Por: Rodil Rivera Rodil
Ignoro si alguien ha estimado el impacto que la corrupción ha significado para el país desde que el actual presidente asumió el poder Y no solo en lo que se refiere a los recursos que han sido extraídos fraudulentamente del erario público, sino en lo que concierne a mantener engañada y confundida a la población. Que es igual o más grave que robarle al Estado.
En cuanto a lo primero, uno de los casos más emblemáticos ha sido el de Invest-H. Y es una historia que nunca termina. Cada día surge más evidencia de que casi en todas las adquisiciones que esta ha hecho ha mediado el pago de desmedidas “comisiones”, y por si fuera poco, lo que compra, o le faltan partes como aconteció con 40 ventiladores destinados al Hospital Escuela que costaron casi 700 mil lempiras o ella misma los echa a perder como sucedió con 250 mil pruebas, por las que pagó 46 millones de lempiras. Y no digamos con los hospitales móviles que, además de incompletos, ahora parece que no son apropiados para el tratamiento del coronavirus.
Pero las sospechas sobre Invest-H van más lejos todavía, pues se extienden a los nueve años de la gestión del exdirector, en los que manejó sumas multimillonarias. Para que el lector se forme una idea, solo para el período 2020-2021, según El Heraldo, tenía programado “invertir” casi 56 mil millones de lempiras. Bien pudiera ser que esta institución fuera el buque insignia de la corrupción de esta administración. ¿Qué espera el Ministerio Público para investigar?
Tomando en cuenta que el latrocinio ha cobrado dimensiones descomunales y que abarca a toda la institucionalidad del país, no hay duda que las cantidades sustraídas de las arcas nacionales han sido exorbitantes. El Centro de Estudios Económicos y Políticos de Washington presentó en el 2013, hace siete años, un informe en el que afirmaba que la corrupción en Honduras oscilaba entre el 10 y el 20 por ciento del presupuesto nacional. Lo que representaría, en un cálculo conservador, alrededor de ¡200 mil millones de lempiras! en el presente régimen. Pero eso sería con el nivel de corrupción tradicional, mucho más moderada. ¿Qué tal ahora con las colosales “movidas” que estamos viendo?
A lo anterior habría que agregar el dinero que se ha despilfarrado. El respetado columnista de La Tribuna, don Oscar Lanza Rosales, en un artículo que publicó el pasado 12 de agosto, sostiene que “las más de 300 fundaciones nacionalistas” han “dilapidado” una cifra superior a los 10 mil millones de lempiras en apenas ocho años.
Como lo manifestó la doctora Suyapa Figueroa, presidenta del Colegio Médico, esta clase de atraco “más que corrupción, es un crimen”. Y lo más grave es que ante las constantes denuncias y evidencias de culpabilidad de funcionarios y diputados, estos han respondido expulsando del país a la Maccih y reformando no sé cuántas leyes y hasta emitiendo un nuevo Código Penal a su medida para asegurarse la impunidad.
Pero la corrupción, decíamos, no se ha contraído al robo descarado y al dispendio desmedido, sino también a mentirle sistemáticamente al pueblo hondureño. En el mejor estilo de Geobbels, el ministro de propaganda de los nazis. Para el caso, a los pocos días de haberse declarado la pandemia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó reiteradamente que se practicara el mayor número de pruebas posibles, y no solo a las personas que presentaran síntomas sino, especialmente, a los llamados asintomáticos, que se habían convertido en los mayores propagadores del virus. Inmediatamente, los médicos hondureños exhortaron a las autoridades a acatar la sugerencia y que se efectuaran, por lo menos, de dos a tres mil pruebas diarias.
Sinager dijo que así lo haría y que se pondrían a funcionar siete u ocho laboratorios más en diferentes ciudades del país. Y el presidente Hernández, en una aparatosa ceremonia que montó en la casa presidencial el 16 de marzo con todo su gabinete e Invest-H, el Cohep, Fonac y otros organismos públicos y privados, presentó un proyecto con el pomposo nombre de “La Nueva Red Integral Pública de Servicios de Salud del Seguro Social y de Infraestructura de Carreteras en Honduras”, en la que prometió solemnemente “aumentar el presupuesto de salud y dinamizar la economía para contrarrestar los efectos mundiales de la pandemia, construir más de 90 hospitales y crear 10.000 empleos de manera directa en el sector salud”.
El ministro Ebal Díaz remató el acto con estas inmortales palabras: “El reto de esto es que sea totalmente transparente y eso lo ha dicho el presidente Hernández de manera reiterada: que sea la operación más transparente en la historia de Honduras”.
Transcurridos casi seis meses, en lugar de 10.000 empleos más tenemos medio millón menos, en lugar de 90 nuevos hospitales solo tenemos dos móviles, y aún no está claro si son hospitales de verdad o solo centros de triaje y tampoco si vinieron completos o no. Y en cuanto a la transparencia, es seguro que el señor Díaz se confundió o se estaba riendo del pueblo hondureño, pues resultó al revés, ha sido la operación más corrupta en la historia de Honduras.
Y aún no se practican las pruebas que ofreció Sinager y este sigue dando a conocer en esas insoportables cadenas nacionales cifras de víctimas de la pandemia muy inferiores a las reales. Los contagiados, por ejemplo, de acuerdo con los expertos, podrían llegar a los 300 mil, en todo caso, muy por encima de los apenas 63 mil que lleva reportados. Y lo mismo pasa con los fallecidos.
La explicación es sencilla. El gobierno rechazó la petición de los especialistas porque su intención, desde el principio, fue manipular los datos a su antojo. La lógica también es simple. Cuantas menos pruebas, menos contagios. Cero pruebas, cero contagios. Don Juan Orlando decide cada día, de acuerdo a su conveniencia, el número de contagiados, muertos y recuperados que Sinager “actualizará” por la noche. Lo que sabemos de la marcha de la pandemia, pues, es lo que él quiere que sepamos. Así puede atribuirse méritos inexistentes en su manejo.
Por fortuna, se acerca la hora en que el pueblo tendrá la oportunidad de expulsarlo del poder, al igual que a su pandilla de corruptos, quienes, en el afán de salvar el pellejo están apostando al fraude electoral y mantener dividida a la oposición. Lo anterior, sin contar con que el mandatario también pudiera estar pensando en suspender las elecciones por algún rebrote del coronavirus, real o inventado, tal como maliciosamente lo dejó entrever el pasado domingo en cadena nacional.
Por ello, la ciudadanía ve con mucha preocupación que Libre, el Partido Liberal y Salvador Nasralla estén perdiendo el tiempo en recriminaciones mutuas. No deben olvidar que el enemigo común es el presidente Hernández. Que si quieren derrotarlo no tienen otra alternativa que unirse. Y que es mejor comenzar a hacerlo cuanto antes. La historia no les perdonará jamás que le fallen a Honduras en este crucial momento.
Tegucigalpa, 4 de septiembre de 2020
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas