Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
¿Alls well that ends well? (Bien está lo que bien acaba)
Trump había proclamado justo antes que iba a salvar a América y que no iba a dejar que los demócratas se tomen la Casa Blanca, luchando hasta el final, como fuera, para preservarla de esa catástrofe. Cuando, por su invitación, miles de sus fanáticos, invaden la capital, para intentar estorbar la proclamación como presidente de ese agente del comunismo chino (J. Biden), según explica uno de sus líderes, proclama ¡No vamos a soportarlo más! con un grito. Como regalo del día de reyes, Trump quiere un milagro, que no está en la lista de lo posible y esta dispuesto a ofrendarle sangre al diablo para conseguirlo. En la última trinchera de una lucha inútil, que emprendió hace dos meses contra su derrota en la elección del 3 de noviembre pasado.
En el mundo de las apariencias o como diría G. Debor, el mundo del espectáculo, del teatro off Broadway y del Realty show, el renco Pato Donald no había agotado sus recursos. había reclamado antier, que no hay manera de que él perdiera Georgia y lo repite ahora. Ha convencido a una decena de senadores, mayormente novatos, y veintenas de diputados de la cámara baja, para que lo apoyen. Y de manera insólita, ha animado paralelamente a esta hueste de pencos hipnotizados, para que acosen a los congresistas que no colaboran. A que se amotinen contra el orden público, obligando a una movilización de la guardia civil, que debe asegurar una transición pacífica y resulta insuficiente. Urge al Vice Pence a ¡cuestionar y remitir los votos electorales de regreso a los estados, para demorar la proclamación, ante su negativa, lo declara traidor!
En el mundo efectivo, si bien limitado, lo que en realidad ha ocurrido es que, después de que ha perdido esa lucha, en todas las instancias legales, ante todas las autoridades electorales de cada uno de los estados, incluidas las identificadas con el Partido Republicano, en todos los consejos electorales y en todas las docenas de tribunales y cortes supremas estatales y nacional, a las que ha llevado sus querellas delirantes, pese a estar muy representadas en ellas sus propias designaciones judiciales, repito, lo que realmente ha ocurrido, es que anoche ha sido derrotado de nuevo. Y los votantes de Georgia (negros y latinos, pero también afluentes suburbanitos), le han mostrado la prístina forma en que perdió, agrediendo, atacando como un energúmeno, abusando del poder y de la impotencia, amenazando a diestra y siniestra, ahogándose en sus propias mentiras y teorías conspiratorias, cuando el gran conspirador es él, el fanfarrón, que ahora también perdió el senado, para que solo quedara el diluvio. En el capitolio priva un ambiente tenso. La gente va y viene hablando del procedimiento, se suspende la sesión, a todo hay lugar. Antes que la multitud asalte el conjunto.
Es innegable que es una locura todo lo ocurrido de varios meses para acá, y no solo hoy. Que no tiene en EUA un antecedente moderno. (Hubo controversia en 1877 pero no era igual). A saber ¡que un presidente intente desde el poder incidir en el aparato y el proceso electoral para revertir el resultado que lo derrotó, y movilice a una mancha brava para quedarse en el poder, o incluso solo para fastidiar, alterando el calendario! Por tanto, es un hecho histórico, en el sentido más literal del término, como suceso irrepetible, de grandes consecuencias.
Hay cosas muchas que no sé, ni creo que nadie sepa. ¿Qué hará el vicepresidente Pence, siendo cuerdo para conservar la compostura ante la presión la Oficina Oval? ¿Será cierto que encontraron bombas (pipe bombs) en las sedes de los partidos y en el propio Parlamento? ¿Se proponía quemar el Capitolio como antaño quemó el Reichstag su líder admirado? ¿Contraerá Trump la nueva cepa del virus inglés antes de…? ¿Existe la posibilidad de que, si no, pueda conservar, como se propone, control del Partido? No lo tengo claro. (¿Cruz piensa que sí, y que lo ungirá y otros están dispuestos a apostarle a lo contrario y aun a retarlo si hace falta?) ¿Recuperará el Partido Republicano el control del Senado en las elecciones de término medio, habiendo enmendado o ya no podrá, como insinúa MacConnell, en mucho tiempo? ¿Será cierto que lo ocurrido hoy no refleja a EUA? ¿De donde -si no- salieron estos locos de marca y color?
Pero hay unas pocas cosas que si sé. Estados Unidos no está terminado aún. Déjenme apresurarme repetir lo que, a lo largo de estos meses ajetreados, he dicho como observador, para consuelo de asustados e irritación de los fieles. El legado de Trump es repudiado por gente de razón en todas las esquinas. No importa cuán dilatada sea la sesión del congreso para ese fin, Joseph R. Biden será certificado como presidente electo, y juramentado en la fecha que establece para eso su Constitución, el 20 próximo.
De hecho, ya se puede sentir su poder en el manejo de la política. Pues otra consecuencia de la locura de Trump es que, para dedicarse a conspirar, ha dejado de gobernar desde hace varias semanas, y donde no manda el capitán, ordena el marinero.
Como siempre la crisis saca la verdadera naturaleza, temple y condición de cada uno. Han salido a la palestra pública los oportunistas que quieren pescar en río revuelto, los pusilánimes que se voltearon al final y también los valientes que se han enfrentado al tirano, no solo entre demócratas, sino entre los propios republicanos, novatos y veteranos, que se rehusaron a caer en la trampa. Quizá lo más ejemplar, es que sus contrarios no se anticiparon a condenar un delito que todavía no cometía Trump, le llevaron la corriente, le dieron todo el lazo que necesitaba para ahorcarse solo. Hoy fingen la solemnidad apropiada, pero también se ríen de él tras la mascarilla.
La presidencia de Biden no nos va a resolver nuestros problemas fundamentales, más bien puede prolongar conflictos estructurales. Pero abre nuevas oportunidades en dos campos, en que somos afectados: uno en lo que se refiere a la política ambiental. Con control de ambas cámaras, el de Biden será un gobierno más fuerte que el de sus antecesores, y podrá, a mediano plazo, (ahorita no), impulsar una política efectiva, de reversión del calentamiento global, aunque sea costosa para la economía estadounidense. Y, en segundo lugar, su política hacia América Latina puede bajar la tensión y permitir por lo mismo, que retomemos control de nuestros propios procesos de cambio. Algo de eso se refleja ya, con el anuncio de la Lista de Engel, y de que los EUA, ya no apoyaran más, mucho menos financieramente, a las fuerzas armadas de Honduras, El Salvador y Guatemala. Hay ahí una ventana de oportunidad política. ¿Alguien será capaz de comprenderla? ¿O habrá que esperar que se agote el segundo siglo americano?
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
2 respuestas
Anciano, ¿qué piensas sobre los más de 70 millones de gringos que votaron por tú renco Pato Donald? Odiar a alguien para vender una imagen distorsionada no es opinar para orientar. El futuro siempre responde.
El senor sufre de «trastorno sobre todo acerca de Trump». Per su frase «Odiar a alguien para vender una imagen distorsionada no es opinar para orientar» es bien dicho Jose !!!!