Relato I sobre Guillermo Anderson

Relato I sobre Guillermo Anderson

la protesta social en Honduras

Por: Glenn Flores*

La última vez que fui a Gran Caimán fue hace unos 17 años, con Max Urso[1] y Guillermo Anderson. Acompañaba al cantautor hondureño a un evento donde había sido invitado por una organización de hondureños en este atractivo país. Viajamos de “jalón” en un barco de la Standard Fruit Company que desde Puerto Castilla transportaba piñas hacia esa colonia británica.

Hablamos de todo, mientras atravesábamos las noches consteladas en el caribe: de las aventuras marítimas, de los mamíferos acuáticos prehistóricos de este rincón del océano Atlántico, de las revoluciones perdidas del istmo y amores desaforados, mientras danzábamos de un lado a otro al ritmo del barco que avanzaba suave entre las olas del inmenso mar que navegábamos.

Ya para pernoctar la primera noche, y con el suave vaivén de las olas bajo el manto estrellado del cielo sobre el mar, a Max Urso se le sobrevino inquirir a Anderson en qué período y cómo y por decisión de quien se había incrustado el acordeón en el repertorio de la música latinoamericana. Esta interrogante era imprevista y no intentaba conocer nada más que un momento y un nombre, pero la respuesta fue una exposición impresionante que se alargó hasta la mañana, entre vasos de ron con agua de coco y una yuca frita con cuajada y aguacate.

Anderson que era un experto en medir muy bien su vocabulario, nos compartió una recomposición fidedigna y graciosa con una versación y una simplicidad, que terminó con las primeras luces en un elogio homérico al Vallenato. No solo hablaba con una profunda voz nasal, sino que igualmente con sus impresionantes manos que eran más grandes que Celaque. Ni Urso ni yo olvidaríamos la maravilla de aquella noche única.

Muchos años después, volví a encontrarme con Guillermo en la aldea de Raya en la frontera de la Mosquitia hondureña con Nicaragua, sin más armas que su guitarra y su eterna voz nasal caribeña, cantando una de sus canciones más difíciles: Pepe Goles. Que habla sobre un jugador de futbol que vive de contar sus historias de glorias pasadas (fallar un gol en un mundial, sus recortes de entrevistas en diarios de circulación mundial durante España 82 y su foto con Pelé).

Ante un público que no hablaba español. Esta fue otra experiencia delirante. Anderson logró una conexión tan entrañable con su público que ya no le interesaba a nadie escuchar o no escuchar la letra, sino que la multitud sentada en el pasto daba la impresión de levitar en estado de gracias por el hechizo de una voz que no se consideraba de esta tierra.

Las estrellas provocan respeto, éxtasis, afecto y, grandes celos. Anderson infundió todos esos sentimientos como muy escasos artistas hondureños. Fue sin buscarlo el catracho que más se hizo querer por Mesoamérica.

Prefiero seguir pensando en él, cómo sin duda él lo quisiera, con el gusto afectuoso de haberle conocido y el agradecimiento que nos haya dejado un rico legado musical, tan sublime e indestructible como su recuerdo.

*Articulista libre.

[1] Guitarrista acompañante   de G. Anderson

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas

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21 comentarios

  1. Hace tanta falta Guillermo Anderson, parece que nadie en el Pais ha podido llenar artisticamente ese vacío que ha dejado, como otros mencionan, es una lastima que este cayendo en el olvido el gran legado musical que nos dejó, bonito relato, felicitaciones al autor.

  2. Lo conocí y lo traté por muy poco tiempo pero fue suficiente para comprender su grandeza como artista y como persona lo perdimos muy rápido y todos los que lo tratamos lo extrañamos y me duele que su música no se escuche en este país al que amo y entregó tanto.

  3. Congratulaciones! La descripción de lo vivido junto al gran Guillermo nos sirve para valorarlo en su justa dimensión.

    1. Saludos Jacinta. Sin duda muy ilustrativa la descripción de nuestro Guillermo Anderson

  4. Muy bueno! Interesante anécdota, narrada de forma que atrapa y hace imaginar el mar, las estrellas y la voz inconfundible de Guillermo.