Por: Héctor Orlando Portillo Reyes
Biólogo del INCEBIO (Fundación en Ciencias para el Estudio y Conservación de la Biodiversidad)
Fotografías: Del muro de Sean T.Hawkey
Tegucigalpa. –Ante todo, lamento las pérdidas humanas de los compatriotas a raíz del impacto de los eventos climáticos que nos han golpeado en los últimos 15 días, en todo el territorio nacional. Pero quiero referirme al llamado “plan de reconstrucción” del que se habla y se comenta en los diferentes sectores privados, gobierno y sociedad civil, y que contempla la necesidad de incorporar el componente de los mecanismos de adaptación al cambio climático como un eje transversal, en todos los aspectos del desarrollo como país. En principio, es una propuesta importante, necesaria, fundamental y urgente ya que, de no ejecutarse seguiremos “patinando” en los mismos desastres de manera más frecuente, llevándonos al menos a unos 15 años de retraso, en muchos aspectos de nuestra vida como país.
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Antes de ahondar en la propuesta de los diversos sectores atrás citados, es importantes retomar conceptos e ideas alrededor del cambio climático, un evento producido por el consumismo humano que se da especialmente en los países desarrollados como China, Canadá, Estados Unidos, Alemania y Japón entre otros, llevándonos a un calentamiento global que ha alterado la temperatura, la precipitación, vientos, y como consecuencia los recursos naturales en el planeta. Sin embargo, cada país tiene su propia responsabilidad de buscar la forma para que los cambios que ocurren no golpeen tan directamente a los ciudadanos más vulnerables de cada país, que al final son los que están en la pobreza y pobreza extrema.
En ese sentido, un plan de reconstrucción debe de incluir multisectores, multiprofesionales y multivariables (como los mecanismos de adaptación al cambio climático, pero con asignación presupuestaria y personas capaces y honestas en su manejo) que deben ser prioridad de nación, de manera transversal.
UN ANTES Y UN DESPUÉS EN LOS BOSQUES DE HONDURAS
Me referiré en este corto apartado a la pérdida severa que hemos tenido de los bosques hondureños y que, debido a la deforestación en los últimos 60 años hemos perdido, según datos de un estudio del CATIE/OEA 2000, alrededor de 1.2 millones hectáreas. En los últimos 20 años (2000- 2020), según el anuario forestal, hemos perdido 23,000 hectáreas por año, sin embargo, otras fuentes aseguran que la pérdida puede andar en unas 58,000 hectáreas por año.
Honduras es un país con un 25 % de cordilleras montañosas y como consecuencia una hidrografía de largos recorridos, drenando en ambos océanos con ríos como el Ulúa, Chamelecón, Aguán, Patuca, Choluteca, Coco o Segovia, que un tiempo atrás eran aptos para la navegación en sus caudales a lo largo de todo el año. Sin embargo, esto ha cambiado de manera drástica, volviendo estos ríos, antes caudalosos, en casi quebradas secas de verano que se pueden cruzar caminando.
Ese escueto pero profundo y preocupante panorama ocurre como consecuencia de la deforestación de las partes altas, medias y bajas de las cuencas en donde nacen estos ríos. Uno de los factores para que esta acción se dé, es la problemática social y económica de nuestra población, como consecuencia de la desatención de los gobiernos que eternamente les han marginado. Y si a esto le vamos sumando variables como la tasa de crecimiento poblacional sin control, la demanda de espacios y recursos de estos sectores sociales abandonados crece y generalmente son los espacios entre los recursos naturales (bosques, cuencas alta y media de ríos, laderas de altas pendientes), donde se asientan. Por otro lado, tenemos los proyectos mal concebidos e intencionados, que más que desarrollo llevan persecución y represión a líderes ambientales y sociales, hasta llevarlos a riesgo de muerte y paralelo a ellos, a la afectación de sus recursos naturales.
Lo anterior nos ha heredado un país que ha perdido y sigue perdiendo su cobertura boscosa en la parte alta, media y baja de las cuencas, trayendo como consecuencia los deslaves, deslizamientos, erosión y producción del asolvamiento de los ríos que, a su vez, causan inundaciones catastróficas (arrastrando troncos, piedras y lodo a lo largo de todo su recorrido), hasta llegar a las partes bajas como lo hemos visto en el Valle de Sula, El Aguán, los drenajes de ríos de la costa Caribe y Pacífica de nuestro país, trayendo como consecuencia la muerte y pérdida de vidas humanas y golpes certeros a la economía del país, de manera individual y colectiva.
RECOMENDACIONES QUE VIENEN DESDE MITCH
Se mencionaron y recomendaron por parte de organizaciones ambientalistas, desde los destrozos del huracán Mitch (1998), cambios que eran necesarios para ir encaminándonos y adaptarnos a los cambios climáticos que se avizoraban, pero no aprendimos la lección, aun y cuando se aprobó, la ley de ordenamiento territorial (2003), un plan de nación considerando este ordenamiento territorial (2010), tomando la cuenca como unidad de planificación y gestión, y una ley de cambio climático (2013).
Es evidente que la conservación de los bosques y el buen manejo de los recursos naturales no ha sido prioridad para los gobiernos y los políticos de turno, que solamente han priorizados sus intereses egoístas partidarios y no el bienestar colectivo del pueblo.
Creo firmemente que si hubiésemos tenido un orden correcto desde el año 2003, cumpliendo con la ley de ordenamiento territorial y respetando los bosques, áreas de agricultura y construcción donde corresponden, catastróficos golpes como el que nos dio ETA e IOTA, hubiesen sido mínimos y no de la magnitud con que nos afectaron.
Todos los ciudadanos podemos generar el cambio que Honduras merece, comenzando con la elección de personas correctas para el manejo de la cosa pública, es decir, personas honestas, sensibles y solidarias, que prioricen el manejo sostenible de nuestros recursos naturales (biodiversidad en general).
Sin priorizar la conservación de nuestros bosques, lo que nos espera es la devastación ambiental, social y económica, que conlleva miseria y pobreza. Además, de la muerte de hondureños en este caso específico producidas por eventos extremos. Necesitamos cambiar nuestra forma de vida y ayudar con más educación, oportunidades de mejorar nuestra calidad de vida; es imperativo incluir los mecanismos de adaptación al cambio climático en cualquier proceso de desarrollo en el país. ¿Pero cómo iniciar esto? Buscando las personas correctas que tengan las calificaciones técnico científico y que, además, muestren y sean sensibles a los aspectos sociales y ambientales de Honduras.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas
2 respuestas
Excelente comentario.
Un acertado editorial que deberiamos de adoptar como una norma de vida para ayudar a Honduras y nuestra gente!