Por: Joaquin Mejía Rivera
En estos tiempos de hipocresía diplomática y de un aumento de los autoritarismos, es fácil para los aprendices de dictador construir un régimen que tenga todas las apariencias de la democracia representativa y ser en la práctica un régimen autoritario y excluyente.
El caso del régimen Juan Orlando Hernández es el mejor ejemplo de cómo se puede construir una dictadura disfrazada de algunas formalidades democráticas que después del fraude electoral ya no se puede ocultar.
Como diputado y jefe de bancada en el Congreso Nacional, Hernández fue una figura clave en el golpe de Estado de 2009; siendo presidente del legislativo lideró en 2012 la ilegal destitución de 4 magistrados de la Sala de lo Constitucional que representaban un obstáculo a su proyecto continuista y militarista.
Y como presidente de la república, en 2015 fue el principal beneficiario de la sentencia de la Sala de lo Constitucional que él nombró para que le permitieran su reelección de facto. En estos tres momentos ha ido escalando posiciones de poder y concentrándolo en sus manos.
Esto le ha permitido colocar al frente del Ministerio Público a alguien que no se atrevería a investigar el delito de traición a la patria y al frente del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos a alguien que apoyaría su plan continuista en nombre de los derechos humanos.
Además, ha colocado al frente del Tribunal Supremo Electoral a un personaje oscuro a través del cual ha comprado las voluntades de los otros dos magistrados propietarios y ha puesto a la cabeza de los puestos claves de las Fuerzas Armadas a familiares y amigos para garantizar que estos traidores respalden por la fuerza de las armas su ilegal continuismo.
Con el control casi absoluto de toda la institucionalidad, también ha establecido una enorme red de favores y clientelismo para contar con el apoyo de un importante sector de la empresa privada, de los medios corporativos de comunicación, de las cúpulas religiosas y de un ejército de pobres obligados a vender su dignidad a cambio de una bolsa de comida.
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Y para controlar a aquellos cuya voluntad no puede comprar, reformó normas penales para convertir por decreto en actos de terrorismo las luchas democráticas y de defensa de derechos humanos; y si no fuera suficiente, ha promovido y permitido la consolidación de estructuras criminales dentro de las fuerzas de seguridad para eliminar cualquier obstáculo.
Con toda esta evidencia, reafirmamos lo señalado recientemente por Amnistía Internacional, en el sentido de que no hay espacio para que las personas expresemos nuestras opiniones y, cuando lo hacemos, enfrentamos toda la fuerza del aparato represivo del gobierno.
No hay duda que la reducción de espacios de libertad para la crítica, la discrepancia y la oposición es un elemento esencial para diferenciar a un régimen democrático de uno dictatorial. Juzgue usted la naturaleza de este régimen impuesto por un fraude electoral y sostenido a punta de balas.
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Un comentario
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