Por: Thelma Mejía
Tegucigalpa. – El último informe de Transparencia Internacional, la oenegé más calificada en la materia a nivel mundial nuevamente azota a Honduras al indicar que el país cayó 11 puntos en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC), la caída más drástica de los últimos tiempos. Por más de dos décadas, el país no sale del vagón de la corrupción, se maneja en un rango de 2.3 hasta 2.8 en una escala de 0 a 10, donde cero representa acercarse más a la corrupción y diez acercarse más a la transparencia.
Solo como en dos ocasiones, en más de veinte años, Honduras ha logrado una escala de 3.0 y 3.1 en el IPC de Transparencia Internacional. Pero esta caída es tremenda y refleja como la lucha anticorrupción es cada vez más cuesta arriba. Los corruptos del triángulo norte, entre ellos los de Honduras, son tan cínicos que han abrazado el discurso anticorrupción fomentando y apoyando proyectos que más bien alimentan la corrupción.
Así lo expresó recientemente en un foro regional, el hondureño-estadounidense, Ricardo Zúñiga, uno de los asesores estadounidenses de alto prestigio e influencia en los círculos de Washington. Junto a otros expertos, convocados por el Instituto Nacional Demócrata (NDI), por sus siglas en inglés, analizaron los flujos de la cooperación de Estados Unidos para el triángulo norte de 2014-2019.
También, externaron las nuevas líneas oficiales y no oficiales de la administración Biden, y fueron enfáticos al indicar que el presidente estadounidense no jugará con los corruptos centroamericanos y que se verán nuevas sorpresas para los corruptos, aunque éstos se sientan protegidos, blindados en su impunidad y jactanciosos creyendo que el brazo de Washington no los va a tocar.
Pero mientras esos aires de cambio lleguen, Honduras parece decidida a vivir en la endogamia, las elites políticas, en su mayoría, y en especial las que representan la obscuridad, siguen tejiendo el país a su medida, pactando hasta la vergüenza, porque la dignidad hace tiempo la abandonaron. Su ambición por retener el poder y mantener sus cacicazgos no les impide pactar “con el diablo”, si es preciso, aunque éste sea un capo de la mafia o un corrupto de altos quilates, si es que no son la misma cosa, a la vez.
Su ambición les hace desconocer que la democracia hondureña ha entrado en agonía, que también va en caída libre, y que en zonas en donde los partidos políticos históricos y algunos de los nuevos, los apoyos les eran contundentes, hoy ya no son tan fuertes. Un reciente estudio académico muestra esa desafección con la democracia en varias zonas del país.
Se suma a ello los problemas de gobernabilidad y debilidad institucional, porque si hay una característica que ha tenido la corrupción en el país, es la capacidad de crear instituciones paralelas, que lejos de fortalecer el Estado de Derecho y la institucionalidad, lo debilitan, desdibujan, y torpedean sus funciones para ser, como cita Zúñiga, una especie de cinismo robándose el discurso anticorrupción para fomentar la corrupción. Los ejemplos, saltan por sí solos, y la pandemia nos recuerda varios de ellos.
Es tal el cinismo, que se justifica o se llama al silencio en el tema del atraco de los hospitales móviles, 47 millones de dólares, llave en mano, pagados a un fulano que escribió un libro en donde destaca como “sobornar” a los gobiernos latinoamericanos, es uno de los mayores azotes de la corrupción de los últimos tiempos. Luego se compran ventiladores mecánicos, defectuosos, prohibidos, y se paga también millones de dólares, llave en mano y, al menos dos pacientes de coronavirus habrían fallecido como consecuencia de esa compra panda y defectuosa. Murieron, porque los aparatos a los que estaban conectados dejaron de funcionar.
Pero no solo eso debilita el país, lo hacen también sus sentencias en los llamados casos emblemáticos de corrupción. Así lo muestra una veeduría judicial hecha por la organización Abogados sin Fronteras junto al Centro de Estudios para la Democracia (CESPAD), evidenciando como los tribunales de justicia, violando tratados internacionales, la doctrina en materia de jurisprudencia y hasta la convención contra la corrupción, traicionan a la Diosa Temis para recordar a la gran mayoría de los hondureños, que ellos, los de pies descalzos, los que carecen de influencias, no pueden aspirar a la “igualdad” ante la ley. Hasta “el Porky”, tiene más “derechos” que ellos.
Esa veeduría está ligada a dos casos de impacto elevados a juicio por la MACCIH/UFECIC del Ministerio Público, y recuerda las recientes declaraciones del fiscal Luís Javier Santos, que aún se pregunta porque una juez natural no vio delito en el desvío de 80 millones de lempiras del caso Pandora que fueron a dar a los bolsillos de un político hondureño que ahora, corre nuevamente por una curul en el parlamento. Los dineros de Pandora desviados fueron 12 millones de dólares, eran para los pobres, pero fueron desviados para financiar campañas políticas y cuentas particulares de instituciones jurídicas y naturales.
Esas acciones de extraña justicia, generadoras también de pobreza y desigualdad, inciden en las caravanas migratorias, en el desencanto con la democracia y abren, en el período electoral actual, mecanismos más amplios de riesgo político.
De ahí que las actuales elecciones, primarias, internas y generales, sean quizá las más cruciales para la historia de Honduras: la hundimos o la rescatamos, no hay dobleces, solo una realidad con dos caras. Y muchos, quisieran, que no hubiera elecciones, aunque abracen, con el cinismo de los corruptos el discurso anticorrupción, el discurso de “elecciones en democracia”.
El riesgo político aumenta así en lo que los expertos denominan múltiples shocks para un país en emergencia permanente: por crisis sanitaria, económica, política, climática, corrupta y de cinismos permanentes.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas