Libertad presente, justicia ausente

¿Cultura de cancelación o cancelación de cultura?

 

Hay una epidemia que arrasa contra la pluralidad de opinión dentro de los ecosistemas digitales, principalmente en Twitter. Se trata de la cultura de la cancelación. Para quienes desconocen del fenómeno, hablamos de un ataque cibernético cuyo objetivo es deslegitimar y censurar a una persona por comentarios racistas, alegaciones de acoso sexual, por poseer ideales misóginos, machistas, o defender principios familiares en contra de la homosexualidad. ¿Suena justiciero, ¿no? Sin embargo, ¿quién determina qué ideal es mejor que otro?, ¿por qué deberías de ser condenado por usuarios anónimos antes de realizar una reflexión interna o ser sometido ante un tribunal en caso de que hayas cometido un delito?

La proliferación de esta cultura por diversos canales digitales nos ha llevado a observar que no se trata de una simple defensa ante una postura, sino de una moralidad altanera y soberbia que pretende mermar las posiciones contrarias en caso de que esta ofenda o atente contra la perspectiva de quién comete la censura. La retórica es la siguiente: “si no puedes opinar igual que yo, te mando a callar.” Obviando por completo el diálogo y el debate entre la tesis y antítesis para obtener una síntesis de ideas. Sócrates llora en su tumba.

Uno de los casos más recientes, notorios y polémicos de este fenómeno ocurrió en el 2018, cuando el comediante y actor, Kevin Hart, fue elegido anfitrión para presentar los Oscars. Para el comediante, fue un sueño hecho realidad que tuvo una extensión de 48h hasta convertirse en pesadilla. En momentos, comentarios y chistes homofóbicos, hechos por el actor once años atrás, regresaron a protagonizar los titulares de los diarios y tabloides nacionales e internacionales. Tachado como insensible y desconsiderado contra la comunidad LGBTQ+, La Academia de Cine se vio obligada a exigir una disculpa por parte de Hart para silenciar críticas que provenían de un pasado desenterrado. El comediante se vio frente a una encrucijada que definiría su carácter, al igual que determinaría una oportunidad profesional histórica para la comunidad afroamericana en EE. UU. Optó por fortalecer su postura y no ceder ante los troles cibernéticos. Hart, negó la disculpa y renunció a su sueño.

Las acusaciones desenfrenadas contra el comediante coaccionaron a que la Academia tomara la postura de aquellos que alegaban en contra de Hart, como consecuencia, la gala de los Oscars del 2019 no gozó de un anfitrión. Lo más desasosegante es el hecho de que una multitud bulliciosa, por una coerción digital, logró dictar el posicionamiento de una organización ante un tema cuyas posturas fluctúan con regularidad, lo cual no es erróneo hacer. Irónico, debido a que el cine es un canal artístico de libre expresión.

Así como Kevin Hart, hay una opulencia de casos similares que son desconocidos, debido a su falta de notoriedad, pero que impactan sus oportunidades laborales de la misma forma, o de manera más exacerbada. Tomen a Alexei McCammond, por ejemplo, una editora de 27 años que se integraba a la revista Teen Vogue como cabecera de la unidad. Días después de que la revista anunciase su incorporación, McCammond, entregaba su renuncia, sin poder asumir el cargo para el que fue contratada. ¿Motivo del despido? Tuits de carácter racistas y homofóbicos hechos cuando era una adolescente de 17 años. ¿Es justificable la terminación laboral de un empleado por el posible altercado que pueda producir una postura expirada entre sus colegas? Veámoslo desde otro punto de vista: ¿la libertad de expresión conduce hacia la guillotina social que nos arrebata de futuras oportunidades?

Cociendo labios con el hilo de la censura perpetúa los ideales que se condenan, es la grieta de una defensa sin argumentos fundamentados, incapaces de disuadir con respeto para entablar un diálogo donde ambos involucrados puedan alcanzar un punto medio, o en el mejor de los casos, que uno de los ideales triunfe sobre le otro. Es una ruleta de hámster que rezaga los avances sociales.

Por otra parte, la cultura de la cancelación ha llevado a que las corporaciones apliquen la responsabilidad social empresarial, ya sea de manera social o ecológica. Sin embargo, existe otra perspectiva ante esta declaración: ¿han sido motivadas por las repercusiones que sufre la naturaleza y la sociedad, o sufrieron la coerción de una masa digital que los somete a un cuidado minucioso sobre su huella de carbono y declaraciones públicas? Por lo cual despliega la incógnita: ¿hasta qué punto las personas, empresas y figuras públicas poseen ideales propios?

La mejor arma en nuestro arsenal ante la ignorancia, la intolerancia, el racismo, la homofobia y todos los componentes que atentan contra la civilidad, es el diálogo. No canceles, afronta con cordialidad. No te burles, comprende y refuta. No te escondas detrás de la cortina de la cancelación, solo evidencia una falta de comprensión ante el tema que tratas. Mi consejo es mantener convicciones firmes, hasta que evidencia y argumentos suficientes te hagan cambiar de opinión.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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