Si observamos los mayores conflictos en el mundo actual, no son motivados por corrientes ideológicas entre capitalismo versus comunismo, con sus diversas derivaciones, como fuera durante la guerra fría. No porque no tienen ideología los grupos dominantes actuales, pero su actuar denota diferentes prioridades a las que discursa o hace públicas. Es probable que los sectores dominantes siempre tuvieran un discurso o mensaje diferente a sus reales motivaciones, lo importante es develar esas diferencias en cada etapa de la vida de las naciones y la sociedad en general. Lo que más sale a flote es el establecimiento de la democracia y libertad con que el eje del imperio desde Washington y sus aliados europeos quieren pintar a todo el mundo. Aun cuando en los hechos, estén aliados con dictaduras, monarquías y dinastías.
Actualmente, sus motivaciones de fondo son más por control de territorios que tienen riquezas significativas en sus suelos o son geopolíticamente importantes para el trayecto de mercaderías, energéticos y establecimiento de bases militares. Como para mantener a sus pueblos (ciudadanía votante) controlada y apegada a sus voluntades, tienen que tener “importantes enemigos” en competencia, han creado enemistad con China y Rusia, con aliados de segundo rango a cada lado.
Los rasgos históricos generales de dominación y explotación no parecen haber cambiado en lo sustancial. Los conquistadores de los imperios en tiempos pasados tuvieron esos mismos intereses, pero su discurso y paradigmas se fueron adecuando a los momentos de la historia. Antes las técnicas y medios de conquistas eran rústicos, ahora son sofisticados, con tecnología de punta, que incluye energía electrónica, rayos láser, energía nuclear, las bombas no nucleares, pero algunas atómicas “esposas, madres, padres, abuelas” etc. El contenido y métodos del engaño, la mentira, el boicot, el sabotaje, el chantaje, invasión territorial, complots y desprestigio al enemigo, son de dimensiones universales y de alguna manera legalizados. Antes se reducía a medios con mucho menor cobertura e impacto. En lo sustancial no hay diferencia de un Hernán Cortés, un Napoleón Bonaparte o un William Walker a un Benjamín Netanyahu, Emmanuel Macron, Donald Trump o un Luis Almagro Lemes.
Frente a ésto se encuentran los pueblos que defienden sus patrimonios y sus valores culturales, puestos en riesgos por potencias que buscan lo primero, encubiertos hipócritamente de una demanda de libertad y democracia, muy elásticas.
Lo peor que estamos viendo es, la creación de monstruos como Daesh o Estado Islámico, por motivos de controles territoriales, que irónicamente, años después, actúan como un bumerán, en contra del pueblos “inocentes” que ingenuamente siguen creyendo en sus gobernantes o, se encuentran con las manos atadas por el sistema de libre mercado, sin la fuerza necesaria para sacudirse de las élites político económicas que les gobiernan de facto y dentro de un sistema político auto justificado.
Es de observar cómo una especie de mafias gobiernan sistemas multilaterales, aliados con las mafias nacionales, dentro de complicados tejidos político empresariales, sin dejar espacios en el orden jurídico y político para que los pueblos se liberen y recuperen sus valores democráticos reales. Esos marcos jurídicos, que solamente ellos pueden violar, están para justificar la represión a los pueblos que reclamen sus derechos, pues han aprovechado los conflictos sociales para agudizar su control militar y policial, incluyendo reformas legales de mayor control desde el poder político que controlan. Hasta la Monarquía española evidencia su complicidad en esta modalidad, aunque deba violar su rol de mediador.
Muchos movimientos de izquierda aún siguen levantando las banderas doctrinarias en sus luchas, sin ver cómo se están quedando atrás con respecto a los mayores conflictos políticos actuales, con respuestas más apropiadas.
Desde luego, no es que debemos ignorar el predominio del sistema neo liberal, sabemos que es la doctrina que justifica y alimenta a los conservadores que ahora controla la mayoría de los países de las Naciones Unidas, particularmente a la Unión Europea. Ese sistema es quien fortalece el espíritu de latrocinio, corrupción, de mercado leonil y acumulación de los capitales sin importar los medios a utilizar; incluso, se puede llegar a producir una tercera y última guerra mundial, si eso es necesario para seguir el proceso de acumulación de capital.
Pero no es su contenido ideológico el que se coloca sobre las mesas de negociación entre fuerzas políticas que se pelean por los controles territoriales. Son más sus leyes y fuerzas de poder económico y militar frente a los derechos inalienable de los pueblos. Si negocian, ellos deben recibir algo a cambio: la eliminación de sus líderes, sus riquezas naturales; su fuerza laboral y capacidad intelectual de producción económico-técnica y en algunos casos sus armas (NK, Iran, Irak, Libia, Haití, Panamá, Grenada, Unión Soviética y un largo etc.). A los pueblos no les queda alternativa que encontrar la solidaridad internacional de otros pueblos para poner en jaque a las mafias gobernantes. No obstante, el neoliberalismo ha cultivado el individualismo, la competencia entre herman@s (denominada generalmente como competitividad y emprendedurismo), el nacionalismo emotivo, el racismo y muchos otros ismos que les mantengan en disputa y separados.
Esa dispersión y enemistades gratuitas dentro de los mismos pueblos son alimentadas por los medios corporativos y en mucho, por facciones y partidos políticos, quienes pierden visión en el horizonte y el contexto.
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