El reto de Bukele

Bukele

Por: Rodil Rivera Rodil

Me atrevo a vaticinar, contra una casi generalizada opinión, y aunque solo sea porque no creo que viva lo suficiente para comprobar si acierto o no, que el presidente Bukele tiene poco menos que asegurado el éxito en la estrategia que ha emprendido contra el crimen organizado de su país. Pero no tanto por la dureza de la misma, sino porque, al mismo tiempo, está fomentando, entre otros, el empleo, la salud y la educación, esto es, los valores sociales que la teoría tradicional, sobre todo de la izquierda, siempre ha sostenido que son los únicos realmente eficaces para el combate de este tipo de delincuencia.

Veamos, entonces, los números. “En el 2018, antes de que Bukele fuera presidente, El Salvador encabezaba el listado de los 20 países más peligrosos del mundo, con una tasa de homicidios de 61.59 asesinatos por cada 100 mil habitantes. En el 2021, con Bukele en el poder, El Salvador salió por completo de esa lista negra y se proyecta que la tasa de homicidios por 100 mil habitantes en el 2023 sea de apenas 2.31 casos”. Por comparación, la tasa de homicidios de Europa fue el año pasado de 3.0 por cada 100 mil habitantes y la de Estados Unidos fue de 6.9 por cada 100 mil habitantes, la mayor de los últimos 25 años. Y en cuanto a los índices de aprobación del pueblo salvadoreño a los logros del presidente Bukele en los referidos campos, estos son igualmente impresionantes: en materia de seguridad, el 96%; en educación, el 91%; en salud, el 87%; en empleo, el 73%, y en costo de vida, el 63%.

Y algo parecido sucede con la implantación del bitcoin como moneda oficial, al par del dólar norteamericano. Otro ensayo arriesgado, sin duda, pero que un empresario como él no pudo haber emprendido sin un previo estudio y el asesoramiento adecuado. La ley que lo regula  sorprende por su sencillez, apenas 16 artículos, pero también por la solidez y garantías que le brinda a su operatividad y a sus usuarios. Y no es verdad que haya experimentado grandes pérdidas; se ha reducido buena parte de su valor, es cierto, pero al no haber vendido los bitcoins que ha adquirido estas no se han materializado, y, por lo que se sabe, no está dispuesto a deshacerse de ellos, sino, por el contrario, a seguir comprando. Y es interesante que los conocedores del mundo de las criptomonedas y, en particular, del bitcoin, están divididos en cuanto a su futuro. Hay empresas muy serias que sostienen que en unos pocos años puede llegar a valer entre 500 mil y un millón de dólares. Tómese nota de que el precio actual ronda los 22 mil dólares apenas.

Si esta suerte de revolución monetaria llegare a funcionar conforme lo previsto por Bukele, lo que aún está por verse, los beneficios para El Salvador serán simplemente extraordinarios. Solo piénsese en el incremento que podrían experimentar las remesas que recibe anualmente de sus emigrantes, las que ahora pueden mandarse y recibirse de manera directa, prácticamente al instante, en cualquier cuantía y a cualquier hora del día o de la noche, con solo activar una aplicación en un celular y sin que tener que utilizar ningún banco u otro intermediario y, por consiguiente, sin pagar las onerosas comisiones que estos perciben por cada transferencia y cuyo monto ha llegado hasta del 30 por ciento.  

La feroz campaña internacional desatada contra su gobierno proviene, fundamentalmente, del malestar de los Estados Unidos. Pero no porque estén “indignados” porque destituyó al fiscal general y a unos cuantos magistrados de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador, porque se le considere violador de derechos humanos o por otras resoluciones que ha tomado, como mucha gente cree, sino porque, de acuerdo con algunos comentaristas internacionales, cuando Bukele se hallaba en campaña para las elecciones del 2019 le habría asegurado al entonces presidente Trump que tan pronto asumiera el poder rompería las relaciones diplomáticas con la República Popular de China recién establecidas por su predecesor, el presidente Sánchez Cerén. Lo que finalmente no ocurrió, dado que, una vez que tomó posesión de su cargo, se percató de las grandes ventajas que para su nación podrían traer las relaciones con la segunda potencia económica del planeta, precisamente por su rivalidad con la primera. Como rezaba un eslogan de la propaganda de Clinton en 1992 contra Bush padre: “es la economía, estúpido”.

Y, como es sobradamente sabido, si usted es mandatario de uno de estos paupérrimos países y el presidente de los Estados Unidos lo invita a una reunión internacional y usted no puede o no quiere asistir, o de cualquiera otra manera no atiende una “sugerencia” suya, prepárese amigo para lo peor, porque muy pronto le mandarán un flamante embajador que le hará la vida imposible, se dedicará  a criticarlo día y noche por cualquier cosa que haga hasta que usted se de por vencido y anule todo lo hecho. Y si persiste en su rebeldía, no le quepa duda alguna de que el imperio se le echará encima a la manera de Dios, como dice Rubén Darío en uno de sus “Cantos de vida y esperanza”: “Con temblor de estrellas y horror de cataclismo”. “Algo pavoroso”, como solía decir mi inolvidable amigo, Mario Sosa Navarro.

Para los Estados Unidos, los gobernantes de otras naciones, sobre todo, si son pequeñas y pobres, no son buenos ni malos por sí mismos, son lo que ellos determinen. En palabras del propio Bukele: “El Gobierno de Estados Unidos decide quién es el malo y quién es el bueno y también cuándo el malo se vuelve bueno y el bueno se vuelve malo”.

Bukele provocó la ira del imperio con sus osadas decisiones. Solo cabe esperar que, al menos por el altísimo nivel de popularidad de que goza, no se le ocurra invadir El Salvador, imponerle un bloqueo o aplicarle sanciones sin fin, y deje que su experimento contra la delincuencia continúe hasta que se pueda verificar fehacientemente si funciona o no.

Con su peculiar estilo y su insólita franqueza, y lo conseguido hasta ahora, desde luego, como su excelente lucha contra la pandemia, Bukele ha despertado una increíble credibilidad en el pueblo salvadoreño. Su reelección es casi obligada, ya que suena lógico que lo requiera la sostenibilidad de sus proyectos. La mayoría de los cuestionamientos que se le hacen lucen más precipitados que producto de análisis de alguna seriedad, además de un tanto hipócritas, y, definitivamente, más derivados de órdenes imperiales que de otra cosa. La acusación más común que se le endilga es la de populista, la cual, obviamente, es harto prematura. También se arguye que es un déspota, a lo que cabría observar que a un líder político que es capaz de jugarse el todo por el todo con decisiones como esas y que, además, goza de niveles de popularidad estratosféricos, difícilmente puede calificársele como tal.

Tampoco está claro si tiene alguna inclinación ideológica definida, fue alcalde de los Municipios de Nuevo Cuscatlán y de San Salvador por el Frente Farabundo Martí, pero la mayoría de sus adversarios lo consideran de derecha. En resumen, sigue siendo una incógnita para los interesados en clasificarlo políticamente. Pareciera, más bien, que la famosa frase de Den Xiaoping, el impulsor del llamado “milagro chino”, sobre que no importa el color del gato siempre que cace ratones, perfectamente se le podría aplicar a Bukele.

Se sabe que muchos gobiernos, mayormente de América Latina, están siguiendo con especial atención lo que pasa en El Salvador. Si Bukele se las ingenia para coronar con buen suceso los cambios que está introduciendo, particularmente los relacionados con la seguridad ciudadana, será imposible evitar que traten de replicarlos, pues habría quedado demostrado que, con talento y una férrea voluntad, se pueden hacer las dos cosas a la vez: reprimir la delincuencia enérgicamente y atacar la esencia de su causa, algo no logrado hasta hoy por ningún Estado, salvo quizás, por China. Sin desconocer que, por desgracia, también podría quedar probado que, al menos en El Salvador, en donde el problema había adquirido dimensiones inmanejables, no era posible hacerlo sin afectar derechos humanos. Lo que, asimismo, evidenciaría la justeza de aquel viejo dicho, supuestamente francés, de que no hay forma de hacer tortillas sin romper huevos. 

Y, por último, pienso que el presidente Petro ha cometido un grave error al sumarse con tanta ligereza a los críticos del montón. Su propio prestigio y personalidad debieron impedírselo. Los mejores juicios surgen siempre de la prudencia, y más que todo, del profundo conocimiento de los hechos. Y hasta donde conozco, el señor Petro jamás ha visitado siquiera El Salvador.

  • Abogado y Notario, autor de varios ensayos sobre diversos temas de derecho, economía, política e historia; columnista por cuarenta años de varios diarios, entre ellos, EL Pueblo, El Cronista, Diario Tiempo y La Tribuna, y diputado por el Partido Liberal al Congreso Nacional de 1990-1994. Ver todas las entradas
Contenido a tu alcance

Periodismo de calidad en tus manos

Suscríbete y se parte de nuestro newsletter