Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
Good riddance. Bailando su canción anticomunista llevó su hueste al abismo, y se apartó al final para verla rodar. Pero lo increíble, lo que debería escandalizarnos es que ¡todavía hay más de 47% del electorado que lo apoya y aplaude! A Trump dice Emilio, lo amas o lo odias. A diferencia de Biden, que es difícil de amar como de odiar. Que entró el favorito para arrollar. Que disputó varios de los estados contenciosos que antes ganara Trump, y casi gana Florida, cuna del fraude cubano, y de la boletita preñada. Pero al final, apenas ganó.
Ahí les van las notas de mi diario. Al sentarme a escribir a las 6 PM del día después de la elección, a Slow Joe Biden le faltan seis votos electorales, que es altamente probable que consiga, para ser el cuadragésimo sexto presidente de EUA. El conteo puede prolongarse, pero las probabilidades también responden a una ley. Y es importante entender que ya no hay nada que hacer, porque no falta quien quiera aun sacar ventaja del suspenso. Es pa fuera que va y todo estaba calculado.
Anticipó que iba a perder, como previo Bernie Sanders. Avisó, y decidió ganar de todas formas, aun perdiendo. No trató de comprar votos. (El gringo pobre no está muerto de hambre.) Alborotó a su base. Le apostó a la solución jurídica de un diferendo inventado. Y trabajó como endemoniado para acercar los números y darle una plausibilidad al argumento ante sus propias bases, al interlocutor y para el juez dubitativo.
Nada tonto, Trump sabe que perdió y que tiene que entregar. Va a impugnar. Pero recurrir el proceso ya supone que acatará las decisiones que -al final- no van a contradecir los resultados anunciados por las autoridades estatales. Eso fue lo que ya dictaminó la Corte en el único antecedente y ahora mismo. No va a revertir la elección, Donaldo a base de una proliferación de demandas que mas bien prometen ser costosas y ya están exigiéndole fondos que se agotan. Algo quiere negociar de inmunidad. El sistema jurídico estadounidense no se presta fácilmente a esa estrategia. Pero en todos lados, la política es negociación.
Para todo hay antecedente. El nazismo, gringo (populismo, xenofobia, racismo y dogmatismo ideológico) tiene historia. Hubo antes un Joseph McCarthy. Pero nunca antes habían coincidido, en improbable alianza para alcanzar la suprema magistratura, el gran capital, los pastores, el lobby judío, una base popular de obreros industriales, cuyos empleos desparecieron con la globalización, los granjeros en proceso de desaparecer, la gusanera de Miami. Y unas logias de ultranacionalistas que no captan hasta qué punto su führer ha debilitado la posición global de EUA. Y traicionó el ideario que defendieron por un siglo sus antecesores. La paradoja, es que Trump es unamerican.
(¿Cómo explicar entonces que, además de los magnates de Wall Street y los pencos violentos, la base electoral de Trump incluye a fundamentalistas cristianos -desde los elegantes mormones de Utah hasta los piadosos hillbillies de Tennessee y Kentucky, pasando por los anabaptistas del Midwest- en apoyo a un candidato impío ¡abiertamente amoral, cínico y corrupto! Uno que optó por polarizar para ganar elecciones y dividir -en vez de reconciliar- para gobernar, que incita a la violencia. Un presidente que rechaza los modales de la civilidad, la verdad de la ciencia o el sentido común de la sanidad pública.)
Si EUA fuese una democracia en que la mayoría de los electores dispusieran quien ha de ser presidente, Joe Biden habría ganado fácil 51 a 48%, como antes ganó Hillary Clinton y antes de ella, Al Gore, quienes sin embargo perdieron los votos del Colegio Electoral. Al final del día estas elecciones parecen africanas, haitianas, u hondureñas.
Se supone que hoy los grandes perdedores son los verdaderos creyentes, los que se rasgan las vestiduras por el trompudo, los que marchan tatuados y rubicundos con su bandera, abriendo espacio, los fundamentalistas que hicieron pacto con el diablo, y se quedaron oliendo a azufre. Los inversionistas de Wall Street que invirtieron en él hasta hace tres meses. Pero dice un colega que quizás el gran perdedor sean los propios EUA, divididos entre las grandes ciudades y su hinterland interior. (En donde las ciudades del interior Filadelfia, Atlanta) podrían ser las heroínas al final) He observado estas elecciones desde hace 60 años, nunca antes, hubo nada parecido.
Lo más conmovedor es ver la tensión sin precedente, el llamamiento a la Guardia Nacional, las vitrinas de las tiendas en las grandes ciudades, entabladas, en previsión de disturbios que pudieran detonar los resultados, los motines. La cautela con que los funcionarios temerosos se esconden. Las consignas de cuéntenlos todos versus, paren ese conteo, que podemos perder. Casi seguro habrá bronca, golpes, llamas. La FBI ya rodeó a Biden de guardaespaldas.
No es una casualidad. Han llegado a este punto de degradación por el camino de la desigualdad extrema y el descuido, la desinversión social. Por décadas, han dejado de invertir en salud y hoy se les muere la gente -más que en cualquier otro país rico- por la peste. No han invertido en acceso a educación y entonces frustrados sus jóvenes vulnerables y descriteriados produjeron el trumpismo, que es un destilado de miedo. Que va a seguir estando ahí, después que Trump se vaya, una bomba de tiempo, un polvorín ¡posesionado del Partido Republicano! No hay que perder la esperanza de una regeneración.
Los demócratas van a mantener su mayoría en El Congreso y aun podrían alcanzar una mayoría (con el voto de Kamala) en el Senado, quedando empoderados para democratizar el sistema, organizar la inversión pública inteligente que se requiere para reactivar la economía, cimentar la seguridad social, reagrupar a sus aliados en defensa de las grandes causas comunes de la humanidad y adecentar su policía, todas ellas prioridades. Podría ser. Si hubiera liderazgo. Pero el voto popular a favor de Biden es más bien un voto negativo en contra de Trump y contra la arrogancia de su despotismo.
Ha votado contra Trump una coalición variopinta (de minorías urbanas acosadas y el progresismo juvenil) empeñada en la justicia social, en la renovación de la clase política, en defender los derechos y el ideal de un estado responsable, junto con un nuevo contingente de ciudadanos cómodos con el sistema, pero conscientes del quiebre, que habían dejado de participar, pero terminaron hartándose. Muchos al final irritados con el mal manejo de la Covid 19 que asciende a su tercera oleada mortífera. Y -sin duda- con la impredecibilidad del timonel. El gran triunfador habría sido entonces esa mayoría que había dejado de votar y perdido el poder del voto. Movilizada. En segundo lugar, gana hoy un millón de inmigrantes que tenían permisos de trabajo que Trump amenazaba cancelar.
Esa coalición se propuso detener la barbarie, la afrenta histórica que desnaturalizaba el patriotismo traicionado en sus fundamentos, poner coto a la prepotencia, acaso garantizar el ideal de la nación concebida en la libertad y consagrada al principio de que los hombres nacen iguales, para asegurar… el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Que no es el gobierno del populismo, si no el de los ciudadanos conscientes y responsables. Pero esa idea original, que había sobrevivido a Gettysburg y a la Segunda Guerra, se desvió del todo desde Viet Nam y se degradó por completo y ennegreció en las guerras del petróleo.
Históricamente, Biden justo representa la continuidad no cuestionada de esa desviación. ¿Podría corregirla? Nada claro.
- Valle me comparte un meme que reza la buena es que Trump va perdiendo, la mala noticia es que va ganando Biden.
Para bien y para mal, destruida por JOH su protegido de Trump, por su némesis, la Covid 19, y por la tormenta ETA, extremo del calentamiento global en que no cree Trump, Honduras para los gringos va a seguir siendo un peón más –despreciable- de la estrategia hegemónica. Nunca les hemos importado un bledo. Nos venden las sobras de sus armas, nos ponen a pelear sus guerras, y nos compran barato el oro y la fruta. Solo los hondureños podemos convertir a Honduras en un país que pueda ser patria. Felicitemos a los EUA por su elección y agachémonos a reconstruir el país, después de mandar a JOH con su padrino.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
2 respuestas
Trastorno Trump es fuerte con el Dr. La confabulación de una creación de Biden, Clinton, Bush, Obama, et al – joh – con Trump es 1) irresponsable y sin fundamento, 2) es desinformacion falsa. Ignorar que Biden y sus compinches crearon el narcogobierno y lo mantuvieron con dos fraudes electorales y actuar como si nada, y suprimir sus crímenes y corrupción que es la envidia de gente como johh es no solo asombroso pero insólito.
¡Congratulaciones! Un análisis inteligente, bien fundamentado y lucidamente objetivo. Una clara radiografía de la meteórica ascendente carrera política de Trump y su vertiginosa caída de las cúspides del poder. Estas elecciones estadounidenses, que han tenido en vilo al orbe entero, han probado ser un evento muy distante de lo que se esperaba de la gran democracia del coloso del norte. Una vez más, reitero mis más selectas felicitaciones al Dr. Fasquelle. Brillante escrito!