Por: Rafael del Cid
A Miguel, Moy y a los miles de antorcheros
De poco sirve burlarse e intentar trivializar las marchas de las antorchas o movimiento de los indignados. El pensamiento frívolo las puede percibir como mera actividad de relajamiento o una especie de modalidad sofisticada del “Actívate” y sus bailongos de zumba. La trivialización se ha tornado moda en las sociedades “light”, en la cultura de la postmodernidad decadente, y en imitación, también ha pasado al uso de algunos livianos compatriotas, pese a que paradójicamente habitamos el país más rural del hemisferio.
Levedad aparte, esa expresión tiene alguna dosis de verdad. La verdad, verdad, es que después de una dura semana de trabajo a cualquiera le resulta sano y relajante emprender una caminata por la ciudad en compañía de otros semejantes que gritan consignas, cantan, portan pancartas, banderas y antorchas. Es realmente agradable recorrer las calles en medio de la algarabía de una ciudad que dejó de ser nuestra porque se llenó de gente llegada de todos los rincones del suelo patrio y se desparramó desordenada y peligrosa sobre su escabrosa geografía. Yo me jactaba de conocer cada centímetro de mi Tegucigalpa, pero hoy cargo la dolorosa impresión de que la ciudad me fue arrebatada por la expansión territorial y, sobre todo, por la delincuencia y la represión. Ciertamente, caminar bajo la luminaria de las antorchas y en compañía de rostros conocidos realmente relaja. ¡Alégrense, entonces, los que provocan la indignación! porque gracias, tal vez, a estas marchas la cólera se trastoca en alegría y deja menos espacio a la tentación de responder con violencia.
Podemos coincidir en parte mínima con las ligerezas de los vacuos y superfluos, pero el movimiento de los indignados está lejos de limitarse a ser mero relajamiento. El objetivo real, profundo, latente, de este tipo de movimientos sociales es, para decirlo en palabras de uno de sus más ilustrados estudiosos “concienciar a la población, darle poder a través de la participación en el movimiento y en un debate amplio sobre sus vidas y su país y confiar en su capacidad para tomar decisiones en abierto desafío a la clase política” (Manuel Castells.2012.“Redes de indignación y esperanza”. Alianza Editorial). En materia de concienciar, el número de participantes importa menos que la calidad y potencial de las ideas en juego.
El movimiento de los indignados de Honduras surgió meses antes del inicio del proceso electoral de 2017. Entonces las multitudes juveniles gritaron consignas contra la corrupción de la clase política y contra su figura más sobresaliente. Como parte del combate a la corrupción observaron necesario evitar la reelección de tal personaje y, por ello, la consigna destacada fue “¿Cuál es la ruta…?”. Actualmente, los objetivos del movimiento se mantienen, pero ahora están más claramente enfocados al propósito de derrocar la actual dictadura.
Este enfoque equipara al movimiento indignado de Honduras con otros movimientos que en el pasado reciente surgieron, bajo el mismo nombre, en los países árabes, en Israel, en Islandia, en el Wall Street de Nueva York y en muchos otros lugares. En todos esos movimientos predominó un objetivo bien definido: derrotar una dictadura o cuestionar un sistema autoritario político o financiero.
Otras coincidencias fueron el haberse iniciado en las redes sociales de la Internet; el mostrar desconfianza hacia los partidos políticos y los medios convencionales de comunicación. No cabe duda que han sido movimientos representativos de las jóvenes generaciones que reivindican, con el apoyo de las redes sociales, un nuevo espacio de autonomía, mediante el cual comunicar ideas, compartir ideales, ganar conciencia de grupo y, con ello, vencer la pasividad y el miedo. La humillación causada por el cinismo y arrogancia de los poderosos se transformó en búsqueda de la dignidad de las nuevas generaciones que anhelan encontrar una tribuna de expresión. Desde allí han contagiado a buena parte de la sociedad también afectada por los lastres de la corrupción y el abuso.
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El movimiento de los indignados en otros países ha tenido otro par de características importantes. Primero, el rechazo a los vicios de la democracia representativa, que se manifestó en la negativa a que el movimiento asumiera la forma de un partido político o algo similar. Segundo, el movimiento se materializó en la reivindicación o conquista de un espacio público. Estas dos últimas características han sido también compartidas por el movimiento de los indignados de Honduras, pero de manera sumamente tímida.
En un inicio, los antorcheros hondureños manifestaron público rechazo a la participación de políticos reconocidos dentro de las marchas; se desalentó la presencia de banderas y símbolos de partidos de cualquier signo. Sin embargo, este hecho no se expresó en la negación de su propio liderazgo, que ha sido tan característico de los indignados de otras latitudes. Negación del liderazgo propio quiere decir que el movimiento era adverso a que uno o algunos de los participantes se erigieran en voceros o dirigentes del movimiento; esto porque todos se consideraban iguales, nadie deseaba ceder su soberanía personal a un representante. Tal postura era una forma de enseñar, con el ejemplo, el rechazo, la crítica permanente, a la democracia representativa. Fueron fervorosos creyentes de la democracia directa, sin intermediarios, convencidos de que las innovaciones en la tecnología de las comunicaciones estaban haciendo posible ejercer tal tipo de democracia.
En el caso de Honduras sobresalió, por el contrario, la autoproclamación de un pequeño grupo como los líderes o voceros del movimiento. Y fue precisamente, cuando varios de esos “líderes” se dejaron cooptar por el sistema que el movimiento antorchero hondureño se sumió en un letargo. En otros países, negarse a ser representados por líderes constituyó uno de los encantos del movimiento, aunque simultáneamente, esto también devino en obstáculo para logros mayores, especialmente porque complicó la toma de decisiones.
Por otra parte, el movimiento de los indignados deHonduras únicamente ha reivindicado como espacio las calles que ocupan durante las dos o tres horas que dura cada marcha semanal. En el plano internacional ocupar un espacio público durante un tiempo prolongado fue cuestión fundamental. El primer movimiento de indignados, el de Túnez, hizo que su Caravana de la Libertad tomara la Kasbah, Medina o Ciudad Sagrada de dicha ciudad; el movimiento en Egipto hizo suya la plaza Tahrir de El Cairo; los indignados de Islandia divulgaron su protesta en la plaza Austurvollur en Reikiavik; los gringos indignados contra el sistema financiero lo hicieron en Liberty Park cercano a Wall Street. Los indignados de España crearon un foro público (“Democracia Ya”), un blog y una lista de correo en Facebook, aparte de inundar la Puerta del Sol en Madrid, la Plaza de Catalunya en Barcelona y así en otras ciudades. Son solo unos pocos ejemplos. Algunos de los movimientos introdujeron la novedad de descentralizar las deliberaciones trasladándolas también a los barrios y comunidades. Ello debido a que la ocupación de un espacio público solo podía sostenerse por tiempo limitado (el caso extremo duró ocho meses) debido a motivos de logística, asedio policíaco y seguridad de los propios manifestantes. Para asegurar la convivencia en dichos espacios el movimiento discutió y tomó decisiones internas como la formación de comisiones para la recolección de fondos, higiene y seguridad, aparte de las discusiones sustantivas relacionadas con la formulación de las propuestas del movimiento.
Tanto los espacios en la red cibernética como el espacio físico fueron vitales en dichos movimientos porque permitió contar con foros para la deliberación y la coordinación. Al ocupar espacios urbanos, cuidadosamente seleccionados por su significado histórico o cultural, los indignados pudieron crear modelos de comunidades libres, de ágoras o plazas para el ejercicio de la democracia directa y para transmitir sus valores al resto de la sociedad. Durante la convivencia en estos sitios se desarrolló la camaradería y la expresión artística; con esto, se superó el miedo como condición previa para sostener la lucha. El control del espacio también fue un símbolo del poder de la gente, un mensaje de que podían reasumir el control de sus vidas, arrebatadas por la corrupción política y la represión.
Los movimientos de Túnez y de Islandia son considerados como los más exitosos, puesto que alcanzaron el propósito de cambio institucional, de democratización de sus sociedades. Véanse por ejemplo algunos de los principios que el movimiento de indignados logró estampar en la Constitución de Islandia:
– Nosotros, pueblo de Islandia, deseamos crear una sociedad justa con igualdad de oportunidades para todos;
– La ley garantizará el acceso público a todos los documentos recogidos o procesados por entidades públicas;
– Todas las personas tendrán la libertad de recopilar y divulgar información; – Los derechos naturales de Islandia no pueden privatizarse. Son propiedad colectiva y perpetua de la nación. El uso de los recursos estará guiado por el desarrollo sostenible y el interés público.
– Igualmente se colocaron límites al número de veces que los políticos pueden ejercer un cargo público, especialmente el presidente de la República. También se reconoce el derecho de los ciudadanos a promover leyes y a convocar referéndums sobre temas concretos.
El movimiento de los indignados nació como medio de expresión política de las nuevas generaciones. Es un movimiento esperanzador porque rechaza la corrupción de la clase política y abraza los ideales de profundización de la democracia, el respeto de los derechos humanos y la convivencia armónica con la naturaleza. El movimiento de los indignados de Honduras ha tenido su propia forma, con la ventaja de todavía mantener viva su llama anti-dictatorial y anticorrupción y su fervor democratizador. Lo más importante del movimiento es su mensaje de que el poder pertenece a la gente, quien debe mantenerse permanentemente en alerta contra los que dicen representarlos. Es una expresión que reivindica el derecho a la crítica y el cuestionamiento constante del sistema político.
Esto significa que aun después de que la noche de la dictadura quede atrás, la luz de las antorchas tendrá que iluminar la larga marcha de los hondureños para perfeccionar nuestras instituciones políticas. Es inmensamente alentador sentir la esperanza de que nuestra juventud sabrá construir el futuro de Honduras con más sabiduría y arrojo que las generaciones precedentes. Conclusión: “Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa: Tú puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el humano. No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso. No te resignes” (del poema “No te detengas”, atribuido a Walt Whitman).
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
3 respuestas
Por ese relax vino la MACCIH..
Excelente!
Don Rafael, lo felicito por su pluma fina, su pensamiento agudo, por la verdad. Un honor ver mi nombre incluido en este enorme movimiento. Agradecido.