Fotoreportaje por: Fernando Destéphen
Redaccion@criterio.hn
Tegucigalpa.- El décimo día de la cuarentena decretada por la pandemia del coronavirus estuvo marcado porque el gobierno permitió que bancos y cooperativas abrieran sus oficinas para que la gente pudiera retirar dinero. Ante las protestas por alimentos, el gobierno decidió suspender de manera temporal las medidas de confinamiento. Fueron múltiples las filas en busca de sacar sus ahorros o recibir sus remesas para hacerle frente a la crisis que, según dicen los expertos, podría durar más allá del mes de abril. Los más pobres acudieron a las gasolineras a buscar gas queroseno para sus antiguas estufas que funcionan con ese combustible fósil.
Largas filas de personas se pudieron observar en las agencias bancarias y autobancos. También en las tiendas de electrodomésticos, donde funcionan agencias bancarias para recibo de las remesas. La incertidumbre se apoderó de la población.
La gente salió en forma de filas con múltiples colores, con botes para gas, mascarillas de todos los tipos: tela, quirúrgicas, de las de 30 lempiras, de las caras, algunos pañuelos también.
Durante la mañana casos confirmados de Covid 19 se mantenían en 36.
En las filas tanto de gasolineras como de bancos, en algunos lugares se guarda la distancia, en otras el pánico se apodera de las personas y cualquier intento de adelantarse en la fila o entrar es castigado con gritos e insultos. La sociedad del miedo y la desconfianza.
Adultos mayores y otros no tan mayores era lo que se veía en gasolineras y bancos.
Durante el día las calles se miraban libres, solitarias, tristes. Los policías o militares detenían poco -sabían que había permiso de salir- pero aún así el país funcionó bajo el mecanismo del miedo y la confusión.
Los capitalinos salieron no a pagar sus deudas con los bancos sino a buscar dinero de las remesas que reciben de sus familiares en el extranjero para poder enfrentar el encierro y la falta
de víveres en sus hogares. Otros salieron a buscar gas queroseno para sus rudimentarias estufas.
Autoaislamiento, distanciamiento social, pedidos a domicilio, lo que antes fue una sociedad obrera básica ahora es una obesa masa que se escapa de las proporciones por la presión.
Las protestas comenzaron ayer, lejos de exigir la renuncia del Presidente Hernández, o gritarle #FueraJOH le exigían comida, comida.
#QuedateEnCasa funciona a medias. Para la microbióloga Miriam Aguilera, la expansión de la enfermedad será en la clase alta y media, porque son estos dos grupos etarios son los que pueden ir a un banco o un supermercado, no así el más de 60 por ciento de pobres de Honduras, ellos serán, al final los que no serán -de cierta forma- los responsables de lo que el presidente Hernández advirtió como: “lo peor está por venir”.
Aguilera también admitió que ya se perdió el control de los casos indirectos, lo que hace unos días, Gabriel Rubí advirtió que serán alrededor de mil.
Al cierre de esta nota en Honduras se registran 52 casos confirmados.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas