Por: Redacción CRITERIO
Tegucigalpa.-El presidente Donald Trump ha impreso un nuevo estilo de gobernar que se sale de los parámetros establecidos históricamente por los Estados Unidos. Sus acciones durante sus primeras semanas de mandato han sacudido hasta el Departamento de Estado.
Según un reciente artículo publicado por la agencia de noticias EFE, el mandatario está “ignorando” al Departamento de Estado y está decidido a llevar las riendas de la política exterior a través de la Casa Blanca.
La agencia de noticias hace la reflexión y señala que a “casi un mes después de su llegada al cargo, el secretario de Estado, Rex Tillerson, sigue prácticamente solo en la cúpula de la sede diplomática, dado el retraso de la Casa Blanca a la hora de nombrar altos cargos políticos que ayuden a ese exempresario sin experiencia gubernamental a dirigir la política exterior de EE. UU.”.
Más preocupante, para algunos observadores, es el hecho de que Tillerson no asistiera a las reuniones de Trump con los líderes de Japón, Canadá e Israel en el último mes, lo que ha generado una impresión en Washington de que el titular de Exteriores es un eslabón débil en la nueva Administración, señaló la EFE.
«Tillerson es básicamente invisible, no se le está incluyendo en reuniones o llamadas telefónicas importantes. En general, el Departamento de Estado está siendo ignorado», dijo Gordon Adams, profesor de política exterior en la American University.
Pese a su papel activo en la delicada diplomacia con México, Tillerson ha quedado excluido en otras importantes deliberaciones, como el cambio de política de la Casa Blanca respecto al Estado palestino y la línea dura adoptada hacia Irán, informó esta semana el diario Politico.
El exjefe de la petrolera Exxon se ha visto obligado a competir con dos figuras mucho más cercanas al presidente, Steve Bannon y Jared Kushner, quien incluso ha recibido de Trump el encargo de resetear el proceso de paz entre israelíes y palestinos.
«Hay un instinto muy fuerte en la Casa Blanca de hacerse con el control directo de la política exterior», opinó Adams.
Tillerson sufrió otro revés a mediados de este mes, cuando la Casa Blanca rechazó nombrar como subsecretario de Estado a Elliott Abrams, un veterano de los círculos diplomáticos republicanos al que él había recomendado para el puesto, debido a las críticas que ese candidato había emitido contra Trump durante la campaña.
Ese desencuentro ha «atascado» el proceso de nominación de altos cargos para el Departamento de Estado, «porque si no puedes ponerte de acuerdo sobre el número dos, no puedes avanzar» en el nombramiento de puestos inferiores que dirigen la política para cada región del mundo, explicó el exdiplomático Steven Feldstein.
«Es algo muy preocupante», añadió Feldstein, que hasta el pasado 20 de enero fue subsecretario adjunto de Estado de EE. UU. para Democracia y Derechos Humanos y ahora es analista en el centro de estudios Carnegie Endowment for International Peace.
En el Departamento de Estado, integrado en buena parte por diplomáticos de carrera que se mantienen en la agencia aunque cambie el color político en la Casa Blanca, sigue habiendo mucha «inquietud» en torno a lo que puede suponer la Presidencia de Trump, de acuerdo con Feldstein.
Eso se debe en parte a «la incomodidad respecto a la renuncia en un tiempo récord del principal asesor de seguridad nacional (de Trump) Michael Flynn» y las dudas sobre «cuánta influencia tiene un asesor político como Bannon, que puede sentarse en el Consejo de Seguridad Nacional», apuntó.
También hay una sensación general de que «la Casa Blanca es la que verdaderamente dirige la política exterior, la que organiza las llamadas y se relaciona con jefes de Estado, y potencialmente deja fuera al Departamento de Estado», agregó Feldstein.
Otro problema, para muchos observadores, es el bajo perfil público de Tillerson, quien no ha dado ninguna entrevista ni conferencia de prensa desde que llegó al poder.
El Departamento de Estado lleva cinco semanas sin que haya conferencias de prensa diarias, una tradición que, además de afinar la cobertura periodística, servía a muchos Gobiernos para aclarar dudas sobre la postura de EE. UU. sobre distintos temas.
«En toda mi carrera, nunca he visto que haya pasado tanto tiempo (sin conferencias de prensa diarias)», afirmó Feldstein.
Eso puede deberse, según el exdiplomático, a un exceso de cautela de Tillerson debido a su falta de experiencia en el Gobierno o a una «desorganización» general como resultado del retraso de la Casa Blanca en nombrar cargos políticos para la agencia.
Sea como sea, «cuanto más esperen para nombrar a gente en esas posiciones clave, más probable será» que temas como la falta de interacción con la prensa «se conviertan en problemas», advirtió.
La lentitud a la hora de llenar esos puestos ha inquietado también a Gobiernos de todo el mundo, que esperan ansiosos el nombramiento de un embajador que explique en sus capitales las a menudo confusas posturas diplomáticas de la nueva Casa Blanca.
Trump solo ha nominado a cuatro embajadores -para la ONU, Reino Unido, China e Israel- lo que «definitivamente» supone «un problema», según Adams, dado que ya lleva un mes en el poder.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas