Por: Gustavo Zelaya Herrera
Este 5 de mayo se cumplen 288 años del nacimiento de Marx. Desde entonces casi tres siglos de cambios y de expansión del sistema capitalista investigado y cuestionado por Marx. Ahora buena parte de esa crítica puede parecer obsoleta por la incorporación de nuevos sujetos políticos en los conflictos sociales pero, sobre todo, por los desarrollos económicos y tecnológicos en la historia presente. Sin embargo no puede discutirse la vigencia de la herencia de Marx en la investigación científica y en los movimientos sociales desde la publicación de sus principales obras. En dos de ellas adelantó asuntos acerca del método: en los Grundrisse se leen apuntes de sus indagaciones en el Museo Británico y que fueron conocidos en 1832. Pero el grueso de sus estudios está organizado en los tres tomos de su obra fundamental, El Capital.
El libro sobre el capital serviría para revisar la mercancía, la circulación simple, la competencia, el crédito, las acciones y el capital en general. El segundo libro sobre la propiedad del suelo y el tercero acerca del trabajo asalariado, mostrarían las condiciones económicas de la vida de las tres grandes clases: capitalista, terrateniente y obrera; y luego continuarían tres libros sobre el Estado, el comercio exterior y el mercado mundial, como una visión de conjunto y crítica del sistema. Es la premisa metodológica principal de la dialéctica de Marx que iría transcurriendo según el movimiento del modo capitalista de producción. Según él la “transición del capital a la propiedad territorial es, al mismo tiempo, una transición histórica, puesto que la forma moderna de propiedad territorial es producto de la acción del capital sobre la propiedad inmobiliaria de tipo feudal, etc. Asimismo, es histórica a la par que dialéctica la transición de la propiedad territorial al trabajo asalariado, ya que el producto de la propiedad inmobiliaria moderna es la institución general del trabajo asalariado, que luego aparece como la base de todo el sistema” (El Capital. México, 1971, tomo I: 662).
En sus investigaciones tenía que ensayar formas de descripción del proceso histórico de los individuos y de la sociedad capitalista “no como puedan presentarse ante la imaginación propia o ajena, sino tal y como realmente son; es decir, tal y como actúan y como producen materialmente y, por tanto, tal y como desarrollan sus actividades bajo determinados límites, premisas y condiciones” (La Ideología Alemana, Buenos Aires, 2004:33). Esta es otra exigencia metodológica en Marx para analizar las formas del desarrollo y sus nexos internos. Además, fue receptor de las llamadas ideologías socialistas de su época y conoció las ideas liberales, hasta llevarlo hacerlo transitar desde la crítica económica a la filosófica. Tomando forma lo que después algunos como Louis Althusser llamarían ruptura epistemológica, que define no sólo al pensamiento de Marx, sino al conjunto de las ciencias de la llamada “modernidad”.
La crítica de Marx a las categorías de la economía sirvió también para cuestionar teorías que ponían al capitalismo “como necesario por naturaleza, lógico y evidente” (El Capital, México, 1971, tomo I: 45); por ello calificó a esa economía como burguesa ya que definían al sistema capitalista como fase de desarrollo absoluto y definitivo, y no como etapa transitoria del desarrollo social. Respecto a la filosofía, se opuso a los pensadores alemanes Fichte, Schelling, Kant y Hegel que suponían la filosofía como la ciencia de la ciencia y al individuo como parte del movimiento de algún concepto absoluto. Marx, en cambio, sostuvo que el método debía indagar al “hombre de carne y hueso” (La Ideología Alemana, Buenos Aires, 2004:35) considerado en una época histórica y relacionado con otros, con la sociedad y con la naturaleza.
La ruptura con la tradición se nota en el prólogo de 1859 de “La Contribución a la crítica de la economía capitalista”, al decir: “en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social lo que determina su conciencia”.
En esa cita no sólo es de la economía política, también expone el método con que puede operar la ciencia, las categorías que pueden aparecer cuando se indaga la estructura esencial de la realidad y porqué se necesita otras formas de interpretación. Es decir, las líneas de investigación tendrán que derivarse del fenómeno que se está investigando y en su desarrollo se podrá encontrar respuestas a los problemas que se quiera aclarar, por tanto, se tiene que dejar por fuera cualquier fórmula o pauta a priori a que se quiera sujetar la investigación.
La producción de Marx surgía al ritmo de las luchas políticas y por momentos su obra parecía no acabada. De tal forma que podría verse como un conjunto al que falta agregarle los desarrollos actuales. Por ello es importante considerar que a Marx no le interesaba tanto descubrir el grado más completo de desarrollo de los conflictos sociales y de donde surgen las leyes del capitalismo; en especial trataba de revelar la ley económica del movimiento de la sociedad moderna. Es decir, no solo la producción, circulación y estructura del sistema capitalista. Particularmente, investigar el grado de desarrollo de los conflictos sociales que surgen de las mismas leyes de la producción capitalista y las tendencias de ese desarrollo. Por tanto, no sólo es un teórico de la economía política. Su crítica se efectuó desde una concepción general de la realidad para penetrar en la economía específica del capitalismo. Eso le permitió sostener que las contradicciones sociales brotan de las relaciones materiales, que no hay ningún misterio en el movimiento de las condiciones humanas. Mientras alguien siga considerando la realidad como inmutable y sin conflictos, ella misma le mostrará que las relaciones reales no son resultado de la conciencia y no pueden ser vistas solamente como categorías de un objeto de estudio.
Poner en claro qué significan esas leyes y cuáles son sus consecuencias, fue parte del esfuerzo de Marx para descubrir la relación entre el capital y el trabajo, cuestión que analizó bajo el nombre de “acumulación originaria” desde el siglo XIII hasta la revolución industrial de la época moderna. Es la capacidad de separar hechos, tendencias, fenómenos y descubrir las leyes que forman parte del contenido de la producción capitalista. Se trataba de determinar qué es lo concreto y cómo se manifiesta su movimiento.
Por ello es que la obra de Marx no está concluida, es parte de un proceso general que forma parte del sistema vigente y de sus desarrollos. Se puede decir que El Capital es el lugar de partida de unos aportes teóricos que van más allá de la actividad de una persona.
Toda la investigación de Marx expuesta en “El Capital” comienza con la explicación de la mercancía no para mostrar la historia del capitalismo sino para descubrir sus leyes y mostrar su esencia explotadora del trabajo humano; intenta develar la raíz de la acumulación capitalista que permite que existan explotadores y explotados, propietarios de medios de producción y personas formalmente libres para ofrecerse a cambio de un salario. Pero en esa mercancía está oculto algo mucho más esencial: La plusvalía. Es lo determinante, es el fundamento del capitalismo.
Las formas actuales del capitalismo han dado lugar a nuevas expresiones de desarrollo técnico, cultural y social.
Ese sistema tiene la capacidad de regenerarse y fortalecerse a pesar de las crisis en que parece envolverse continuamente. En sus inicios implantó sistemas fabriles que dieron lugar a la formación de los sindicatos y de partidos políticos que pretendieron ser clasistas. Así, la producción en cadena y el trabajo humano fueron replicados en movimientos sindicales y políticos organizados de forma similar a la fábrica. La expansión del sistema y la búsqueda de mano de obra menos calificada y más barata pueden verse en la descentralización industrial, en la actividad financiera fuera de los viejos centros imperiales y en la forma maquiladora de la producción. La cadena de producción se ve a nivel mundial y no concentrado en un solo espacio físico. Del mismo modo, las exigencias sociales y la presión popular obligan al sistema a inventarse códigos laborales y novedades como la tercerización del trabajo. Al parecer, la respuesta política del llamado movimiento popular y de la izquierda ha consistido en moverse al ritmo que impone el capitalismo. Y así desarrollan organizaciones políticas altamente burocratizadas que aparentan ser de izquierda que han hecho de la oficina, el centro de estudio y la fábrica lugares de respuesta y resistencia al capitalismo. Aquí se discute con el gobernante, el patrón, con el ejecutivo, con el dueño bajo las reglas del sistema capitalista.
Es bueno saber que aunque el sistema de fábricas y talleres industriales no ha desaparecido y es fuerte todavía en sociedades con gran población como la India, China, y en pequeña escala en nuestra Honduras, en estos sitios también desarrollan otras formas del trabajo como los call center, los servicios de comidas rápidas, los grandes centros comerciales y los supermercados, la prestación de servicios tecnológicos y de envíos de mercancías, exigencias de respeto y dignidad a partir del género y la diversidad sexual, las luchas ambientales y la defensa de los territorios, formas de producción distintas a la producción metalúrgica de la revolución industrial del siglo XIX como la agroindustria con sus productos transgénicos , la masiva economía informal, nuevas personas en empleos que no caben en viejas categorías como proletariado industrial al estilo del lenguaje socialista del siglo XX, pero que son igualmente explotados y producen plusvalía para los capitalistas.
Otros grupos de población con gran movilidad que buscan trabajos temporales. Frente a esas formas de existencia de los trabajadores habrá que responder con otras formas de organización social y política. Pueden ser las nuevas tendencias del desarrollo capitalista poco comprendidas y hasta menospreciadas porque no responden a viejos esquemas políticos. De eso cotidiano, territorial, de lo inmediato que nos aturde y nos violenta podrían surgir los elementos fundantes del movimiento social que saque al país de la inmundicia y la criminalidad.
Por eso no es nada caprichoso sostener que Marx sigue vivo. Toca ahora y, sobre todo, a las mujeres y a los hombres comprometidos con las luchas sociales y políticas expresar en su actividad las aspiraciones de los explotados y de los que padecen miseria, dolor e injusticias, enriquecer y desarrollar la herencia de Marx para seguir revelando la esencia deshumanizadora del capitalismo neoliberal y transformar la sociedad en algo fraterno, solidario, digno y justo.