Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
Allá en el Norte, la grave noticia es que el mentiroso del tupé rubio ahora acepta lo que antes negó, que le había pagado entre otras a la súper dotada actriz Tormentosa Daniella, para que no afectara a su familia, divulgando su escandalosa relación sexual.
Envidiosos. Como si a alguien, más allá de su intimidad, le tendría que importar quien se cogía a Trump antes que fuera Presidente. O incluso después, fuera de horas laborables. Que no fueron siempre así de mojigatos los gringos y a muchos de sus mejores presidentes -siéndolo- les permitieron tener relaciones extramaritales, sin reclamo. Una telenovela barata que acaso sirve para encubrir las serias acusaciones por abuso y corrupción contra alguno de sus ministros y la deriva de la investigación que tendría que despejar, pero no la sospecha de que, para ganar las elecciones con menos voto popular Trump se coludió con un estado enemigo
Pudiera ser solamente otra distracción. Pero el Departamento de Seguridad Interna de EUA anuncia ayer que, después de 20 años, el TPS no se extenderá más allá de enero del 2019 a los hondureños. En EUA no es una noticia importante. No la reproduce ninguno de los diarios mayores. La cubren ayer tarde solo los noticieros como Univisión y CNN en español, dirigidos por su medio y mercado al público latino.
Decimos que un suceso es histórico cuando constituye una novedad trascendente y acarrea noveles consecuencias. Hace seis meses se había cancelado el TPS para nicaragüenses, salvadoreños, haitianos y gentes de otros pelambres, y estaba claro -para quien quisiera ver- que la prorroga por seis meses para tomar la decisión sobre los hondureños era un transparente ardid, para no afectar la esperada reelección del régimen amigo. Muchos se hacían a la idea de que el caso de Honduras era excepcional. (A nosotros no, a nosotros no nos lo cancelan, ni van a cancelar porque a nosotros si nos quieren). Una veintena de congresistas mayoritariamente de oposición publicó una carta dirigida a su Ejecutivo pidiendo que se prolongara ese beneficio al hondureño, que vive aún una circunstancia tan difícil. JOH hizo lobby a sabiendas de que nada hacía porque había sido notificado. Aquí y allá se celebraron manifestaciones que iban desde lo ingenuo, escríbele una carta a tu diputado, hasta lo ridículo de los círculos de oración para que Trump se tocara el corazón, si tuviera. (La pretensión de que Dios es un jugador manipulable del azar político y se concierne con esa clase de tomadura de pelo es antiteológica.) En todo caso la revocación del TPS es una novedad trascendente que cancela una generosidad de larga data y tendrá consecuencias sin precursor ni paralelo, el retorno forzado de decenas de miles de personas que no consigan un cambio de estatus, que es cada vez más difícil, para cumplir la promesa política de Trump y crear la ficción de que sigue creando empleo en junio, cuando ya no sea así.
Si se hiciera la historia de la migración de hondureños a EUA ¿cuándo habría que arrancar? ¿En la segunda mitad de los 30s, en que ya allá se recuperaba la economía, aunque aquí la depresión se prolongó hasta el inicio de la guerra? ¿O justo, entonces, 1941 cuando, además de que muchos de nuestros muchachos se fueron a la batalla con el gringo como aliados, otros más numerosos fueron acomodados en los muelles y puestos de producción fabril vacados por la salida de las tropas? O ¿a mediados de los 50s cuando la crisis de la economía bananera después de la Gran Huelga indujo un éxodo también de las personas muy estrechamente vinculadas al enclave? Hacia Nueva Orleans y Boston. Habría que compilar y construir las series estadísticas.
Las guerras de los 1980s en todo Centroamérica impulsaron el éxodo a EUA de burgueses y aun milicos de Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Militares derrotados que en algunos casos los gringos repatriaron después para que enfrentaran la justicia por crímenes de lesa humanidad cometidos en el marco de esa guerra. Y por entonces se produjo también la primera migración propiamente económica de los hondureños que sufrían las consecuencias, de la fuga de capital y de la década perdida.
No sé si al tiempo que el primer ajuste neoliberal a inicios de los 90s trajo nuevas inversiones en maquila que proveían algún espacio para obreros en las zonas más desarrolladas amainó la presión migratoria. Pero a inicios de 1999 el TPS se fundamentó en la idea de que la devastación del mega huracán Mitch había provocado una oleada migratoria sin precedente, de gente que huía de la desaparición súbita de sus condiciones de subsistencia. El Programa reconocía que esa oleada respondía a una situación límite, supuestamente temporal, porque algún día nos íbamos a recuperar. Más tarde se fue prorrogando para un número fluctuantes de registros, ya que unos se regresaban por sus propias pistolas y otros advirtiendo que los iban a fichar, se escondían.
Nota relacionada No soy adivino, pero ¿podemos leer el mapa de coyuntura tras el final del TPS para Honduras?
En la sucesión de esas prorrogas, entre las de los tepesianos, las de los migrantes con otro tipo de estatus y aun las de residentes –que guardan aun algún interés en volver o sufren mala conciencia por haber abandonado a padres y madres o niños y conyugues– las remesas anuales que los migrantes enviaban a la letrina hondureña superaron la cifra estratosférica de 4 mil millones de dólares. Y ese dinero devino el ingreso más importante del país. Animaba a nuestra economía más que el ingreso de otros rubros importantes (exportaciones de café, fruta, el turismo) porque está mejor repartido y sus receptores prácticamente tienen que gastarlo o invertirlo, mientras que otros podían distraer y retenerse. Valga profundizar en las reacciones. Que lucen estereotípicas e inútiles.
Un Comunicado de la Cancillería Hondureña, rumoran que hoy de Lizzy lamenta su cancelación, luego de una página de bonitos reconocimientos y agradecimientos de todo lo que el TPS significó. Por su lado Mel Zelaya condena la negación del derecho del migrante. Y plantea que al ejercicio indudablemente soberano del gobierno de EUA de cancelar un programa migratorio que considera lesivo a su seguridad, tendría que corresponderse otro simétrico ejercicio soberano para anular licencias de operación de las transnacionales y la concesión de la base de Palmerola. No parecen respuestas eficaces. La expulsión de las empresas estadounidenses solo agravaría el daño económico esperado. Honduras debe seguir siendo amiga de los EUA, pero si no hay alianza tiene que replantear su relación formal. Es buena idea revocar el convenio para bases militares en general, que afecta a nuestra seguridad ante el prospecto de una guerra y todas nuestras fuerzas deben dedicarse a proteger a nuestra población y en todo caso a retornados y visitantes, contra la delincuencia común, en vez de andar peleando guerras ajenas.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas