Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
a HRPF, que entendió mucho antes que yo
A veces lo personalizamos, ni modo, o los medios lo reflejan como un problema focalizado, que si el corredor seco, la milpa ruina, el ganado muriendo allá, este o aquel río o cerro dañado, la destrucción de las reservas costeñas y blanqueamiento del coral. Mucho del problema es que se le fracciona y se le mira como en un caleidoscopio de sus consecuencias sobre particulares sectores, poblaciones, cultivos y especies, aun cuando, los más pensantes entendemos que es integral y mundial la crisis ambiental. Grave en todo el país, toda la región y afecta a todo el entorno.
Así, como concatenación y profundidad y proliferación de daños al ambiente lo enfoca un estudio de Cepal, Cambio Climático en Centroamérica, impactos potenciales y opciones de política pública, publicado por NNUU hace cuatro años, 2015. Informe técnico muy comprensible que, sin embargo, poca gente ha estudiado, menos aún los políticos y muchos técnicos, que aún no entienden que se trata de un problema de modelo y modo de vida y urge un plan.
Renuncio a explicar la compleja deriva de parámetros externos que impulsan el cambio climático, la sequía y el aumento de las temperaturas, de forma cada vez más errática y violenta (en Honduras y El Salvador más incluso que en los países vecinos) en toda Centroamérica. Agravada por el abuso de los recursos y el extractivismo esa degradación provoca condiciones adversas en toda la biosfera, desmonta paisajes y agrede a toda forma de vida. Lo primero que afecta es la salud de la población humana. Difícil documentar los brutales efectos sicológicos. El calor y la radiación están causando nuevas enfermedades e incrementando la frecuencia de otras más viejas, enfermedades crónicas de la piel, pulmón, distintos tipos de cáncer, y otras provocadas por vectores descontrolados, dengue, zika, chincuncuya… no son casualidades. Han desaparecido variedades y especies de las que dependían los equilibrios. Ciertamente esas plagas se han agravado notablemente en los últimos treinta años y se aceleran.
Aunque en esos treinta años ya se duplicó la frecuencia de las tormentas tropicales en la región, esa frecuencia volverá a duplicarse en los próximos treinta con huracanes cada vez más violentos, que agravarán la erosión sin aliviar la sequía de muchos meses. El Paraíso ya pero también Francisco Morazán, Olancho y Yoro en pocos años se van a convertir en zonas áridas, casi desérticas como son Choluteca y Valle. Para 2050, la temperatura anual promedio del Litoral Caribe será igual a la que hoy sufre Choluteca, en el núcleo del corredor seco, la mayor parte del país será árida y serán imposibles las actividades de las que hemos vivido secularmente, de la agricultura tropical y no habrá agua. Para fin de siglo solo Gracias a Dios tendrá vegetación tropical.
Hay variadas respuestas que oscilan entre la ingenuidad y la ignorancia, como la propuesta de un diputado (con aspiraciones nacionales) desgraciadamente de mi partido, que con pocas luces hace días proponía una prohibición de la tala.
Los árboles son organismos vivos y cursan un ciclo, nacen, crecen, se desarrollan a plenitud y luego –felizmente algunos son longevos– se degradan y decaen. Es importante aprovechar los que se pueden reponer, a tiempo, antes que se pudran o se conviertan en combustible para incendios forestales que proliferan. Los pinos han sufrido de una de estas plagas nuevas que es el descortezador, y era forzoso animar la cosecha de los afectados, muy difícil por su dimensión y por la falta de capacidad de la industria forestal nacional, porque el corte y aprovechamiento es el único control cultural eficaz.
Hace 25 años el Presidente Reina decretó una veda y eso solamente provocó un aumento de la tala ilegal que según un experto amigo, J.G. llegó a ser un 70% de volumen comercializado. Claro que es uno de los de nuestros mayores males, la deforestación, pero no es un resultado de la tala legal (aprovechamiento racional) sino que responde al cambio de uso del suelo, de la floresta a la agricultura mercantil y a la ganadería extensiva, a la minería sin control y a la urbanización caótica. Fundamentalmente. Lo que hay que hacer es regular esas actividades con criterio científico y no solo mercantil y con rigor, concretamente proteger las reservas de agua y zonas forestadas, y reforestar masivamente las degradadas, construyendo cosechadoras y nuevas reservas de agua. Invertir masivamente.
Reforestar proponía nuestro programa de LIBRE 2017 y encargar el bosque nacional a las comunidades. El proyecto de cooperación de México y las ofis han ofrecido financiar justamente eso, a lo que al fin ha accedido el gobierno, 5 años después, y ojalá no se desvíen nuevamente los fondos como hace un par de años.
Aunque aumentó el hato ganadero rústico de carne que depreda las selvas en Oriente, en el resto del país, declinaron los hatos mejorados, por un agudo ataque de plagas como la brucelosis y de tuberculosis, de difícil control por la incapacidad institucional para supervisar la erradicación. Pero también porque el mercado premia la cantidad sobre la calidad. Y ahora tenemos como nunca antes muerte por inanición de miles de animales en Oriente.
El café viene sufriendo principalmente de ataques de roya que reducen drásticamente la producción. La palma sufre de ataques de picudos que diezman aún más su rentabilidad, pese a lo cual se sigue expandiendo a costa de parques nacionales.
La producción de cacao que se animó en la primera década del siglo cae nuevamente por falta de precipitación en varias zonas productoras, lo que incluso ha afectado la reproducción de la mosquita que poliniza (desaparecida en muchas regiones del mundo) y por lo tanto ha disminuido la producción. En el maíz apareció la mancha de aceite y en el sorgo el nuevo pulgón.
Las instituciones públicas han hecho recién un llamado urgente convocando a los gremios de agrónomos y científicos del ramo a cooperar para prevenir la penetración en el istmo de una nueva plaga, el Fusarium Oxiporum, que afecta específicamente a las musáceas, plátanos y bananos y podría asestar un nuevo duro golpe a la economía y aun a la producción de subsistencia. Es un aviso de nueva tragedia, que causaría aún más daño a nuestra ya precaria seguridad alimentaria, como en los años treinta la sigatoka. Habrá que prepararse y aprender a vivir con la amenaza.
Desde hace varios lustros los daños económicos son difíciles de calcular, pero los gobiernos no entienden. De niño, escuché muchas veces el mito de que no éramos esmerados porque sin que hiciéramos un esfuerzo la naturaleza pródiga nos regalaba su cornucopia. Hoy nuestra economía está en crisis desde Nicaragua hasta Guatemala y todo un campesinado desiste del esfuerzo que deviene improductivo, infértil y abandona el campo. Solo unos pocos tenemos la capacidad para adaptarnos por nuestros medios.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas