Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
a Julio que no entiende
Claro que decepcionan los caudillos, cuando nos ilusionamos demasiado, todos. Quizá su principal defecto es que se dramatizan y su mayor virtud, que aman al pueblo como a si mismos. ¡Dan su vida por él! No pudieran ser más contrastantes las personalidades folklóricas del comandante peje y el vaquero, pero comparten esa pasión y limitaciones de formación. (Negarle recursos al Instituto de Antropología en Honduras en 2008 y en México en 2020 es ignorar la función del patrimonio cultural en el desarrollo.) Todo gobernante además se equivoca inevitablemente, cada cual según su más hondo empeño, temor y punto ciego. Fue una tontería llamar -para ayudarlo- a JOH y permitir la represión del migrante al que del diente al labio defendía. AMLO ¿demoró demasiado en recomendar el distanciamiento social? ¿Acaso no era lo contrario del acercamiento y la integración social que anhelaba?
Más aun contrastan sus países. México podría un día ser una potencia regional. Con más de 135 millones de habitantes. Honduras llega a 10, y con medio país emigrado. México tiene cien años de evolución institucional. Honduras no ha tenido más de 17 años de continuidad en el último siglo. México cuenta con los recursos estratégicos de un territorio que, aun compactado, es casi veinte veces el de Honduras, que no cuenta con recursos estratégicos. No hablemos de culturales y científicos, que son la ventaja efectiva. Pero ambos colindan con el Caribe y el Pacífico, provienen de antigua raíz Mesoamericana y conservan identidades étnicas diversas, incluidas la Nahuatl y la Maya. Ambos se forjaron en una hispanidad híbrida, rezándole a los santos, los ancestros y a los orixas en trópicos remotos. Ambos están demasiado cerca de EUA y lejos de América Latina. Conque conllevan historias paralelas que, contra natura, a veces se tocan, con o sin transformaciones inacabadas, y desniveles. Y ambos participan del mismo una profunda fractura clasista y el dilema de una integración social pendiente. Sus elites reacias temen todo incubo de novedad, sus pueblos comparten miedos, miserias y anhelos al final muy semejantes, incluso en sus desviaciones.
En esta última analogía se fincan las raíces compartidas de los proyectos políticos de Mel Zelaya y Andrés Manuel. En un contexto mayor, los parecidos proyectos progresistas de América Latina en este fin de siglo reciente, el de Chávez y de Corea, el de Kirchner y de Evo, el Sandinista y del FMLN, los de Pepe en Uruguay y Bachelet en Chile. Claro, se hablaba poco en México de esa filiación con el amplio fenómeno latinoamericano, porque, se sabe, no hay dos como México. Pero todos sabíamos que, igual, le faltaba justicia. El 68 ya lo había reclamado. Marcos había sido después un asomo de ese reclamo, albeit fácilmente aislable, como la guerrilla en Honduras de 1977 a 1980.
Igual Mel que AMLO tuvieron que aguantarse un par derrotas (son sociedades conservadoras, la elite teme, la masa recela) y otro par de fraudes, o triunfos negados antes de conquistar el poder por tenacidad. Y ambos, Mel y AMLO intentaron desafiar la desigualdad abismal que fractura a sus países. Para integrar naciones más justas y fuertes, con políticas de inversión y realizando transferencias masivas de recursos a los sectores y regiones más postergadas. Granjeándose simpatías y, asimismo, la previsible resistencia tenaz de sus contrarios. Señalando esa raíz común hago un breve ejercicio comparativo, porque creo que en la comparación está la moraleja. Confrontando lo que pretende cambiar AMLO con lo que, hace once años intentaba Mel en Honduras. Las reacciones que esos proyectos precipitaron, la conspiración, en Honduras el golpe y sucedáneas degradaciones.
Ante la crisis económica -que echó por tierra sus avances- la presión y el prospecto de la reacción, en Agosto del 2008 Mel suscribe el Alba, en Septiembre se rehúsa a facilitar vía presupuesto la corrupción del Congreso. Y a fin de año anuncia un aumento al salario. Se mete con el malo. (Una reunión de conspiradores acuerda financiar la operación y el Southcom se ofrece a cooperar). A inicio del 2009, sistemáticamente todos los medios de comunicación se sintonizan en una campaña negativa de desgaste, en absoluto espontánea, ridícula pero consistente. Adentro y afuera, se alega que Mel es un títere de Chávez, ofende a EUA, es una amenaza, va a querer reelegirse, hay que sacarlo.
Igual, observé una animadversión profunda contra el proyecto social de AMLO de parte de una burguesía mezquina y falta de visión histórica, desde el día antes. Aunque vacilantes, los proyectos del Peje avanzaron, tenían eco, resonaban como un enjambre. Las amplias fuerzas de los intereses contrarios entendieron que tenían que convivir con el, que gozaba de gran simpatía general, por lo demás siempre voluble. Pero, en las naciones escindidas no hay tal cosa como una oposición leal. Los mismos de antes confiaban en retomar pronto el poder.
Se pensaba ¿sobrellevar un sexenio? Las cosas no pintaban mal, los precios del petróleo andaban bien. Trump no molestaba ya demasiado. ¡Las caravanas de hondureños (que no acaban de entender que son consecuencias del golpe), alborotaban al atávico Masiosare que quiere hacerle al istmeño lo mismo que hacen con él! Había que esperar el desgaste, la atrición. Con la pandemia, se alcanzó un punto de quiebre y precipitación. Todo el mundo y no solo AMLO, enloqueció invocando santos y amuletos y la derecha oportunista se reconstituyó, apelando a todos, incluso a esa izquierda moderada que, como hubiera podido decir Melchor Ocampo, también es derecha. ¿Hay que sacarlo?
Eso se proponen conseguir ahora los intelectuales orgánicos del estatus quo ante, del nacionalismo charro neoliberal. Según esto, el odio que emana de su círculo rojo (una conspiración infernal) y que predican se propaga, extiende y avasalla a la opinión generalizada de los medios. E inevitablemente desemboca en una opinión pública masiva adversa, que facilitará el trabajo de contrarrestar al presidente, para inmovilizarlo al quedarse solo. (La mediatización es el embrujo que transforma los molinos en gigantes malatos.) Debilitar la fuerza electoral del Morena en las elecciones legislativas y luego revocar el mandato. Eso -impunemente- anuncian que harán. ¡Qué tiempos! ¡Que usanzas!
Nunca le interesó la opinión pública a la Derecha Mexicana, así, con mayúscula. La reacción histórica y siempre entreguista, la corporativista de la caricatura, la contrarrevolucionaria. Pero ahora ya no se puede sin ella, y entonces, hay que acomodarla, aunque sea solo la opinión de minorías populosas. Mientras tanto Mel y AMLO no caen en cuenta que despertaron al monstruo, y que le están cediendo todos los espacios y las ventajas. Lucen sorprendidos, inocentes, naif y ¿en todo caso, faltos de estrategia? Para inocular a las conspiraciones, la izquierda progresista tiene que remirarse en ese espejo humeante, entender y anticiparse.
El poder público es una responsabilidad, lo entrega el pueblo para conseguir resultados, los cuales cabe exigir cuando defendamos a sus depositarios. Mel debió amarrarse para escuchar los cantos de la sirena. AMLO es sordo, pero se equivoca si cree que, para transformar a México, puede darle la espalda a su historia, o que la austeridad republicana pasa por olvidarse del siglo y despojar a las clases medias de derechos que son cosecha de su Revolución. Pone todo en riesgo si no recapacita con ciencia sobre el tempo, los márgenes y confines de su proyecto. Como hizo Mel[1]. Pero tengo claras la naturaleza y el origen del ataque ad hominem, y a mansalva contra sus proyectos. Y sus enemigos se equivocan más que ellos si creen que pueden para su lucro y molicie, mantener indefinidamente funcionando a sociedades tan rígidas, injustas y al final letales. Mi pronóstico, AMLO se queda.
Pero ningún gobierno latinoamericano podrá mantenerse en el poder cuanto precisa para adelantar un proyecto de modernización social que integre la masa a una sociedad de oportunidades, sin un reto, que requiere concertar el apoyo de las clases medias. En las FFAA y en el servicio público, en la institucionalidad educativa y en la juventud. Y nadie tiene derecho a fallarle al pueblo.
[1] Todos somos protagonistas de nuestra propia caída. Digo, aunque fui del grupo que luchó para sentarlo en la silla, su Coordinador de Gabinete Social hasta 2009 y su único Ministro de Cultura, fuera de aquella bailarina con traje de gatita a la que le financió un concurso presidencial de las artes, y lo he acompañado y a fundar el partido nuevo del que ambos somos autoridades.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
2 respuestas
YO A UD. NO LE ENTIENDO NADA, PUES SOLO LE LEI EL PRIMER PARRAFO Y PARECE QUE ESCRIBE PARA EXTRATERRESTRES. APRENDA A ESCRIBIRLE A UN PUEBLO IGNORANTE, PAPA.
A pesar de la crítica que hace Pastor Fasquelle a Mel, fue parte del gobierno , era parte de ese mismo proyecto y no hizo Nada para evitar que esa conspiración se concretara contra el proyecto qué el era parte.
Es más, una vez consumado el golpe de estado desapareció de la escena política ¿Dónde se metió Fasquelle cuándo el pueblo estaba de frente ante las armas de los represores en las calles?
Hasta ahora vuelve ha aparecer, no dudaría que tiene ganas de regresar de dónde nunca salió, el partido liberal.