Berta Cáceres y su luz

Por: Roberto Elvir Zelaya*

El gran salón José Cecilio del Valle,  luce esplendoroso ante la amplia convocatoria del Ejecutivo para discutir asuntos comunales. Las  mesas están ordenada en dos  filas alineadas a lo largo del espacio rectangular, con  docenas de sillas ordenadas  en tres líneas, colmadas a más de la  capacidad del espacio-  Ya no cabe la gente.

Como ejecutivo de una Institución del Estado me  sientan al frente, al centro del salón con representantes de otras instituciones,  y mis asesores  atrás. La agenda se desarrolla conforme el orden de las personas sentadas en la mesa frontal,  de izquierda a derecha, para darle la palabra a quienes desean exponer y hacer sus reclamos comunitarios. Casualmente  a ml  frente, está sentada una señora  que me mira fijamente y hace comentarios a sus dos compañeros que  la custodian y aconsejan. Como no la conozco, la miro y saludo  con  la misma seriedad con que ella me observa.

De buena figura y con  mucha personalidad,  rostro limpio, pelo ondulado y de media estatura,  vestida con sencillez,  espera su turno.  Llega su  momento y el Presidente le da la palabra; la dama se alza, saluda y se presenta.

Cáceres Berta

Soy la profesora Berta Cáceres y represento al Consejo de Organizaciones Populares y de los pueblos Indígenas COPIH ¸y toma su asiento de nuevo, así mismo el micrófono.

 Con voz grave pero suave, sin ofensas   y mucha seguridad la profesora Berta hace una elocuente introducción con el tema que le trae al Concilio. Su español es claro, muy bien estructurado y, adornado con algunas palabras indígenas de lengua lenca. Invoca nombres de seres, personas, ríos y lugares. Contundentemente, su tema central  es detener el proyecto hidroeléctrico en el rio Gualcasque, en su  tierra lenca, una de las pocas comunidades indígenas que sobreviven en Honduras en medio de la pobreza y el atraso. Allí se pretende construir una represa  que significa el final fatal de estos indígenas cuyas raíces vienen  de los mayas de Copán, cultura desaparecida desde hace más de 1500 años. Su temática ambiental va dirigida a las dependencias del Ministerio de Recursos Naturales. Ella es la protectora de esta y otras  comunidades indígenas y defensora del ambiente en Hondura, uno de los países más peligrosos de América Latina para los ambientalistas.

 Una vez se hubo dirigido al Ministerio de Recursos Naturales y sus dependencias,  cambia su discurso y lo dirige hacia mí como Secretario Ejecutivo de la Dirección Ejecutiva de Fomento a la Minería, DEFOMIN. Sus reclamos son tres: El consecionamiento de las minas  metálicas, la protección de los ríos por la explotación de grava, arena y otros minerales  no metálicos y la tramitación de tres solicitudes para la concesión de las minas de ópalos en Intibucá.

La primera es fácil de explicar.  Se informa que mediante un Decreto Ejecutivo del gobierno anterior, que prohíbe otorgar concesiones metálicas, este ha sido ratificado por el actual presidente  Manuel  Zelaya Rosales, hasta que se discuta y apruebe una nueva Ley de Minería. La segunda interrogante compete al Ministerio de Recursos Naturales donde  al hacer efectiva las Licencias Ambientales, se  autoriza   a DEFOMIN otorgar el permiso  el inicio de explotación de minería no metálica.  En cuanto a la tercera,  la señora  describe con detalles la situación patética en que viven los mineros que extraen la piedra de ópalo  en Erandique y San Andrés  y otros lugares vecinos en  e l Departamento de Lempira.

En vista de la existencia de las  tres solicitudes para explotación del ópalos en Honduras y habiendo conocido, revisados y discutido  cada expediente  con  el cuerpo técnico y legal de DEFOMIN, sabemos que en cualquier momento se tendrá que tomar una decisión que, sea cual fuese la concesionaria  favorecida, significaba que el ópalo dejaba de ser patrimonio de esta comunidad  y se perderá este medio de trabajo  y vida, que es el único que conocen.

Las condiciones físicas en que se ejecuta  esta acción de extracción de la piedra  es tan primitiva como aplicar la almádana contra un rustico cincel para romper la roca del subsuelo en medio de enormes cráteres a cielo  abierto, hechos  a puño y matillo y con manos deshechas de los indígenas que la mal explotan. El producto extraído son pedazos de piedra cortada que se lavan en una palangana plástica  y se observan  con cuidado para ver “la luz”. Y es que, al mojarse la piedra arrancada de la roca madre, de la superficie negra,  destellan cientos de puntos de brillantes  colores primarios, que son los más puros de  la naturaleza.  Y estas rocas mal cortadas  es lo que ellos  venden como producto artesanal, en botecitos llenos de agua, que  no tiene valor más que el de satisfacer la curiosidad del observador.

Los ópalos solamente existen en tres países del planeta y son Honduras, Brasil y Australia y cada uno responde a su condición geológica especial.  Aquí, en Erandique existen siete clases de esta gema, la mayor variedad de ópalos es en un solo sitio:

El ópalo común con vetas de  colores

El ópalo negro, oscuro como un azabache

El ópalo de leche, blanco como una crema

El ópalo de cristal, transparente como el vidrio

El ópalo azulado, con vetas azules sobre fondo blanco

El ópalo de luz que ilumina con destellos de  colores

Y el más escaso, el  ópalo de fuego que es un cristal de color naranja, el más  difícil de encontrar.

Ante la disyuntiva de entregar este tesoro, tarde o temprano, a una empresa extranjera para su explotación, todos  en DEFOMIN llegamos a la conclusión de que lo mejor es protegerlo y reservarlo para beneficio exclusivo de los mismos  indígenas lencas de Erandique, San Andrés  y las otras zonas opaleras. La propuesta fue secundada con alegría por la Ministra de Recursos Naturales, Abogada Mayra Mejía, Intibucana de nacimiento- A ella, como Ministra es  a quien corresponde presentar el proyecto ante el  Honorable Congreso Nacional para su aprobación.

Se comienza la investigación necesaria para documentar la propuesta. Se revisa la tenencia de la tierra que, en su mayor parte, son tierras  nacionales. Y se determina una superficie de  79.2 km2 para la comunidad  de Erandique y otra de 114 km2 para San Andrés  y se define esa área como la zona de protección del ópalo. – La Corporación Municipal y el acalde de Erandique muestran su  entusiasmo y abren las puertas del edificio municipal para organizar las primeras cooperativas con los artesanos opaleros de cada poblado. El entusiasmo popular es tal que rebalsa la Sala Comunal del edifico municipal, hoy  con sentimiento de  credibilidad y optimismo.

 Finalmente el proyecto fue aprobado  por el Congreso Nacional el día  9 de septiembre de 2008.

En el  párrafo medular dice: DECRETO No. 119-2008

EL CONGRESO NACIONAL,

“ARTICULO 1. Declarar “ZONAS RESERVADAS EXCLUSIVAMENTE PARA LA EXPLORACIÓN, EXPLOTACIÓN, TRANSFORMACIÓN Y COMERCIALIZACIÓN DEL ÓPALO, a las comunidades de Erandique y San Andrés en el departamento de Lempira, a fin de garantizar este recurso a los habitantes de estas zonas como forma de trabajo y medio de vida.

Una vez se da conocer  el Decreto llega la ayuda de organismos internacionales, fundaciones, joyerías   para instruir a  los artesanos y montar talleres para conocer de técnicas de extracción y la  preparación de la piedra rustica, orfebrería para montaje, y entrenamiento especial para el manejo y comercialización del   ópalo procesado.

Hoy convertido en joya, el ópalo hondureño brilla  en las vitrinas de las joyerías del país y en el extranjero como una valiosa pieza de colección.

Gracias Doña Berta Cáceres por iluminarnos con  su luz.

 

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Un comentario

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