divergencias

Divergencias

Por: Edmundo Orellana

Recientemente, en un programa televisivo de debates, al que estaba invitado, junto con un distinguido jurista, intervino la candidata a la presidencia de Libre, Iris Xiomara Castro Sarmiento, para cuestionar declaraciones que expresé sobre su partido.

Respeto y admiro a la candidata, no por ser mujer, porque es una condición natural, que, instintivamente, nos motiva a los varones ser deferentes, sino porque tiene cualidades humanas sobresalientes que inspiran esos sentimientos.

Cuando lideró la resistencia contra el Golpe de Estado no la motivó solo su condición de esposa del presidente defenestrado, porque, desde una posición más cómoda pudo haberlo hecho, sino su firme convicción de demócrata, enarbolando dignamente la bandera del retorno al orden constitucional quebrantado por quienes son los verdaderos responsables del engendro que vino después, flagelándonos por aproximadamente 12 años. Se enfrentó valientemente a la represión militar sin más armas que la razón y el Derecho, cuya fuerza irresistible venció todos los obstáculos, incluso la represion. Sin desearlo asumió el liderazgo que su marido no podía ejercer desde el exilio, pero trascendió lo político- partidario y encarnó los anhelos por la restauración de la República y la Constitución, evocando las gestas patrióticas que históricamente han monopolizado los hombres y de eso hace mucho tiempo, tanto que los menores de 60 años no pueden dar cuenta de ello. Su estilo de liderazgo despertó la admiración de todos, aún de sus represores.

Aclarado esto, debo continuar con el tema. Cuestioné que Libre para colocar sus partidarios en los órganos en los que tiene representación, seguramente había negociado, porque los partidos tradicionales no acostumbran ceder espacios que pueden retener holgadamente, por lo que el PN, dueño absoluto del Poder por el apoyo del PL, solo podía cederlos a condición de…Qué fue lo que cedió Libre no lo sé. Pero que hubo negociaciones, las hubo; lo que reconoció un popular diputado de Libre en un importante programa televisivo de debates, en el momento de las negociaciones.

La candidata sostuvo, con firmeza, que su partido tiene derecho a esos puestos porque se lo ha ganado, particularmente en la calle. No discuto la pujanza de su partido que, en dos elecciones, demostró su popularidad, ganándolas. Pero estimo que esa larga lucha por el Poder, con los sacrificios que implica, ha dado esos resultados porque ha despertado en una gran cantidad de hondureños la esperanza de que algo bueno vendrá para el país si Libre alcanza el Poder; en otras palabras, que esa lucha no debe ni puede culminar con la simple exigencia de cargos públicos. Solo la congruencia entre los altos intereses de la Patria y los anhelos de sus simpatizantes justifican su popularidad.

Nuestras divergencias, muy profundas, por cierto, radican en la creencia de la candidata de que los partidos políticos tienen derecho a los cargos públicos. En otras palabras, que los cargos públicos deben ser ocupados por representantes de los partidos políticos. Esto nos lleva, entonces, a aceptar que lo hecho por los partidos políticos tradicionales es correcto. Es decir, que es legítimo repartirse el CNE, el TJE, el TSC, el MP y hasta la Corte Suprema de justicia..

Me permito disentir de la candidata porque estoy convencido de que los cargos públicos y las instituciones en cuya jerarquía institucional se insertan, son del pueblo hondureño con cuyos recursos se financian, que, por ello, espera que quien los ocupe sean verdaderos “servidores públicos”, es decir, personas al servicio del pueblo hondureño sin distinción. Si fuesen representantes de partidos resolverían a favor de los correligionarios y en perjuicio de sus adversarios políticos, lo que perpetuaría el sistema de impunidad, con su justicia selectiva, que vivimos y por cuya desaparición, supuestamente, lucha Libre.

Para ilustrar con un ejemplo mi posición me permitiré aprovechar un debate que ha estado presente en las redes por mi exposición mediática. Me refiero a mi gestión como Fiscal General. Unos opinan que fui el mejor, otros que fui el peor. Sobre los que afirman que fui el peor, respeto su opinión, pero nada tengo que decir al respecto. Sobre los que dicen que fui el mejor, debo aclararles, después de agradecerles, por supuesto, que es injusto la afirmación, porque si algún mérito se reconoce a mi función se debe, no a mí personalmente, sino al equipo de jóvenes fiscales, agentes de investigación, médicos y peritos forenses y personal administrativo que fue seleccionado por concurso, sin la exigencia de acreditar militancia partidista ni recomendación de políticos. Fueron ellos y ellas (con un promedio de edad de 24 años) quienes desplegaron una lucha sin cuartel contra la impunidad que permitió acusar a altos funcionarios del Estado- muchos, correligionarios políticos de su jefe, el Fiscal General-, entre los que destacaban el mismo Presidente de la República y el Alcalde de la Capital. Fue posible porque esos y esas jóvenes tenían la convicción de servir a su país, no a un partido. Si algún mérito tengo es el de haber reclutado masivamente el personal mediante concurso imparcial y objetivo e insistir a los nombrados que se apegaran irrestrictamente al Derecho..

Esa convicción fue el dolor de cabeza de fiscales generales que, posteriormente, intentaron imponer directrices político-partidarias al actuar del MP, provocando las primeras huelgas cuya motivación no era salarial (¡inédito en la historia del movimiento de los trabajadores organizados!), sino la exigencia de que el MP se apegara a la ley, en respeto al Estado de Derecho. Y sigue siendo el dolor de cabeza de los corruptos desde trincheras como la desaparecida UFECIC y su sucedáneo la UFERCO, cuyo jefe, Luis Javier Santos, surge de esas primeras promociones de fiscales, inspirados únicamente en su condición de “servidores del pueblo hondureño”.
Por esa razón, discrepo de la opinión de la señora candidata de Libre, a quien reitero mi admiración y respeto.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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3 comentarios

  1. Reitero que su desempeño como fiscal estuvo apegado a la ética; si fué eficiente o nó no puedo afirmarlo porque no escruté todos los casos (salvo algunos destacados) y su resolución chocó contra la deshonestidad de otros operadores de justicia como los jueces. El punto es que la militancia partidaria (y no la política) no es un freno para que el funcionario se apegue a altos valores morales; (conocen el caso de Tomas Becket?). En la situación y contexto actual, Doña Xiomara expone el hecho de la necesidad de que Libre tuviese representantes en los organismos electorales y estoy seguro que no tiene la idea de que fiscales y jueces necesariamente pertenezcan a Libre. Denoté que el desempeño de Paola y Ricci en el CNE ha sido el pertinente y apegado a la ética. Hay voces de censura (no de crítica porque no son constructivos) y más bien obedecen a la frustación de perder su elección que no sólo es consecuencia del fraude de los representantes a las MER que sufren del mal de la deshonestidad (endémico en Honduras).

  2. El comentario de Don Edmundo aplica para un empleo común y corriente, no para órganos electorales dirigidos por representanyes partidarios. Su punto de vista será aplicable en una etapa posterior de esos organismos. Donde sea diferente su funcionamiento y estructura, en la actualidad el comentario de Don Edmundo está totalmente fuera de lugar, si agregamos que la base de su comentario tiene una fuerte dosis especulativa – subjetiva mucha menos razón tiene. Aclaró que Don Edmundo cuenta con mi admiración y respeto desde su actuación como fiscal, pero al igual que todas las personas tiene derecho a equivocarse.