La batalla por la justicia

Claves para entender a Bad Bunny, y a Polache

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

a Raúl, cuya benevolencia me insufla confianza, a ritmo de rap

La última noticia es que antenoche, en Guatemala,[1] Bad Bunny (BB) se quejó, de que en Honduras le mintieron, diciéndole que le enseñarían a bailar, y no sabían. Yo me di cabal cuenta de que él existía, porque la propaganda cachureca produjo un video del arribo fastuoso (tal y como él exigiera supuestamente por seguridad) del susodicho artista… en una caravana de varios vehículos de lujo, con sirena, luces y blindaje, al Estadio Olímpico de San Pedro Sula el viernes recién pasado, y propagó valga la redundancia, -la propaganda azul- ese video, rotulándolo falsamente como arribo del José Manuel Zelaya hijo… al concierto de BB. (Son malos h.d.p.)

Antes, había escuchado el nombre, lo que supongo se ha vuelto inevitable. Pero no me había enterado de que era, ni reparado en las fotografías del trapero que hoy me asaltan: con anteojos de Star Wars, aretes y collar de crucifijo incrustado de piedras, en bonito vestido corto de niña, sin mangas, y flexionando -alto- los brazos para mostrar los abundantes pelajes de sus perfumadas axilas musculosas, o ataviado –este muchacho bueno– con amplio vestido de bodas rosa, ceñido bajo chaqueta blanca, y calzado con botas militares blancas, desamarradas. Imágenes un poco violentas del neo pop, con cada detalle cuidado al máximo, para cultivar lo que un comunicólogo llama la nueva masculinidad, aunque me luce más auténtico disfrazado de Pierrot –antier- en Guatemala. Nunca había, a sabiendas, escuchado sus canciones, aunque registré -sin entender que era suyo– el verso de su hit si tu novio te deja…que reza: si tu novio no te mama el culo, pa eso… ¡que no mame, mama! Y me dije, pues si…que no, ¿pa qué? a menos…. Los quiero mucho, los amo, dice BB a sus fans catrachos luego de decirles a los vecinos que no saben bailar. ¡El sucesor de Walter Mercado! ¡Que no sabe de tarot, pero le canta, como un Itacayo a la luna!

Me inspiran siempre un poco de suspicacia los espectáculos. No frecuento conciertos populares. Pero no voy a ir nunca a un concierto suyo. Unos segundos me bastaron para saber que –tampoco- deliberadamente, voy a escuchar más de sus canciones, jamás. No sé si es de mal gusto, o si simplemente no es de mi gusto. Aunque tengo un gusto amplio para la música, hasta amplísimo.[2] La ruidosa y mecánica percusión verbal del Conejo me deja impávido y aun me parece un desperdicio del silencio.

Benito Antonio Martínez Ocasio, lo bautizaron sus padres hace 28 años el Almirante del Sur; y él inventó ser Bad Bunny,[3] Conejo Malo, un rapero puertorriqueño con cualidades. (Tiene mucho mérito su compromiso contra la política corrupta, contra la indiferencia estadounidense en las grandes calamidades en su país, y a favor de los derechos de los homosexuales, especialmente contra la violencia, aparte de alguna obra de caridad, con niños, que costea.[4]) Se ha apuntalado una carrera profesional que despegó en 2014, hace ocho años, como artista (también es un actor fílmico), alcanzando más allá de cualquier cuestionamiento crítico subjetivo, mío o tuyo lector ilustre una popularidad colosal:  No.1 en el Billboard 200, 2020, Spotify‘s most streamed artist of the year, 2021 y el artista más escuchado jamás en Spotify en 2022, y ha ganado en los últimos dos años todos los premios Gramy, Latin Gramy, Billboard Music, Premios Lo Nuestro y Apple Music. En 2021 fue una de las 100 personas más influyentes del mundo según la revista Time.[5] O sea, tampoco es mi tipo, prima, no me gusta nada, su “arte”, el rap, ni su canción, pero no importa, no joda, el tío es un fenómeno. Hay que tratar de comprenderlo, porque si no, no estamos aquí. En este nuevo mundo raro de la dominación mediática, si no en otro, ¡menos real aun! De quien no se da cuenta que está en este mundo.

Envié por watsap a mis contactos y a unos cuantos más escogidos, la pieza de William Carballo[6] en El Faro, titulada Titi me preguntó ¿por qué odiamos o amamos a Bad Bunny? Es genial, Carballo, porque encontró la pregunta y, como dice Salvador Moncada, formular la pregunta es la ciencia. Carballo explica la diferencia irreconciliable entre los haters y los lovers de BB. Y estuve a punto de desistir de escribir nada, convencido de que ahí, en la pieza de Carballo, estaba lo que podía decirse, pero. Hay unas pocas cosas más, y elaboraciones que quizás merecen la pena. Empezando porque, aun si está clara la utilidad de plantearse ese contraste, yo no amo ni odio a BB, ni valoro tanto esas pasiones, como lo que puedo aprender de mi propia sorpresa frente a él. Y me hago la pregunta de otro modo. ¿De dónde sale o viene el Conejito Malo? ¿Qué resuena en su auditorio fanático? ¿A dónde nos lleva su arte, si es que es a un sitio y tiempo real? Buscaré contextos y analogías para acercarme, ya que no para promoverlo, y ahondaré en las otras contradicciones, que se pasan por alto y se escapan, por las que -al parecer- nadie pregunta. Frente a una moda, que entusiasma a grandes contingentes y torna ineludible.

Sos hip, o no sos. Hay entre los -según cuño de Carballo- haters de este galán, gente que presume de conservadurismo, alegando que debería prohibirse este espectáculo, diz que por vulgar. (Whatever. Hubo quien me exigió que prohibiera el rap y el reguetón cuando fui -hace muchísimos años- ministro de cultura.[7]) Pero el rap es un fenómeno cultural de masa, el que atienden con pasión y financian directamente los jóvenes, los estudiantes y los que no estudian ni trabajan de los barrios calientes, los mareros, las minorías sexuales, y los criminales profesionales que habitan en todos los barrios. Es innegable que tiene mucho de porno, lo cual le da un atractivo universal. Todo el rap y el de Bunny igual usa malas palabras (big deal) groserías dice él y conjura imágenes obscenas. Pero el primer llamado de mi generación fue a defender la libertad del lenguaje. Prohibirlo sería una tontería, en vez de una respuesta. Una censura que no emana de un juicio estético o moral, sino de un extremismo cultural y político, vinculado con el neofascismo represor, que –justamente- nació en América Latina en los 70s como reacción al avance de la nueva izquierda, y se conecta hoy, con quienes buscan -otra vez- detener a los pueblos.

En todo caso, el arte no debe censurarse ni santificarse. No defiendes una sociedad abierta y democrática, que garantice los derechos universales y a la vez prohíbes una manifestación artística contestataria, o un género artístico entero. Más se justificaría proscribir a los predicadores evangélicos que igual vienen, llenan el estadio, y apelando a la urgencia de redimir esa misma mala conciencia, venden el cielo y el infierno -decía don Niccolo- y juegan igual con el morbo del tabú, hasta generar en los cuerpos fieles un orgasmo catártico, agotador, antes de largarse en sus jets privados, con millones -mayormente en dinero y joyas- de la gente más pobre e inocente, sonrientes y sin haber tributado. Pero no solo ha sido permitido, el concierto del Conejo, que también se va riendo, si no que fue promovido por unos medios de comunicación cómplices, de repente socios suyos en la irresponsabilidad y, en el caso del Circo de esta semana en San Pedro, se realizó con el patrocinio de la Municipalidad, cuyo jefe se ufana del éxito y beneficio económico por alquiler del estadio y derrama a la economía local.

Salta a la vista que el del Conejo Malo es un Arte a descifrar. en claves múltiples. Que hay que entenderlo en su clave política global, veremos. Y en clave religiosa. Porque Bad Bunny asegura que su arte es una religión. De la cual no dice, pero él es el santón, el ídolo y el sumo sacerdote y las griterías histéricas de sus audiencias temblorosas son fieles aportantes y fanáticos, que atestiguan la inspiración motivante. Un arte a descodificar:

En clave del destrampe cultural, y ¿culminación de la liberación sexual? del último siglo: Un movimiento que ya lleva poco más de 100 años de gestación, que avanza, en las últimas tres generaciones, a vergazo limpio, desde la posprimeraguerra. Y que, gracias a la invención de los anticonceptivos en los 50s, ha visto la luz, cuando con el boom en los 1960s -en Rayuela- Cortázar explicó cómo había que coger para no comprometerse. Es decir, que lleva tres cuartos de siglo de haberse convertido en conciencia plena, abierta y rebelde de modernidad. Que se originó en EUA incluso en contra de los esquemas de poder en ese país, desde la alborada de los beatniks. Se vinculó al movimiento estudiantil contra la guerra, floreció en el amor libre de los hippies, pasando luego por la Alejandra Guzmán, a la que Will Carballo recuerda cantando hacer el amor con otro (pensé que se le había escapado la confesión). Aunque nunca se ha reflexionado lo bastante sobre el hecho de que la mojigatería contra la cual hubo que rebelarse y liberarse, no era un núcleo sólido de la cultura universal, sino una fina corteza victoriana del pietismo burgués decimonónico, de Buckingham. Y aunque habría que profundizar en Foucault, uno tiene -de lejos- la impresión de que la represión de las sexualidades lleva ese apellido, de Victoriana porque no preocupó a Carlos III ni Voltaire, sino a Freud y a.[8] ¿Quién era Victoria un siglo después?

La primera revolución sexual de que yo tuve conciencia plena fue la más tardía: la de los españoles, reiniciada y esplendorosa luego de la muerte de Franco. Ya en 1968, las chilangas y las parisinas no andaban con papadas y la gente se besuqueaba en las calles de sus grandes metrópolis. Pero el cambio fue más lento y espectacular en España. Yo estudiaba ahí justamente, y los españoles vivían un régimen piadoso, análogo al de los Talibanes, paradójicamente pervertidos. Lorca había escenificado la Casa de Bernarda Alba en 1945 y veinte años después abundaban aun las viudas de la guerra, vestidas de negro, en las calles. Las mujeres iban a la Iglesia veladas, sin maquillaje. Nadie se masturbaba. Y por supuesto no había adulterio, no digamos sexo oral, premarital, o foreplay.

Solo hipocresía y la práctica sin magia del coitus interruptus. A la muchacha que yo enamoraba le habían enseñado que tomarse de la mano era pecado, pero entrelazando los dedos, ¡pecado mortal, merecedor del infierno! Y la verdad ¡así de bueno se sentía! Y nos emocionaba que los Beatles cantaran I want to hold your hand en 1963.[9] La rebelión -a mediados de los setentas- se manifestó en feminismo y liberalismo sexual. Otra vez destacaba el vínculo con lo político, con la democracia, con los derechos. Porque la liberación sexual era, siempre es y será, subversión del orden político, y en algún nivel de la conciencia, eso lo entienden todos, arriba y abajo. Y luego en el juego con las drogas y el paso del hashish a ácido lisérgico, destrampe total.

¿Bad Bunny encontró aquí todavía espacio para encender el morbo? Estaba pendiente este, de la homosexualidad abierta y especialmente la masculina, cuyas ambigüedades siempre fueron más conflictivas por inocultables.[10] Ya no trajinábamos en los 60s con anatemas, pero preferíamos la homosexualidad discreta de una Gertrude Stein o James Dean, de Chavela Vargas o Tony Curtis. Por ejemplo. No es que se cohibieran mucho. (En un reciente documental aprendí que Chavela enamoraba a las mujeres de los ministros y los diplomáticos que asistían a los conciertos privados, y cayó en sus manos más de una cipota desprevenida.) Se acostaban juntos, pero James Dean y Marlon Brando eran iconos de la masculinidad de los 50s. Se toleraba que esa identidad se manifestara libre, en el boudoir o los privados del night club, pero no en la pantalla ni el escenario aun, si no que se pedía que fuera discreta ante el gran público. La nueva masculinidad ¿rechaza ese decoro? ¿O el mismo género?

Yo hoy soy heterosexual declara el Conejito Coqueto, y tengo una relación fluida (todos ya, menos yo), pero la vida da vueltas y no sé si de viejo, seré homosexual, como después de todo, muchas veces sucede. ¿Es universal, en el fondo, la bisexualidad? ¿Lo verdaderamente natural… es lo diverso? ¿Queda algún pendiente para liberar el cuerpo, preguntaría a Foucault?[11]Bunny ¿terminó ya de liberarnos? O, de una manera que no pudo ni siquiera imaginarse Foucault, a través de esos medios técnicos de comunicación, ¿hemos sido despojados de estos cuerpos? Del género, sin darnos cuenta. Porque en el sacramento de su fantasía mística, Bad Bunny puede ser el novio de todas y, como dicen, la novia, de todos; sobre el escenario no es varón ni hembra, homosexual de ningún tipo; no tiene sexo definitivo. El mensaje es que tampoco hay ya un género permanente, da igual, ¿pa que? Si no el provisional, del instante, que es más que suficiente.

Este happening en todo caso es un retrato exacto -en vinilo y spray fosforescente, con cinta sonora de estática- de la posmodernidad o el posmodernismo cultural dependiente, en rebeldía, que se enseñorea con la globalización, prospera en el consumismo irracional y se nos presenta como señal y logro máximo de nuestro tiempo. Un arte que se fundamenta en la aculturación,[12] la fusión y el desdibujamiento de las particularidades culturales, la difuminación de los identificadores. De tal forma que aquí no hay nada que sea realmente puertorriqueño, ni tampoco nada que pueda ser chicano, identificablemente centro o latinoamericano, mexicano ni caribeño o estadounidense, si no que una negación de todas esas cosas para producir la no identidad latina, análoga al no lugar. Y así como no tienes género, no tienes una identidad cultural. Tecnológicamente hablando, en el capitalismo informático, que prescinde del tiempo y el sitio, no hace falta.

Eso sí, un arte en clave urbana. Porque nadie entiende a Bad Bunny fuera de la ciudad y de la esfera urbana; lo puedo atestiguar yo que casi vivo en el campo y pregunto. Y ese es un punto de orgullo para quienes comparten el carisma de la gran ciudad, y suponen que -con venerar a este santón- son claramente urbanitas y lo comprueban. Los sampedranos de clase media y media baja popular que identifican a BB como ídolo del culto, sus lovers se congregan a su alrededor, ostentándose como gente de mundo, refinada, que sabe lo que está pasando, entiende la escena. Como por lo demás también son urbanos y de clase media y aun media alta -petulante o acomplejada- y así quieren identificarse los custodios de la moral y buenas costumbres, que rechazan o condenan con fiereza al rapero.  Y más bien lo soslayan -por ajeno a todo lo que conocen, entienden y disfrutan, que no es menos bueno- quienes se consideran paisanos, campesinos honrados, aunque entre ellos igual aflore la conciencia de que hoy es más sexy y tiene más prestigio ser urbano.  No lo rechazan por las beaterías burguesas sino por ser simplemente incomprensible como bicho y aun sin darle una importancia toral, ni reconocerle virtudes liberadoras, no porque desconozcan el tabú si no porque entienden de otro modo, como fenómeno natural sin morbo, la homosexualidad del manflor, la varona o el virago. Pero también en efecto porque, aunque no fueran de JOH, los votos rurales existen Batson, y son más conservadores que los urbanos. Y aunque no la malquieran, Magda ¿no podrá nunca, siendo feminista y cantando boleros salerosos, ganar la alcaldía de Tatumbla? No lo sé, pregunto.

A ese respecto, resalta también que, mientras que en los demás países visitados por la World`s Hottest Tour de BB los conciertos se ofrecen en las capitales, en Honduras, se escogiera darlo en San Pedro Sula. No porque en Tegus falten jóvenes, destrampe, estadios ni dinero fácil, sino porque los técnicos del mercado determinaron que el espectáculo tendría más afluencia general aquí, que es donde están los carteles de la droga. Los de la política están allá, ¿pero no asisten al estadio por preocupaciones de seguridad? Y porque Tegus es un poquito más hipócrita y más rural, ¿habida cuenta de la invasión de los diputados? Pero ¿verdad que no hay una contradicción entre invitar a los cantantes del narco-corrido al Altar Q, solemne sancto sanctórum del Palacio Presidencial y, por otro lado, advocar y defender la extradición para los narcotraficantes? Para nada, en absoluto, ¿entre consumir un arte alienado como el de Bad Bunny y por otro lado, declararse revolucionario? ¿BB acaso no es la Revolución en el arte? ¿Qué habría hecho con el Conejito, la Revolución Cultural de Mao? ¿Por qué el Conejo… no va a La Habana? ¿Por qué no fue a Tegucigalpa?

Y hay que entenderlo todo también en clave económica, de lumpen afluente y de la industria sin escrúpulos del entretenimiento. Porque al igual que el concierto del narco-corrido de los Tigres del Norte, el Trap incoherente de Bad Bunny no solo es capaz de generar una gran fortuna, y utilidades instantáneas millonarias,[13] sino que su escenificación de luces y sonidos también consume y evapora inmensa cantidad de recursos, en su extravagancia: su logística, su tren de vida loca, según se ufana Ricky Martín, amigo de BB.  La dimensión económica del fenómeno es pasmosa. Hay quienes simplemente forman una marabunta y se echan encima de la policía -que no puede detenerlos- para asaltar la entrada. Pero antes de eso, el auditorio es vulgo, lumpen, morralla, gentuza, plebe, chusma dicen aquí, de los barrios bajos y los cinturones calientes de la ciudad: los mismos que asisten a las carpas móviles en La Satélite, Los Carmenes, La Planeta, La Rivera. Quienes, para juntar el precio del boleto de L.800 a L.4 mil para privado en taquilla y, en reventa, los últimos a L14 mil ¿tuvieron acaso que delinquir, dejar de comer dos semanas o reventar una tarjeta de crédito clásica? No sé, pregunto. ¿De dónde sale el pisto?

Si en el primer año de recuperación de la pandemia con una inflación de 10% mis mozos, todos, se compran motocicletas que les cuestan mil dólares y  hay un estadio olímpico en San Pedro Sula lleno de gente pagando entradas de este precio para ir a ver y escuchar este espectáculo de una hora loca, algo no cuadra con la estadística de la pobreza de la E.R.P. Especialmente, porque una buena mitad de los asistentes al concierto venían del ámbito conurbano y más allá, de las grandes ciudades de la región noroccidental, de El Progreso y La Ceiba, de Santa Rosa y de la misma Tegucigalpa. Llegaron en todo tipo de transporte, pero mayormente en sus camionetas, a hacer turismo, generando una gran si fugaz derrama en los hoteles de distintas categorías y en los restaurantes y comercios de la llamada Gran Ciudad, que yo he llamado y (con perdón de la Victoriano López) veo como un pueblón sin música. Porque no me van a decir que Polache es música, y es lo que más se acerca, en tanto rap a Bad Bunny, lo que más le gustaba a Mel, antes del golpe, junto con los Tigres del Norte.

Y como explicarse esas contradicciones si no es en clave del producto mediático…Como las nuevas medicinas naturales -para curar las condiciones o enfermedades más frecuentes, el cáncer la diabetes y la impotencia sexual- que se venden en Internet, ya no en el tianguis, o los nuevos predicadores que no provienen de la religiosidad tradicional, y predican en estadios, en vez de templos olorosos a cera quemada, el de BB es, en todo caso,  un arte popular, que no surge de una evolución de la cultura del pueblo, sino de un injerto de la industria transnacional, para la manufactura de imágenes y sonidos que exige el mercado, perfectamente estudiado con sus preocupaciones identitarias, ansiedades, miedos, prejuicios; perfectamente identificados por Google y Facebook en cada cliqueo que hacemos en nuestras búsquedas, perfilando así a cada cliente.

  El equivalente de lo que ya son en la política Mel con su sombrero y botas tejanas y Búfele con su gorrita de ala pa-atrás y tenis, en el mundo de la política local; productos mediáticos confeccionados e incluso a contrapelo de y con ayuda de sus peores enemigos. O para el caso, el equivalente de Trump, que incluso habla menos bien que Bad Bunny. Es decir, siempre los artistas han sido histriones por definición, como los pregoneros o los merolicos y por consiguiente, los políticos, magos de las ondas hertzianas, de las concentraciones de campaña, que tanto se parecen a los grandes conciertos, de las comparecencias televisivas, las conferencias de prensa para generar expectación, y en tono grave, para las ocasiones solemnes y tristes de las pompas fúnebres. Pero ¿no se suponía que atrás del acto, la pastorela o de la escena violenta, atrás del podio que ya no se usa y sobre el tablado, bajo carpa, inundado de reflectores y poderosos altoparlantes … había un hombre o una mujer extraordinario…un virtuoso del arte o de la comunicación pública? [14] Porque los artistas y políticos que hoy son productos mediáticos y podría decirse que ya no hay quien no lo sea, parecen, como insinúa William Carballo sin atreverse a decir más, solo eso, mercadeo de un producto sin virtud intrínseca o valor propio. Algo que le venden caro a la gente como juguete plástico, conejitos vibradores de mala calidad, porque en su infantilismo, la gente demanda satisfacción instantánea, en vez de arte, y no porque aporte o contenga una valía genuina o satisfaga una necesidad profunda. ¿Es mi prejuicio? O un reflejo del consumismo en la cultura y la sociedad, que tendríamos que sopesar más ¿en términos socio biológicos? ¿De psicología social? Que no de arte, ciencia, política o religión. ¿Cuáles son los límites, si es que son cognoscibles de ese artificio de la mercadotecnia mediática? ¿Nunca hubo más? Y si hubo. ¿Qué era, y cómo y cuándo se perdió? ¿Era prescindible?

Al final, contradictoriamente, creo que hay que estudiar a BBB en clave de identidad Latinoamericana. Porque aunque trasciende ya según Spotify al mundo entero, y pretende negar su raíz, su género, su móvil,  Bad Bunny es un fenómeno regional de fusión cultural entre los nuevos Estados Unidos con la nueva América Latina Intermedia, ampliados por la migración.[15] Postulo que en su misma negación de identidad hay una afirmación residual, el macho de Bunny es lo que queda después de haberse declarado futuro transexual y el latino residual es lo que queda después que confiesa que decidió ser Bad Bunny porque de niño lo habían disfrazado de Bunny para Easter (no para la Pascua). (¿Esa fantasmagórica cultura latina es el terror de los sheriffs en Tejas y de los teóricos académicos del choque de las civilizaciones en Harvard?[16] ¿Lo que tenía que detener el Muro? ¿El arma secreta de la guerra cultural, de reconquista? ¿De lo que se asustan?)

No está claro. Habrá que confirmarlo, porque el Conejo tiene un alcance amplio en el Spotify, en donde hoy circula su música alrededor del mundo. Pero, por causa de contextos culturales y condiciones sociológicas que creo que exige, siento que es muy regional aún. No creo que pegue en otras latitudes como aquí, como lo consigue, por ejemplo, Shakira en el Oriente Medio, ululante. (Pero Shakira es Light, a ratos creo que el Conejo se burla de ella). Bad Bunny, como nadie, junta y hace vibrar al Mesoamericano que vive bajo la sombra de los EUA, un boricua resentido, un pocho, un chicano renegado…Significativamente, aun en ésta, su cuarta gira del World`s Hottest Tour de conciertos, BB ha presentado más de veintidós conciertos en los USA. Quince en la Mesoamérica clásica y cinco en las grandes capitales del Cono Sur. Eso supone que, bajo el hipnotismo de la cultura popular gringa, ha evolucionado un nuevo latino, sin arraigo pero que quizá por eso, gana los premios, es aceptable. Y va a ser más interesante aun ver cómo le va a BB en Europa en el 2023 que viene, cuando irá allá por primera vez. No creo que pueda recaudar taquilla en el Oriente. Veamos ahí el alcance de la globalización. O su límite, en el que quizá radique, la salvación del mundo.

Porque en Bad Bunny lo que está a la vista es un avasallamiento de la cultura por las industrias globalizadores del neoliberalismo, impulsadas con una tecnología, de redes, inimaginable hace apenas unas décadas. Un fenómeno que debería preocupar a UNESCO, a los ministerios de cultura del Occidente, a los estudiosos de la antropología, de la sociología, de la psicología social, de la cultura artística y de la comunicación. Mucho más allá de la fácil propuesta de prohibir, censurar, vituperarlo desde una perspectiva elitista o puritana, hay que estudiarlo. Porque respetando todas las libertades, como tiene que ser, también hay que enfrentar una derrota, una pérdida neta, una desolación en la no identidad, la identidad rebajada o diluida, suplantada o ¿muerta? Que –quizás- dice Raúl Arechavala, no sea más que la abismal decadencia de Occidente, como ya “predijo” Oswald Spengler en La Decadencia de Occidente, 1918, hace un siglo+. Porque si no sabemos quién somos de que genero no podemos redimirnos ni dirigirnos a ningún sitio ni tiempo real, histórico. No vamos a ningún lado.


[1] Guatemala fue la estación antier de su World`s Hottest Tour… Así le ha llamado con característica petulancia a la cuarta gira internacional en que Bad Bunny que da unos 43 conciertos en EUA y América Latina!

[2] Me crié en EU; alcancé a disfrutar de Frank Sinatra y me gustan mucho los blues, del soul estadounidense. Me encantó la canción de Elvis Presley que acompañó mi primer beso. Considero grandes artistas a John Lennon y Bob Dylan, que me impartieron una educación sentimental con Garfunkel y Streisand. Prefiero la desesperación del cante jondo, el saudade del fado, la insolencia del tango y la ternura de la balada tradicional romántica de los 1950s, me gustan muchas arias de la ópera y la canción tradicional del miskito, que imagino descendiente de otra amazónica y puede durar horas.

[3] El día que buscó un nombre artístico y recordó que -de niño- lo habían vestido con un disfraz de conejito. (Hay foto) Para Easter, dice y no Pascua de Resurrección. Aunque las nuevas generaciones no lo tengan muy presente, el referente inmediato en la industria del entretenimiento es el buen Buggs Bunny, el despreocupado y ocioso Conejo gris y blanco, gran embaucador (connotación universal del conejo, acaso por su astucia, principal instinto de sobrevivencia) de acento neoyorquino, mascota que la empresa fílmica Warner Brothers transformo uno de los icónicos personajes más conocidos alrededor del mundo.

[4] Confiesa que el género de música que practica es el trap y es de origen estadounidense al igual que tanto de la mercadotecnia que lo impulsa. Y está claro que como buen boricua mantiene con ese país protector y condescendiente una relación de amor odio que no se atreve a romper. Significativamente la mayoría de sus conciertos se producen en EUA y el ha declarado que políticamente no está determinado aun a apoyar las fuerzas políticas cada vez menores que exigen la independencia para la isla. No sé si es justo sospechar que abdica de esa decisión para no alienar a la mayoría de los isleños que repudian ese reclamo.

[5] The One Hundred Most Influential people of 2021, Time, 19 de September de 2021. Pobre Mel

[6] El autor es un académico, doctorado en esas ciencias ocultas que hoy han inventado, para que la gente elevada, abdique del Trivium y el Quadrivium, pero un sobreviviente de la academia, y periodista cultural de primer nivel, mundial El Faro,

[7] El presidente Reina también me pedía que mandara yo a quitar las estatuas de Valle desnudo, de Regina, en San Pedro Sula, lo cual también me rehúse a hacer, aunque tampoco de lejos me gustaran. Y él consiguió que el alcalde Luis Bustamante cometiera ese pecado. Lo perdoné a CRR porque entendí que él no sabía lo que hacía. Incluso confieso haber patrocinado incluso unas obras de teatro de Cesar Indiano.

[8] Por supuesto que el Victorianismo se presentaba como el más cumplido heredero de la pura tradición cristiana pero al historiador le resulta muy sospechosos los precedentes que invocaba, supuestamente presencias del pasado, más bien perfectamente ausentes en las Luces, el Barroco y el Renacimiento que alternaron entre cachondos y libertinos.

[9] Arte que en España se tradujo en Módulos y Triana, grupos de Rock progresivo, igualmente destrampados que prosperan con el destrampe luego de 1974 y experimentan con drogas.

[10] Buenísima la película de    El Baile de os Cuarentiuno de Mónica Revilla y David Pablos sobre la homosexualidad en el Porfiriato.

[11] Michel Foucault es el pensador que más se acercó al problema en una serie inconclusa de libros:

[12] O ¿desculturizacion? Es un proceso que la Antropología viene observando desde hace décadas, en que se desdibujan los paisajes, la gente se viste igual en la selva que e la playa con ropa de descarte y ¿piensa igual en el desierto o el trópico?

[13]como las que hacen las delicias del alcalde regetonero de San Pedro Sula, quien parece incapaz de pensar en otra cosa, y al que sin agravio han comenzado a llamar Pollo Loco los mismos seguidores de Bad Bunny

[14] En nuestro siglo: ya era un artista consumado W Churchill y recién lo ha sido Trump en el mundo anglosajón, lo fue el Cavalieri en Italia y  en América Latina, por supuesto que fue artista refinado Fidel y también Chávez en la izquierda,  porque Fidel se concibe como un Martí redivivo y Chávez quiere reencarnar a Bolívar, como Mel a Morazán no a Jerónimo Zelaya que lo expulsó. ¿Y Ortega y Murillo representan a Colombine y Pierrot?

[15] En rigor, además del Caribe, la más amplia Mesoamerica abarca una franja que va de México a Venezuela y Colombia pasando por Centroamérica.

[16] Samuel Huntington, The Clash of Civilizations and remaking of the World Order, New York, Simon and Schuster, 1997. Cuyo autor fue director del John Olin Institute for Strategic Studies, de la U de Harvard antes de ser Miembro del Consejo Nacional de Seguridad y de la Comisión para las Relaciones de Estados Unidos con América Latina, 1974 1976. Y expuso la teoría de ese conflicto como central para las relaciones internacionales en flujo.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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