Por: Redacción CRITERIO.HN
Tegucigalpa. –Hace tres meses que el COVID-19 obligó a las mujeres que sufren violencia a quedarse en casa con su agresor, a sobrevivir al trabajo encerradas con mayor carga laboral, a cuidar de otras personas y a enfrentarse a emociones desenfrenadas. Todas esas sumatorias les está pasando factura en sus cuerpos.
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Las mujeres que están viviendo el encierro hacen múltiples tareas y al final del día es reducido el tiempo que existe para ellas. El estrés que genera sobrellevar el confinamiento ha producido cambios importantes en sus cuerpos, sobre todo en el ciclo menstrual, tales como el retraso, aumento de dolores y mayor sangrado.
Hablar de la menstruación en un país conservador como Honduras, sigue siendo un tabú y por lo mismo se generan restricciones en los centros educativos para enseñar educación menstrual. Por lo tanto, se forja la idea que el cuerpo donde habitan las mujeres es una máquina y las enfermedades sólo pueden ser tratadas mediante intervenciones farmacológicas, una mirada bastante occidental, que niega las diferentes formas en que viven las mujeres.
Además, en un país donde la inversión en el área de salud y educación está por debajo de lo que se inyecta en seguridad y defensa, demuestra el poco interés de quienes gobiernan en garantizar el derecho a la salud de las mujeres y niñas.
Los relatos de mujeres
Desde CRITERIO.HN le preguntamos a varias mujeres sobre los cambios que han tenido a raíz del toque de queda decretado en Honduras a partir del 16 de marzo.
A Johana Carranza, le tomó por asombro un retraso de tres días. “Nunca había tenido un retraso en mi vida”, señala. Además, cuando le bajó la menstruación, el sangrado fue más fluido, manchando así su ropa. “Si no me levanto, mancho toda la cama”.
Por su parte a Ligia Velásquez, la menstruación no le bajaba desde hace tres meses y cuando menstruó, le generó una hemorragia, a tal grado que debía usar tres toallas sanitarias cada hora. “Me vino con grandes dolores”, asegura.
Entre tanto, Carmen nos comenta que su período se retrasa por días y al tener un quiste en los senos, el dolor de este se acelera de manera incontrolable. “Hay días en los que no me puedo levantar, me da fiebre y lo único que siento es que debo aguantar”.
Las periodistas Kency Grandez y Helen Ocampo, comentan que su período siempre viene con dolores en su vientre, pero que con el encierro permanecen por más días antes de su período menstrual. Grandez, ha vivido su período utilizando la copa menstrual, una alternativa ecológica, que promueve una menstruación más saludable, económica e higiénica. Sin embargo, no todas las mujeres pueden tener acceso a esta copa y siguen utilizado toallas sanitarias, que en algunos casos, ocasionan alergias durante la menstruación.
Más de 200 millones de mujeres en el mundo, padecen de endometriosis. Durante el ciclo menstrual el útero se recubre de un tejido llamado endometrio, el cual se expulsa durante la menstruación y si este crece fuera del útero, se le conoce como endometriosis y entre los síntomas está: el dolor pélvico, y crónico, fatiga, además de un impacto negativo en la salud física y emocional porque, en algunos casos, genera infertilidad.
Para la educadora menstrual, Katto Salinas, los principales síntomas que puede generar el encierro en el ciclo menstrual, van desde cambios hormonales, alteraciones en el ciclo menstrual, problemas en el deseo sexual e, incluso amenorrea (falta o desaparición de la menstruación), que se asocia a bajos niveles de estrógenos por un período muy prolongado.
El estrés es sinónimo de alerta
Katto Salinas, específica que el estrés físico o emocional es sinónimo de alerta y puede causar una menstruación irregular en uno o dos períodos, debido a que el hipotálamo (parte que controla las hormonas), toma una decisión y suprime la función reproductiva y detiene el período. En el caso de alargarse el retraso, se vuelve amenorrea hipotalámica, por lo que sugiere verificar si no se está embarazada, ya que se puede sufrir un aborto o un parto prematuro.
La amenorrea hipotalámica, se produce cuando el hipotálamo deja de liberar la hormona gonadotropinas o la libera con lentitud. Esta hormona se encarga de iniciar el ciclo menstrual.
Salinas recalca que el ciclo menstrual puede ser de 21 a 35 días, y no necesariamente cada 28. “No somos máquinas, somos seres humanos que enfrentamos diferentes realidades, desigualdades e injusticias, que nadie nos educa para menstruar saludable”, nos dice.
A la educadora le gustaría que el mensaje pudiese llegar a todas las mujeres de las distintas zonas del país, pero comprende que la desigualdad social se ha hecho más evidente en este contexto y no existen procesos de alfabetización menstrual, ni para las mujeres que cuentan con acceso a ginecología privada.
Salinas hace un llamado a las mujeres para estar pendiente de su cuerpo. Anotar en una libreta, los días de su menstruación, el sangrado, los dolores, también las emociones, debido a que el contexto sociopolítico influye en el ciclo menstrual.
También “hacer deportes o cosas que te den placer ayudaría a bajar el estrés, caminar o bailar, darte un poco de tiempo a vos misma”, nos dice.
Al consultarle sobre dónde pueden acudir las mujeres si el retraso persigue por más de tres meses, con indignación y tristeza, responde que, en Honduras hablar de menstruación es sinónimo de reproducción y no de salud como un derecho humano.
A lo anterior se suma el colapso en los centros de salud y hospitales por la pandemia del COVID-19, por lo que las mujeres que no pueden acceder al sistema sanitario se ven obligadas a desconocer lo que pasa en su cuerpo, contrario aquellas que cuentan con los recursos económicos y visitan clínicas privadas.
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