Honduras entra a una era cultural interesante

Julio Escoto: “Los gobiernos poco democráticos, como en Honduras, utilizan medidas sanitarias para someter a la población”

 

El celebrado novelista habla entre otras cosas sobre cómo la corrupción ha viciado la acción del gobierno de Juan Orlando Hernández durante la pandemia del coronavirus en Honduras

Por: Dunia Orellana

San Pedro Sula, Honduras. Instalado con firmeza entre los escritores y pensadores más importantes de Honduras desde sus primeros libros, Julio Escoto no ha dejado de publicar en más de 50 años de carrera literaria.

Nacido en San Pedro Sula hace 76 años, se mantiene lúcido como nunca. Redacta columnas periodísticas, conduce una editorial, da conferencias dentro y fuera de Honduras, dirige la biblioteca de la UNAH-VS y escribe novelas, cuentos y ensayos. Hace dos años publicó Downtown Paraíso, secuela de Rey del Albor, Madrugada (1993), y durante la cuarentena ha estado revisando una nueva novela.

Escoto es un conocedor de la historia y la realidad hondureña. Lo demuestra en esta entrevista, en la que cuenta cómo durante la epidemia de fiebre amarilla, a comienzos del siglo pasado, “la gente apedreaba las casas de los infectados” en San Pedro Sula.

De su mirada no se salva el gobierno de Juan Orlando Hernández, el cual ha respondido “muy mal” a la pandemia. JOH “procuró dar respuesta pronta al desafío”, dice el novelista, pero “su acción se vio inmediatamente viciada por la columna vertebral que estructura a su régimen, cual es la corrupción”.

  1. ¿Cómo la pandemia del coronavirus podría servir para lograr un cambio de mentalidad en los hondureños tras décadas de malos gobiernos?
  2. R. No ha habido un momento mejor en las últimas décadas. Excepto que esta es una ocasión en que para que haya cambios materiales se requiere que ocurran antes cambios mentales. Me explico. Si el hondureño lograra comprender que los sistemas de gobierno que hemos tenido hasta ahora, desde hace cien años, no han conseguido eliminar la miseria ni impulsar el desarrollo (lo que sería una nueva percepción mental) y que existe una imperiosa necesidad de crear otra forma de gobierno y vida nacional, es obvio que ocurriría alguna manera de transformación.

Pero al hondureño le han hecho creer que cuando alguien habla de cambio de sistema es que quiera uno socialista, comunista, fascista, etc., y no es forzosamente así. Lo que se ansía es que en un nuevo modo de relación económico-social imperen la honestidad, la ética, la búsqueda del bien público, la defensa de la soberanía y la aplicación del beneficio de los recursos naturales para la población misma y no para pequeños sectores de lucro.

Si esto entra en la mente hondureña ahora, y lo hace con fuerza, es probable que estemos cerca de interesantes modificaciones político sociales.

P.¿De qué modo la pandemia podría influir en la búsqueda de justicia, equidad y rendición de cuentas en Honduras?

  1. R. Hay un viejo principio que afirma que para que la realidad cambie debe cambiar antes el concepto que el individuo tiene de la realidad. Nada se transforma en la tierra si antes no ha sido aceptada su transformación por quienes viven en esa realidad. Si nosotros, como nacionales, comenzamos a profundizar en el conocimiento de que el Estado ha sido mal administrado durante cien años ––pues acá no existen justicia, bienestar, equidad, progreso–– vamos a comenzar a exigir explicaciones y rendición de cuentas y vamos a generar cambios.

Es lo que sucedió en Costa Rica, que conozco por haber vivido allí muchos años. Un gobernante sabio, José Figueres, visualizó que mientras hubiera instituciones débiles y fuerzas autoritarias, en el país no habría democracia. Si la corte suprema, el congreso, otros similares, fueran manipulados por esas fuerzas autoritarias (militares, élites, clanes de partidos políticos) no habría avances y transformaciones sino retrocesos y uso del Estado para beneficio personal.

Lo que Figueres hizo en 1949 fue sembrar en la conciencia del costarricense la defensa de esos principios primarios y de allí el resultado presente de nación destacada y más avanzada que otras en CA.  Así que la pandemia sí puede influir ya no sólo en la búsqueda sino en el encuentro de respuestas.

P.¿De qué manera la pandemia está cambiando los paradigmas de la educación y qué soluciones se pueden plantear con las lecciones que nos dejará el coronavirus?

  1. No está cambiando ninguno hasta ahora. Está sugiriendo, por necesidad, que se debe buscar nuevas formas de construir (impartir, transmitir) la educación ya que la pandemia obliga a la búsqueda de formas no ortodoxas para ello.

En mi columna de opinión en El Heraldo plantee hace semanas que en Europa central una comunidad (Montenegro) decidió ocupar por cuatro horas diarias los canales de tv y desde allí transmitir contenidos de los programas de educación; es decir dar clase por tv. Es un éxito.

Pero en Honduras, ¿se atrevería el Estado a confiscar un tiempo de tv para beneficio nacional, entendiendo que incluso no sería confiscar (ocupar) pues las ondas electromagnéticas pertenecen al Estado, no a particulares. Pero ¿se atrevería, incluso sabiendo que hay una crisis, que la educación es el bien mayor de la sociedad y que si no se toma medidas nuevas habrá un terrible daño histórico para la sociedad? No, no se atreve. Porque acá impera más el concepto neoliberal de mercado que de atención a la sociedad.

 

Entonces, la pandemia no ha cambiado nada en la realidad pero está, ojalá, comenzando a hacer que modifiquemos nuestra forma tradicional de pensar. 

¿Cómo ha vivido usted la pandemia a nivel personal?

R.-En verdad sin graves problemas. Puedo comprar alimentos, puedo permanecer encerrado pues tengo un ingreso permanente (no como las personas que necesitan salir a la calle cada día para agenciar lo propio y de familia), algo que ocurre no porque sea rico sino porque a mi edad trabajé mucho para contar con un pequeño patrimonio (casa, auto, medicina). Eso en la parte anecdótica personal.

Pero en cuanto al aprovechamiento del encierro, para mí ha sido fenomenal. En estos meses he escrito casi más que nunca: artículos de prensa, pronunciamientos políticos, proyectos de beneficio para la UNAH, correspondencia, lectura abundante e incluso revisión de una novela en marcha.

No me puedo quejar, sé que es una experiencia excepcional pero por lo mismo trato de ponerla, con mis ideas, al mejor servicio de la población.

¿Cómo han cambiado en estos últimos meses sus hábitos como escritor?

R.- Poco excepto en la mayor concentración de trabajo pues tengo más tiempo obligado para hacerlo. Si antes laboraba en mi obra personal unas tres horas diarias (de 8 a 11 pm, más o menos) ahora lo hago desde mediodía y toda la tarde. No puedo negar que soy un privilegiado pero no porque los dioses así lo decidieron sino por mi capacidad de trabajo

P.¿Qué libros ha leído en esta cuarentena y cuáles nos recomienda leer?

R.- Varios. “General Gregorio Ferrera”, de Jesús Evelio Inestroza; la más reciente novela de Juan Ramón Saravia, “Un árbol había en el Edén”; “Sendas en el abismo”, de Mimí Díaz Lozano; “La primera generación liberal” de Mario Argueta; “Morazaneida. El sombrero de junco”, de Ramón Amaya Amador; el libro densamente investigativo de Darío Euraque, próximo a salir en Guaymuras, nominado “Un hondureño ante la modernidad de su país: Rafael López Padilla. (1875-1963)” y la primera novela de un brillante poeta vietnamita-norteamericano, titulada “On earth we’re briefly gorgeous”.

¿Qué opinión le merecen los casos de estigmatización y discriminación hacia el personal de salud, operadores de justicia, enfermos y familiares afectados por la COVID-19?

R.-No es algo nuevo. Cuando en San Pedro Sula atacó una epidemia de fiebre amarilla (1905), tras haberse extinguido los efectos de otra previa de 1892, la gente apedreaba las casas de los infectados, los aislaba y nadie ayudaba a los enfermos, mucho menos extraer los cuerpos de los fallecidos en sus casas. Entonces apareció un personaje hoy mítico, Chale Vilay, quien asumiendo una misión que nadie le había pedido (si bien bajo la falsa creencia de que a los negros y mulatos la peste no los atacaba), iba de barrio en barrio, con una carreta, recogiendo los muertos para llevarlos al nuevo cementerio municipal del sur de la urbe, donde se abrían ya fosas masivas y comunes. Así fue siempre cuando las pestes atacaron Europa.

Tales reacciones obedecen a dos pobres conceptos: ignorancia y falta de solidaridad. Ignorancia del elemento sanitario preventivo, pues en San Pedro Sula nadie sabía que el Aedes aegypti transmitía el virus, y segundo por someterse al principio de “sálvese quien pueda”, sin tener en cuenta que el individuo no se salva sólo, ya que para hacerlo ocupa la ayuda de la comuna. Es parte de los enormes desafíos y errores que tenemos que comprender y corregir, en específico: agradecer a quien nos ayuda, que son los médicos y sanitarios.

P.¿Cómo calificaría al gobierno de Hernández en su respuesta antes y durante la pandemia?

R.-Obviamente muy mal. Si bien procuró dar respuesta pronta al desafío, su acción se vio inmediatamente viciada por la columna vertebral que estructura a su régimen, cual es la corrupción. Taiwán, Singapur y Uruguay sirven de ejemplo: allí se actuó pronto y bien, se puso el comando de la epidemia en manos de médicos y científicos, se controló el gasto y se educó solidariamente a la población. No hubo robos, desfalcos, sobrevaloraciones, decisiones congresionales sospechosas o indebidas, menos incorrectas. La transparencia y la cautela, no el despilfarro, fueron claves singulares de la acción política y social.

¿Por qué no aquí? Porque en Uruguay existe una tradición larga de respeto a la comunidad y a su patrimonio, el cual no se puede robar, hipotecar, usufructuar. Lo cual es sustancia del mejor concepto de democracia, o sea respetar uno cuanto es de todos. Pero en Honduras cómo se puede pedir semejante correspondencia a funcionarios, generalmente abogados, a quienes educaron, por ejemplo, catedráticos descaradamente corruptos (innecesario citar nombres, todos sabemos). Donde las instituciones estatales (Corte Suprema, Fiscalía, Congreso, otras) son nombradas de dedo político y donde… basta de citar más males y extraigamos una sola conclusión: donde hay que remendarlo componerlo, implosionarlo, corregirlo, revolucionarlo todo pronto, ya, o desaparece la república.

Las libertades individuales se han terminado en tiempo de coronavirus. ¿Qué opinión le merece esto?

 

R.-Cuando se da una crisis tan severa como la presente el Estado recurre a su derecho de emitir ordenanzas y medidas según la necesidad de proteger a la población. Es lo que hacen las naciones del orbe.

Excepto que algunas (España, Uruguay, Costa Rica) abogan por el convencimiento, no la represión. Otros (Bélgica, Francia, México, EUA) no se atreven a imponer medidas tan necesarias como usar una máscara, lo cual motiva a discusión pues se trata de cubrir de daños a la mayoría. Otros van más allá del límite de derechos humanos (Hungría, El Salvador). Se trata de momentos de emergencia y por ende la autoridad puede emitir e imponer reglas de emergencia, eso hay que aceptarlo.

Pero existen ciertas fronteras del asunto. No se puede, nunca, restringir la libertad de expresión, a esa no la ataca el virus. No se debe generar discriminación (católicos contra pentecostales, budistas contra protestantes); no se puede. Menos separar en derechos a Nacionalistas de Liberales o Pinu o DC (si aún existe) o Libre. De lo que se trata es de mantener las categorías de la efectiva democracia en su máximo esplendor y prácticas.

Pero, mayormente, hay un derecho que se aplasta tan silenciosamente que no se detecta y que es el de protestar contra la secretividad.

Cuando los mandatarios viajan en naves corruptas, y donde para ejecutar acciones indebidas, o sea contrarias a la ley, se imponen acciones del Estado que refuerzan la secretividad, la corrupción es 99% inevitable. Nadie que maneje un presupuesto de, digamos, mil millones de Lempiras es inocente de presunción de culpabilidad. La tentación es soberanamente fuerte, más allá de la resistencia humana común al soborno.

Así es que para todo fondo o recurso que se maneja en secreto, el Estado ––mejor dicho, la sociedad— debe establecer íntegras y éticas veedurías, que son auditorías ciudadanas, para que nadie engañe a nadie. Lógico que a los corruptos esto les hace ninguna gracia, jamás lo van a aceptar.

Pero, ¿y si el pueblo se impone y lo exige? Suponiendo que un pueblo que luce más como ingenuo y perezoso se atreva a ello.

¿De qué manera el confinamiento y las medidas durante esta cuarentena podrían ser herramientas políticas para controlar a la población?

R.-Debe haberlo dicho Maquiavelo: entre más silencioso se mantenga al pueblo mejor, para que libremente actúe el príncipe, es decir el gobernante. Y para conseguirlo un buen mecanismo es el miedo, tanto a fatalidades físicas (terremotos, inundaciones, incendios) como mentales (el demonio, el virus ignorado, el juicio final). De allí que en globalidad los gobiernos poco democráticos, como ahora en Honduras, utilicen medidas sanitarias para someter y controlar a la población, no sólo físicamente sino también en su pensamiento.

Y lo peor no es lo que sucede en el momento sino lo que queda formado, impregnado, tatuado en la persona, que es la autocensura. De tanto que se le impone el silencio, la “corrección”, la obediencia, el sujeto termina asimilándolo y haciéndolo parte de su personalidad. Es el gran recurso de las religiones, además de los gobiernos, hacerle creer a la gente que si piensa mal dios la escucha y puede castigarla; que si “piensa” en el pecado ya “comete” pecado”; y que, como corolario, aparece el fenómeno de la duplicidad interior: si dudo del gobierno al final termino dudando de mi misma duda, es decir de si estaré o no en lo correcto. Así que mejor guardo silencio.

Son mecanismos complicadísimos e incluso pueden llegar a sutiles, pero existen, se accionan y funcionan

P.- Ante la entrada en vigor del nuevo Código Penal, que reduce las sanciones contra corruptos y violadores, ¿cómo podría eso desencadenar nuevas crisis en el país?

R.- Diré poco sobre este tema pues estoy poco informado; no he estudiado la materia. Pero sí deduzco que donde hay una falla legal o del sistema, o donde radica una mentira, ya existe también una semilla de crisis.

  • Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas

4 respuestas

  1. Todo iba bien, como salido de una fuente prístina y caudalosa de sabiduría acumulada tras planchas de ideas que completan el acertijo de la vida… pero ¡tuvo que hablar de religión!, aquel que de eso nada sabe.
    Me quedo con la idea, no con el ejemplo concreto, incompleto, mal usado.
    Excelente artículo, sin embargo.

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