Por: Josué Sabillón
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Tegucigalpa.-Dentro de los desafíos más inmediatos de Honduras en cuanto a una real integración que permita el desarrollo, se debe trabajar en la independencia de los distintos poderes del Estado, sin que el Poder Ejecutivo siga ejerciendo injerencia en el Legislativo y Judicial. El fortalecimiento de la autonomía y capacidad del Estado mediante una mejora en la captación de ingresos y un mejor uso de los recursos públicos. Participación en las decisiones políticas de la sociedad civil incluyendo procesos de descentralización política con recursos. Fortalecimiento del sistema político y de los partidos políticos, que además incluya la participación de los hondureños que residen en el extranjero, ya que son ellos quienes con sus remesas suplen gran parte de las necesidades de la población que el Estado no cubre. Y, por último, el fortalecimiento de las centrales obreras y los sindicatos, así como las organizaciones de pequeños y medianos empresarios, organizaciones indígenas y de mujeres.
De igual manera, se debe trabajar en la fragmentada cohesión social, la baja legitimidad democrática, altas cifras de pobreza, corrupción, crimen organizado y el narcotráfico. Pero aún con el peor de los escenarios, se ha demostrado que, si el Estado cumple su papel como mediador entre el mercado y la democracia, se pueden lograr importantes avances en el desarrollo. Lograr la cohesión social en un país donde existen altos niveles de desigualdad social debido a la concentración de los recursos en las élites económicas es difícil, es por ello, que los tomadores de decisión deben trabajar también, en políticas públicas que permitan la reducción de la brecha provocada por la desigualdad social para poder emprender la ruta del desarrollo asociado a la idea de bienestar.
Los grupos de poder económico regionales han tenido dinámicas similares, normalmente fueron extranjeros que llegaron a los países centroamericanos movidos por las empresas bananeras, mineras y algunos por el café.
Durante el modelo de industrialización, los estados invirtieron importantes cantidades de dinero para la movilización del agro, sobre todo, y fue así como estos extranjeros aprovecharon la coyuntura y se creó una pequeña burguesía agraria. Las empresas transnacionales llegan a los países de la región motivados por la liberalización económica que fue promovida por el Consenso de Washington y el modelo neoliberal, incorporándose en la compra de empresas estatales o generando pequeños focos de industrialización en determinadas zonas de cada país, sobre todo las maquilas, pero también, aumentó la migración tanto interna como externa. Los rubros públicos que más ha interesado al capital transnacional son el de energía, comunicaciones, la banca y otras empresas que fueron creadas originalmente con capital estatal.
El aumento de la presencia de las empresas transnacionales en alianza con los grupos de poder económico regionales ha permitido que los segundos tengan mayor peso en la toma de decisiones políticas, lo cual se convierte en una amenaza para la democracia en el sentido de que los intereses individuales de estos grupos de poder pueden generar impactos negativos en el fomento de la desigualdad social.
Lo interesante de la región es que dicha integración no ha sido del todo formal, refiriéndonos a aquella integración en el que los países firman convenios, sino más bien una integración empresarial, conformada por acciones individuales de empresarios nacionales y extranjeros, la población y los gobiernos locales. La llamada integración real, ha sido llevada a cabo por las empresas transnacionales. Para efectos de evitar confusión de términos se utiliza el concepto de integración empresarial, en lugar de la real, la cual debería ser fomentada por los gobiernos, por medio de la creación de la institucionalidad para la misma. La integración se ha convertido en un reto para la democracia y el desarrollo por el hecho de que la pobreza disminuyó en términos relativos en los últimos 30 años de avances en la integración, pero, aumentó en términos absolutos.
En las últimas tres décadas, pero sobre todo luego de la firma del CAFTA-DR, la acumulación de riqueza en pocas manos, en la región centroamericana, ha sido más evidenciada, es por ello que los gobiernos nacionales y locales deben crear acciones que permitan que los embates colaterales de los tratados de libre comercio permitan que la producción local vaya en aumento, se debe entonces actuar local y pensar global, siguiendo un poco la dinámica de los gobiernos locales chinos que se han encargado de negociar directamente con las transnacionales y empresas nacionales que llegan a sus territorios, y que ha permitido que la brecha de la desigualdad se vaya reduciendo.
La integración empresarial ha consistido también en una integración comercial y de servicios turísticos a pequeña escala, mercados laborales regionales, como por ejemplo la migración de nicaragüenses a Costa Rica, o de hondureños y nicaragüenses en el lado oriental de El Salvador por escasa mano de obra, además de, especializaciones productivas orquestadas por gobiernos locales en conjunto, o en mancomunidades. En escalas mayores, incluye, además, intercambio de mercancías y redes financieras.
Por otra parte, no se debe confundir integración real con cooperación intergubernamental, las cuales son iniciativas conjuntas entre los países de la región para la lucha contra determinados fenómenos sociales, para el caso, el llamado Triángulo Norte tiene alianzas para la lucha contra el narcotráfico, enfermedades que pueden ser transfronterizas: la migración, entre otros.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas
Un comentario
Desarrollo sin corrupción.