzar el mar egeo están aumentando a un ritmo alarmante, advierte la organización internacional para las migraciones (OIM), tras dos naufragios mortales cerca de las islas griegas en la presente semana.
Agencias de monitoreo de las migraciones anunciaron que las muertes de refugiados y migrantes que cruzan el Mar Egeo entre Turquía y Grecia han ido tristemente aumentando
«Las muertes en esta ruta están aumentando a un ritmo alarmante. La sola observación de mis notas de los últimos informes, hace dos semanas, se informó de 50 habían muerto en esta ruta, una semana después 95, unos días después casi 160, por lo que se está duplicando casi cada vez que vengo aquí y al día de hoy 218. Como punto de referencia, no había tantos muertos en el lado del Egeo del año pasado mediterráneo hasta mediados de septiembre «, dijo Joel Millman, de la OIM.
Según fuentes del órgano las muertes ocurrieron a pesar de que sólo 55.000 personas – un «número muy bajo», comparado con las cifras registradas el año pasado – cruzó por esa ruta durante este mes. En total 244 personas fallecieron cuando intentaban cruzar el mediterráneo
«Es evidente que algo ha cambiado, ya que estos barcos son menos aptos para el mar y al parecer están saliendo abarrotados, así que esto habla de que probablemente hay un pánico en el mercado de que esto no va a durar mucho más tiempo», señaló Millman.
Frente a la crisis, varios países europeos han optado por dar la espalda a los refugiados, aplicando la confiscación de objetos de valor como forma de pago por su estancia, lo que complica aún más la situación de estas personas que sólo buscan huir de la guerra y la violencia.. Esta medida tan criticada por organizaciones de derechos humanos, empezó a ser aplicada en Dinamarca, Suiza y varios estados del norte de Alemania…
Lamentablemente el éxodo de refugiados ha impulsado a muchos gobiernos occidentales a reducir la protección de los derechos humanos, según algunas organizaciones internacionales.(Tomado de teleSURtv.net)
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