Por: Julio César Raudales
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Es joven, sumamente inteligente y muy guapa. Su palabra fácil y convincente ha cautivado a cientos de miles de seguidores en universidades, centros de estudios y medios de comunicación, sobre todo entre quienes buscan respuestas a las grandes contradicciones sociales de Latinoamérica. Tuve oportunidad de escucharla y conversar con ella hace unos meses en San Salvador, cuando en el marco de un foro sobre los problemas que enfrenta la economía latinoamericana, irrumpió en escena conquistando con sus ideas la admiración de los presentes.
Solo más tarde supe que se había hecho famosa en las redes sociales de España y América Latina. El punto de partida de tal popularidad había sido una intervención suya en el Primer Parlamento Iberoamericano de Jóvenes que tuvo lugar el año pasado en Zaragoza. A partir de ese momento, y luego de ser visto su discurso más de seis millones de veces en Youtube https://www.youtube.com/watch?v=_04ZS7b43eU y otras redes, ha sido invitada a foros y encuentros en Centroamérica, en Argentina, Uruguay, Brasil y muchos otros países de Latinoamérica.
Defensora de un pensamiento pragmático y libertario que se aparta tanto de la izquierda como de la derecha tradicional, despierta en las nuevas generaciones el fervor que en otras épocas suscitaba el sueño socialista. Nunca una joven figura política había tenido tal alcance en el continente.
Gloría Álvarez tiene la más variada prosapia: cubana por la rama paterna, de familia húngara por parte de su madre, lleva también sangre guatemalteca donde nació y cuya cultura, vivencias y realidades la han influenciado directamente y donde por alguna extraña travesura del destino confluyeron sus ancestros. Se trata entonces de una centroamericana universal que a sus treinta años parece haber encontrado el discurso y la fórmula de la liberación de los pueblos.
Desde niña, además de una sorprendente pasión por los libros, buscó darse siempre una educación excepcional. Primero en la famosa universidad Francisco Marroquín en Guatemala; luego en el Instituto Cato de Washington; más tarde en la Universidad de Lovaina en Bélgica y, finalmente, en la Universidad Sapiensa de Italia. Si el lector conoce algo de las tendencias en el pensamiento académico, sabrá que las primeras dos son de estirpe liberal, que en Lovaina nació la Teología de la Liberación y la romana es bastión socialista.
Le pregunté si correrá a algún cargo político para las próximas elecciones en su país y me respondió un ¡NO!, enfático. “Los políticos corruptos y populistas tienen copado el espectro electoral en Guatemala, por lo que ser diputada o ministra en estos momentos es poco menos que una pérdida de tiempo”. Me habló de “La Toronja Mecánica”, que es la alianza entre los parlamentaros oficialistas y los que apoyan al candidato que va a la cabeza en las encuestas, lo que casi garantiza la continuidad en el desorden. “El panorama en mi país es aun sombrío.
Alvarez define el populismo como la manipulación de las masas por figuras políticas que mediante un discurso mesiánico, dádivas, subsidios y otras acciones “generosas” y el debilitamiento sistemático de las estructuras públicas destinadas a fortalecer los recursos humanos del país, profundizan el empobrecimiento de la gente y logran perpetuar el establishment en un país o sociedad para su propio beneficio. Esto último implica que para el populista, uno de los objetivos claves es mantener a las mayorías en la ignorancia, de forma que no les quede más remedio que perpetuar su dependencia del líder o partido y esto garantice la permanencia indefinida en el poder en el poder.
El populismo no es nuevo, hace mas de 20 siglos mi tocayo, el truculento, pervertido y abyecto emperador que destruyó la república romana, acuñó la famosa frase “pan y circo” para referirse de manera despectiva a la forma de mantener contenta a la plebe. Más recientemente Napoleón, Hitler, Musolini, Perón, Trujillo y muchos otros se erigieron en abanderados y salvadores de los pueblos, usando su atractivo personal, la mentira, los recursos públicos e incluso la crueldad contra quienes llaman “enemigos del pueblo”, para perpetrar horribles actos que siempre terminaron en destrucción y calamidades.
Pero es evidente que, luego de la debacle socialista en los 80s y del fracaso experimentado por la derecha latinoamericana que apostó por un modelo de “mercantilismo estatal y privilegios oligopólicos, siguiendo las recetas de enlatados impuestos por el “Consenso de Washington”, que muchos confunden con liberalismo, se dio paso a la emergencia de estos “líderes salvadores” que pretenden secuestrarnos y dejarnos prisioneros, mediante la destrucción de lo poco que hemos avanzado.
Fue el jurista alemán Carl Schmitt quien reivindicando a Hobbes subrayó la tesis de que no es la legitimidad la que procede de la legalidad sino al revés. Luego, de acuerdo a Schmitt, hay gobiernos legales sin legitimidad y hay gobiernos legítimos sin legalidad. Es en esa órbita y bajo esa premisa que se justifican ciertos políticos con vocación de tiranos para destruir las instituciones y afianzarse en un poder que usan para su beneficio y el de las élites que los apoyan.
En conclusión, la lucha en el siglo XXI no se da entre la izquierda y la derecha, sino entre los populistas y los republicanos. Es por ello que podemos explicar la diferencia entre Bachelet y Cristina, ambas supuestamente de izquierda, o entre Santos y Peña Nieto, ambos en teoría derechistas. ¡En fin! La polémica en nuestra era, se da entre quienes, en palabras de Laclau, buscan favorecer una articulación de demandas disímiles en torno a una entidad simbólica (llámese Chávez, Uribe, Correa o Morales), que se rige por el principio de legitimidad basada en regalos y personalismos y no por el de legalidad, versus quienes creemos y defendemos el fortalecimiento de una república con balance de poderes y reglas claras que favorezcan el desempeño individual con la apertura de mayores oportunidades.
Lo que no deja sorprenderme es como personas inteligentes y honestas se dejan manipular por estos macarras que, con máscara de izquierdistas o de estadistas de derecha que consideran que se les dio un cheque en blanco para hacer lo que tengan que hacer, incluso incumpliendo las leyes, con tal de realizar la supuesta voluntad del pueblo. Es así como fomentan la dependencia, obstaculizan los grandes acuerdos y pretenden que los veamos como padres autoritarios que deciden por nosotros, ya que ellos son los únicos iluminados.
El debate está expuesto, toca a nosotros decidir si seremos constructores de nuestro progreso o continuaremos dependiendo de los populistas, esos que en palabras del pensador argentino Mario Grondona, “Aman tanto a los pobres que los multiplican”
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas