Por: Javier Taeño/YahooNoticias
Han estado presentes en algunos de los acontecimientos que han marcado este 2018 como las protestas de los chalecos amarillos en Francia o los intentos de los miembros de la Caravana de Inmigrantes para entrar en Estados Unidos y se han hecho casi imprescindibles para las fuerzas de seguridad de los distintos países.
Los gases lacrimógenos se han convertido en un recurso habitual de los policías para disipar manifestaciones a lo largo y ancho del mundo, una realidad que ha hecho que este tipo de armas no letales (junto a las pelotas de goma y a las bombas de humo) se hayan convertido en un negocio multimillonario que está en expansión, tal y como cuenta BBC Mundo.
Los gases lacrimógenos tienen su origen en la I Guerra Mundial y son sustancias químicas irritantes (polvos finos procesados). Las consecuencias de exponerse a ellos son variadas: provocan un ardor en el cuerpo que hace que lloren los ojos, que pique la garganta, que se irrite la piel o que duela el pecho. En ocasiones, provocan náuseas y vómitos y pueden causar desmayos e incluso la muerte en los casos más graves.
Fueron los franceses los que desarrollaron esta arma química y muy pronto tanto alemanes como estadounidenses la copiaron. Desde 1993, con la Convención de Armas Químicas, están prohibidas en conflictos armados, pero han encontrado un importante nicho de mercado en los distintos países para mantener el orden público.
El negocio es lucrativo y va en aumento, aunque no se conocen con certeza las cifras que maneja cada Gobierno, ya que no registran su uso. Las compañías dedicadas a la venta de este material tampoco hacen públicas sus ganancias, por lo que hay mucha oscuridad en los números. Lo que sí se conoce son las proyecciones y dicen que en 2022 el negocio de la venta de armas no letales va a suponer 9.000 millones de dólares anuales, según revela Allied Market Research.
Pese a que los gases lacrimógenos tienen muchos defensores porque se supone que estas armas están diseñadas para no ser letales y los cuerpos policiales de medio mundo recurren frecuentemente a ellos, lo cierto es que los efectos que tienen sobre los humanos son preocupantes. Amnistía Internacional estudió su impacto en la Primavera Árabe en Egipto y en Baréin y documentó numerosas muertes.
La organización argumenta que si se usan este tipo de armas de una manera indebida (en zonas cerradas o contra manifestantes desarmados) su uso puede convertirse en una violación de los derechos humanos además de tener efectos devastadores sobre los implicados. En este sentido, los detractores también critican la facilidad con la que se han implantado en las sociedades utilizando el paraguas de que “no son letales”. La realidad es que ya han causado muchas muertes, aunque muchos insisten en que es la mejor alternativa posible y que nada es perfecto.
No cabe duda que su uso todavía despierta muchas dudas en unas sociedades que no están informadas de sus efectos y de lo que representa. Parece que los gases lacrimógenos han llegado para quedarse y que en estos años su implantación va a ser cada vez mayor, por lo que es necesario que todo el mundo sepa a qué tiene que enfrentarse.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas