Por: Gustavo Zelaya Herrera
En la realidad del Macondo de Gabo ocurren situaciones maravillosamente absurdas. Remedios La Bella sube al cielo y en tierra alguien se molesta por las sábanas que se llevó. Todos los hijos del Coronel Buendía son asesinados en una misma noche y si alguno se salva se debió al carecer de una cruz de cenizas en su frente. Mauricio Babilonia exhibe sus pasiones por culpa de las mariposas amarillas que lo rodean. Los gitanos exponen imanes para detectar metales y al diamante más grande del mundo que se derrite por el infernal calor que castiga la ciudad.
En plena selva se construye un teatro, música francesa se escucha por ciertas calles y en los burdeles las putas muestran sus maternales virtudes. El incansable Melquiades, desde su portentoso laboratorio, hace imposibles esfuerzos por fabricar oro y descubrir las leyes del universo.
La ciudad es invadida por la peste del insomnio y llegan mercaderes, cirqueros y funcionarios de los que nadie recuerda su llegada. Pescaditos de oro son elaborados y destruidos en un eterno ejercicio para vencer el tedio. Toda esa desbordante realidad es armoniosa, contradictoria, compleja y absolutamente coherente gracias a la genialidad del Nobel de Colombia.
En nuestro dulce y amargo Macondo todo eso es superado. En nuestra Honduras la realidad es mucho más absurda y efectiva que lo imaginado por Gabo.
En este duro y suave suelo existen situaciones que escapan a los deliciosos sueños en Macondo. Dura y cruel. Tersa y áspera. Digna y oprobiosa nuestra tierra.
Hace algunos meses se efectuó un ejercicio de selección de magistrados por medio de una junta nominadora que certificó la pureza y santidad de los ungidos para formar parte de la Corte Suprema de Justicia.
Se les practicó sahumerios y fueron bendecidos por castos pastores que dieron fe de su integridad. Ahora uno de esos probos es nominado para escoger jueces anticorrupción y ha sido acusado de respaldar con su firma la compra de equipos automotrices sobrevalorados que sólo pueden utilizarse en automóviles de la elite. Dineros públicos para fines privados.
Un expresidente que se entregó a la policía norteamericana frente a un juez de Nueva York se declaró culpable de soborno y fraude en la escandalosa causa del Fifagate. Está siendo procesado por sus delitos y ahora en importantes medios de comunicación hace un llamado a sus seguidores para que participen en elecciones internas para colocar a la honestidad en el poder político de la nación. Un delincuente confeso pide votar por un pariente sin que los periodistas de esos medios cuestionen tal asunto. Los sirvientes cubren de elogios la intervención del facineroso.
Jueces y fiscales se unen para capturar estudiantes universitarios que protestan por modificar normas académicas al parecer inconsultas que afectan su actividad. Una funcionaria declara que solicitar la modificación de esas normas es estar fuera de la realidad. Es decir, son elevadas a la categoría de dogmas eternos y absolutos al mismo estilo que las medievales verdades reveladas.
Algo inconcebible en un ambiente realmente académico en donde todo debería ser puesto en duda y en pleno siglo de la tecnología de las comunicaciones. Se trata de aplastar a quien se oponga y demostrar en donde está el poder. Da la impresión que aquí no están en juego asuntos como la argumentación fundamentada ni el debate con tintes racionales. Parece que todo fluye pero nada cambia.
Comisionados Generales de la policía denuncian la penetración del crimen organizado en instituciones públicas y son acusados de desobedientes y salir de forma irregular por las aduanas. Desde muy temprano en las instalaciones y parques públicos policías activos están coronando al símbolo de honestidad que identifica a esa institución que ahora se muestra como un putrefacto manzanal. En este día discursan y hacen actos frente a estatuas y bustos de Cabañas. Como que declararse contra el delito es convertirse en enemigo del poder que hace posible la justicia.
Un medio de comunicación es censurado y cerrado por exhibir documentación que prueba actos de corrupción y saqueo de fondos públicos que favorecen al partido gobernante. Tal persecución pone en peligro a empleados, a periodistas y a sus familias con la complicidad de todo el sistema judicial que más bien se prepara para hacer efectivo el atropello a la libertad de expresión. Todos esos actos se hacen en nombre de la ley y con todos los medios legales para aplastar los derechos de comunicación de las ideas y al trabajo. En nombre de la ley y el orden se privilegia la injusticia.
Hoy es 9 de enero y en un día como hoy, en 1805, nació José Trinidad Cabañas Fiallos, al parecer uno de los más leales y valiente seguidor de Francisco Morazán. En vida fue presidente de nuestro Macondo, al terminar en su cargo fue halagado con otros cargos públicos y con una pensión vitalicia a lo que renunció para no afectar las finanzas del Estado. Se retiró para ejercer su oficio principal: era leñador. El exuberante Macondo de Gabo parece caricatura frente al efectivo, real y grotesco Macondo hondureño.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas