Chile: El velo de la ignorancia

La muerte anunciada de la diversidad biológica y la COP16

Por: Pedro Morazán

“Así termina el mundo: no con una explosión sino con un quejido”

Thomas Eliot

El cuatro de septiembre de 2024, el WWF publicaba una buena noticia bajo el título: “El panda gigante ya no está ‘en peligro’, pero continúa siendo un ícono ‘en riesgo’”. No por casualidad, el panda es el símbolo de esta organización ecológica transnacional, que se ha puesto como objetivo detener la destrucción de la diversidad biológica de nuestro planeta. Quizás uno de los mensajes más importantes de dicha noticia, es mostrarnos el hecho de que los seres humanos somos capaces de hacer algo bueno por los otros seres con los que convivimos, a pesar de que estamos contribuyendo a su extinción acelerada. Detrás de la noticia sobre los más de mil ochocientos ejemplares de pandas que aun quedan por el mundo, se oculta una historia que combina la muerte y la destrucción con los esfuerzos colectivos por salvarlos. La eterna lucha del bien contra el mal, de la solidaridad contra el egoísmo de la destrucción contra la conservación.

El panda resalta por ser algo así como una dulce mascota que no le hace daño a nadie y nos ofrece una mirada dulce e inocente. Sin embargo, a pesar de esta buena noticia, todo parece indicar que estamos asistiendo a la acelerada desaparición de un gran porcentaje de la variedad de seres vivos que habitan el planeta. Dicha muerte adquiere dimensiones colosales y lo más dramático de todo esto, es que parece que no nos damos cuenta de que somos nosotros los responsables directos o indirectos de tal crimen. En promedio, alrededor del 25 % de las especies de grupos de animales y plantas evaluados están amenazadas, lo cual hace pensar que alrededor de un millón de especies ya están en peligro de extinción, muchas en apenas decenios, a menos que se adopten medidas para reducir la intensidad de los impulsores de la pérdida de diversidad biológica.

La biosfera, de la que depende la humanidad en su conjunto, está sufriendo alteraciones sin precedentes en todos los niveles espaciales. La diversidad biológica, definida como la diversidad dentro de las especies, entre especies y la diversidad de los ecosistemas, está desapareciendo a un ritmo nunca antes visto en la historia del planeta. Prácticamente todos los ecosistemas de la Tierra han sufrido transformaciones radicales por la acción del hombre. Por ejemplo, se ha perdido en términos de superficie el 35% de los manglares y el 20% de los arrecifes de coral.

Como lo describen las Naciones Unidas, los impulsores directos de este cambio con mayor repercusión mundial han sido (en orden decreciente): el cambio de uso de la tierra y el mar, la explotación directa de los organismos, el cambio climático, la contaminación y la invasión de especies invasoras. Estos cinco impulsores directos son el resultado de una serie de causas subyacentes —los impulsores indirectos del cambio—, respaldadas a su vez por valores y comportamientos sociales […] La velocidad del cambio de los impulsores directos e indirectos difiere entre regiones y países.

Hemos sido capaces de vernos desde afuera, desde que los astronautas tomaron las primeras fotos de la tierra mostrándonos que nuestro planeta es azul. Al parecer aun nos falta una actitud intersubjetiva para vernos desde adentro como parte integrante de la biodiversidad del planeta azul. Y no ha pasado mucho tiempo desde que aprendimos que la biodiversidad del planeta azul tiene por lo menos tres niveles: 1. La diversidad genética, que se refiere a la variedad de genes dentro de una especie determinada. 2. La diversidad de especies, que contribuye a un intrincado mosaico de relaciones ecológicas y 3. La diversidad de ecosistemas que son una variedad de hábitats, tales como selvas tropicales u océanos y pastizales, cada uno con sus propias características únicas y especies adaptadas a la supervivencia en estos contextos específicos.

La sexta extinción

Elizabeth Kolbert hablaba de “La sexta extinción”, en su fascinante libro escrito ya hace algunos años, para describir como no solo mamíferos como los pandas o gorilas, sino también aves, como la guacamaya, insectos, reptiles, peces o planteas están desapareciendo por causa de la actividad humana. Esta sexta gran extinción, se diferencia de las otras cinco que se iniciaron hace ya unos 500 millones de años en un aspecto fundamental: Es el homo sapiens y no los volcanes ni las heladas, la causa principal de la destrucción. Por otro lado, comparada con las otras cinco extinciones que tuvieron lugar en largos períodos de cientos de miles de años, la destrucción actual ocurre en cuestión de días y a veces de segundos. A veces casi imperceptible a primera vista, como en el caso de miles de insectos y a veces ante nuestros aterrados ojos como en el caso de los osos polares.

En esta sexta extinción, es el homo sapiens el héroe indiscutible de la destrucción. Como en el caso de los pandas y tantas otras especies, no solo terrestres sino también acuáticas, son los cazadores los principales asesinos de la naturaleza. Pero no solo la caza destruye especies, también la urbanización desordenada o la agricultura extensiva son causas de la destrucción. El bosque es el hábitat natural de todas las especies de la flora y la fauna incluidos los humanos. La quema y la tala de los bosques, como parte de la valoración económica son, quizás, el eje más destructor de tal dinámica. Si se pierde el bosque se pierden las aves, los mamíferos, los insectos y se pierden también las reservas de agua dulce. Y así como el homo sapiens es el principal responsable de la desaparición del neandertal, es hoy el principal responsable de la desaparición de tigres, guacamayas y caballitos de mar. Una desaparición inexorable por ser definitiva. No podremos reconstruirlas, dichas especies se despiden de nosotros para siempre.

Recién en 1986 el homo sapiens introduce el concepto biodiversidad, tal y como lo conocemos actualmente. Con él se pueden identificar, metodológicamente, por lo menos dos dimensiones determinantes. Una dimensión normativa y una dimensión política. Estamos hablando pues de un concepto híbrido. Tanto la dimensión política como la normativa están vinculadas al accionar de científicos y ecologistas. La dimensión normativa es tan vieja como la filosofía, que ya en la antigua Grecia reflexionaba, como Hipócrates o Aristóteles, sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza.

La dimensión política, tal como la conocemos actualmente surge recién en 1988 y se materializa en el marco de la Conferencia de la Tierra en Rio en 1992, con la formulación del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), que fue firmado por 150 dirigentes gubernamentales. Concebido como una herramienta práctica para hacer realidad los principios de la Agenda 21, el Convenio reconoce que la diversidad biológica no se limita a las plantas, los animales y los microorganismos y sus ecosistemas: se refiere a las personas y a nuestra necesidad de seguridad alimentaria, medicamentos, aire y agua puros, vivienda y un medio ambiente limpio y saludable en el que vivir.

Para implementar el Convenio las existen las Conferencias de las Partes (COP) que tienen lugar cada dos años, mostrándonos como las relaciones de poder, entre los diversos actores políticos influyen en el proceso histórico de un concepto. En dichas conferencias se supervisa y decide sobre el proceso de implementación y futuro desarrollo del Convenio, mediante el análisis y discusión de los temas de la agenda y con la asesoría proporcionada por el Órgano subsidiario de asesoramiento científico, técnico y tecnológico. En este marco también la Academia juega un papel de primer orden. En el caso específico de la diversidad biológica la fundamentación científica del proceso esta en las manos del IPBES (Intergobernmental Plattform on Biodiversity and Ecosystems services).

La destrucción de la diversidad biológica en Honduras

Honduras es un país montañoso de vocación forestal, lo que implica que existen diversas zonas climáticas que determinan la existencia natural de varios ecosistemas de vida y una diversidad biológica considerable. Esto es remarcable en vista de que se trata de un país pequeño si lo comparamos con países como Colombia o Brasil que cuentan con enormes biodiversidades. Un ejemplo de ello es la existencia de al menos 214 especies de plantas endémicas.

En Honduras hay más 41 especies en peligro de extinción según los datos recabados por los expertos internacionales y los diagnósticos recogidos en la Estrategia Nacional de la Diversidad Biológica, elaborada por la Secretaría de Recursos naturales en 2018. En esta categoría está el pez sierra y algunos reptiles como la tortuga carey y golfina. Entre los mamíferos hondureños en peligro de extinción está el mono araña, la ballena azul, el ocelote, el tigrillo y el jaguar. La perdida de especies de aves como la guara verde y la guara roja, que es el ave nacional de Honduras y lleva por tanto un valor icónico muy importante, adquiere enorme relevancia.

Al hablar de ecosistemas es importante mencionar los arrecifes de coral de la costa caribeña de Honduras que son parte del sistema de Arrecifal Mesoamericano. Este sistema es el segundo sistema de arrecifes de barrera más grande del mundo. En lo que se llama la sección azul de la diversidad biológica, es decir los ecosistemas marinos, cabe mencionar como especies en peligro de extinción a los corales de fuego, el caracol gigante, las tarántulas, caballitos de mar, tiburón ballena, el caimán, la iguana verde, el delfín, el chancho de monte, el bufeo y aves como los búhos, colibríes y águilas.

Como parte importante de los ecosistemas es importante mencionar también a la flora silvestre que podría llegar a peligro de extinción en el país son los camotillos, todo tipo de orquídeas (flor nacional de Honduras), guayacán y el árbol de leche. El número de especies de aves es de alrededor 770, de las que 59 tienen su hábitat en estado crítico y cinco están en la lista de animales en extinción de la UICN. Además, el país posee una de las mayores reservas genéticas de pinos tropicales en el mundo, esencial para el desarrollo de la silvicultura.

Es bien sabido que hablar de la diversidad biológica es hablar de un proceso de interacción entre el hombre y la naturaleza, que puede ser de convivencia o de destrucción. Honduras, antiguo territorio maya, también posee especies y variedades de plantas domesticadas por milenios. Esto significa que los pueblos autóctonos y los grupos étnicos lograron establecer una relación especial de respeto ancestral a la naturaleza. Preservar el material genético de los parientes silvestres, semi domesticados o poco utilizados de todas esas especies ha sido esencial para la agricultura de subsistencia y la alimentación de las comunidades indígenas en Honduras.

Si bien es cierto que se han hecho esfuerzos notables con el apoyo de la cooperación internacional, los diferentes gobiernos no le han dado a la diversidad biológica la atención que se merece ante las amenazas inminentes. Honduras ha llegado a establecer unas 91 áreas protegidas que ocupan una extensión aproximada de 3.9 millones de hectáreas, equivalentes al 36% del territorio y se distribuyen en todo el país. Esto aun es insuficiente si se le compara con Costa Rica, país vecino con fuerte renombre internacional en lo relacionado a la diversidad biológica.

A nivel del istmo centroamericano, los corredores biológicos tienen una importancia capital. Se trata de áreas que comunican entre sí geográfica y ecológicamente a varias áreas protegidas, establecidas por el Estado a fin de servir como puente que permita el enlace entre las diferentes áreas protegidas y sus ecosistemas. Esto es importante en vista de que los ecosistemas no son otra cosa que procesos ecológicos muy dinámicos en continuo cambio y adaptación, según indican los expertos. Entre esos procesos están el intercambio genético de poblaciones de fauna y flora silvestre nativa, la estabilidad de los sistemas hídricos, la polinización de plantas, y al final el mantenimiento de la integridad de las reservas conectadas. Honduras es parte clave del Corredor Biológico Mesoamericano con 10 corredores biológicos diseñados a nivel nacional.

Cabe resaltar que la diversidad biológica es sumamente importante para la generación de fuentes de empleo, especialmente en la agricultura. Cultivos como el café o el cacao en Honduras, son solo posibles con una diversidad biológica intacta. Tuve la oportunidad de visitar varias reservas incluida la Biosfera del Rio Plátano en misiones de evaluación de la cooperación alemana. En varias reservas se ha trabajado en sistemas agroforestales. Para la protección de la fauna se ha hecho gestiones para la instalación de zoocriaderos, por ejemplo, de iguana verde. Sin embargo, dichos esfuerzos chocan con la actividad extractiva de madereros y compañías mineras, para solo mencionar dos de las múltiples amenazas. Actualmente, los bosques remanentes se están quedando únicamente en las zonas productoras de agua.

Como bien se sabe los playones albuferos de la costa Sur del país, están seriamente amenazados, ya que en la actualidad en el Área de Manejo de Hábitat por Especies Las Iguanas – Punta Condega presenta actividades de quema, corte y uso de dinamita, para extraer leña y posteriormente construir estanques para camaricultura. Este tipo de actividades económicas no son sostenibles. El reto que tiene Honduras no es insignificante, ya que se trata de contribuir al bienestar económico de los hogares protegiendo los ecosistemas contra la sexta extinción proveniente de actividades extractivas.

Honduras cuenta con una posición estratégica en el Corredor Biológico Mesoamericano, con impacto regional en la mitigación de desastres naturales ante el Cambio Climático. Ya en otras ocasiones hemos subrayado que Honduras está en la lista de los países más vulnerables ante el cambio climático. Las principales amenazas sobre la diversidad biológica en Honduras continúan siendo las actividades productivas mal planificadas, la deforestación, los incendios forestales, la cacería ilegal, la extracción no controlada de recursos forestales, la introducción de especies exóticas, la contaminación de los ecosistemas, y el crecimiento urbano desordenado. Sin embargo, hasta la fecha, los gobiernos no han logrado fortalecer el marco institucional necesario para evitar la sexta extinción que puede tener consecuencias desastrosas tanto en lo económico como en lo social.

La dimensión política

El Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal fue aprobado por 196 países en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Biodiversidad (COP15) celebrada en diciembre de 2022. Los cuatro objetivos generales que deben alcanzarse para 2050 se centran en 1. la salud de los ecosistemas y las especies, incluida la detención de la extinción de especies inducida por el ser humano, 2. el uso sostenible de la biodiversidad, 3. el reparto equitativo de los beneficios, y 4. la aplicación y financiación, lo que incluye cerrar la brecha de financiación de la biodiversidad de US$ 700.000 millones al año.

El Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal está en el centro de los debates de la COP16 en Cali, Colombia. Dicho Marco busca responder al Informe de la evaluación mundial de la diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas publicado por IPBES, la quinta edición de la Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica y muchos otros documentos científicos que proporcionan amplias pruebas de que, a pesar de los esfuerzos en curso, la biodiversidad se está deteriorando en todo el mundo a un ritmo sin precedentes en la historia de la humanidad.

En la COP16 de Cali no solamente se trata de hacer un balance del estado mundial de la diversidad biológica. Su relevancia viene dada por el hecho de ser la primera COP en la que se discute la implementación del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal, adoptado durante la COP15 de 2022. Un análisis de centralidad que tienen las finanzas en la agenda propuesta está vinculado a lo que podríamos llamar “responsabilidad estructural” de los más poderosos. Según organizaciones transnacionales como el Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible, uno de los objetivos prioritarios del evento es cerrar una brecha de financiamiento estimada entre 200.000 y 700.000 millones de dólares anuales y alinear los flujos financieros con el Marco Global de diversidad biológica Kinming-Montreal.

Pero los problemas no se resuelven de un plumazo financiero. Aquí también se trata de la necedad de un cambio de paradigma. Como lo afirma el “Transnational Institute” (TNI), la mayoría de las ONG ambientalistas han adoptado la ideología de la financiación de la conservación, como la llave maestra para salvar la naturaleza y evitar la crisis climática. Dicha estrategia es impulsada fuertemente por el Banco Mundial y se basa en el argumento de que el sector publico carece de los recursos financieros y que existen billones y trillones de dólares circulando en los mercados financieros internacionales. Pero eso solo es una parte de la verdad. Los llamados “inversores de impacto” serian los nuevos salvadores de la naturaleza, a pesar de que muchos de ellos son los principales causantes del desastre. Al parecer nadie puede ponerle el cascabel al gato.

La pregunta central en este contexto es, ¿Se puede conservar, restaurar y usar la naturaleza de manera sostenible sin promover un cambio transformador en nuestra forma de ver la economía? Considerar la diversidad biológica solamente desde la perspectiva de la prestación de servicios sin darle la atención suficiente a su valor intrínseco, ha sido hasta ahora poco razonable. Poco razonable desde el punto de vista ecológico, pero también desde el punto de vista económico y social.

Por ello no deja de ser importante tomar también en cuenta el llamado “Protocolo de Nagoya”, adoptado en la décima reunión de la Conferencia de las Partes en la ciudad japonesa de Nagoya en 2010. Su objetivo es alcanzar la distribución justa y equitativa de los beneficios que surgen de la utilización de los recursos genéticos, contribuyendo así a la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad. Solamente si se toma en serio este objetivo podremos hablar de resultados tangentes en la COP16.

La dimensión ética

Al interactuar con nuestra biodiversidad lo hacemos basados en fundamentaciones ecológicas, económicas y éticas. Una fundamentación puramente ecológica nos indica, en un abordaje fundamentalista, que la naturaleza tiene un valor intrínseco, independiente de nosotros como seres humanos. El otro extremo, la fundamentación económica ve a la biodiversidad como en tanto que valor de cambio, es decir sujeto a la dinámica del mercado. La fundamentación ética va más allá. En tanto que la filosofía nos dice lo que puede ser y el porque debería ser de una forma y no de otra, las otras fundamentaciones se refieren a lo que es y podría ser. No son excluyentes sino complementarias estas tres dimensiones, sin embargo, solamente la dimensión ética puede darnos el norte que necesitamos al vernos a nosotros mismos como parte de ese entramado complejo llamado vida sobre la tierra, existencia en el universo.

La interrelación entre estas tres fundamentaciones solo puede ser comprendida en su contexto histórico. El abordaje ético del racionalismo cartesiano, miraba la naturaleza y con ella la diversidad biológica como algo externo al sujeto pensante y que estaba allí para ser ser dominado. Desde esta perspectiva, el valor intrínseco de la naturaleza se ve subordinado a la voluntad del “sujeto pensante.” La consecuencia de ello es lo que Horkheimer denominaba la “razón instrumental”. Es recién con la obra de Hans Jonas, cuando se cuestiona de manera fundamental este abordaje y la razón instrumental es sustituida por una ética basada en el principio de responsabilidad que reconoce el valor intrínseco de la naturaleza.

Jonas nos invita a reflexionar de una manera radical en torno a las diversas escalas de la responsabilidad vinculando la misma con la noción de poder. En tanto que correlato del poder, la clase y la magnitud de la responsabilidad está en relación directa con la clase y la magnitud del poder. “Cuando el poder y su ejercicio alcanzan ciertas dimensiones -afirma Jonas – no sólo cambia la magnitud de la responsabilidad, sino que también se produce un cambio cualitativo en su naturaleza, de modo que los actos del poder producen el contenido del deber; éste es, esencialmente, por lo tanto, una respuesta a lo que acontece”. De allí que la dimensión ética esta vinculada directamente con la dimensión política de la protección de la diversidad biológica.

Partiendo de que la ética se define como la teoría de la moral, una ética de lo ecológico no se queda en el valor propio e intrínseco de la naturaleza. La ética de la naturaleza se refiere más bien la interacción de los seres humanos y su impacto en la naturaleza entendida como aquello que incluye también los elementos no humanos. En su enfoque de las capacidades Martha Nussbaum, por su parte, resalta la capacidad del ser humano de vivir en estrecho vínculo con los animales, las plantas y la naturaleza como el fundamento de la felicidad. Este es, de hecho, un enfoque opuesto al utilitarismo en el cual la naturaleza no posee un valor intrínseco. Para Nussbaum los animales son más sujetos de derecho y menos sujetos de cuidado y compasión. Una vez determinada la viabilidad argumentativa del enfoque de Nussbaum, seres incapaces de pactar un contrato, pueden ser incluidos dentro de la comunidad política. Para lograr esto es necesario, sin embargo, vincularlos a la noción de ecosistemas de los cuales depende la vida humana misma.

Referencias

DiBio. (2017). Estrategia Nacional de Diversidad Biológica y Plan de Acción 2018-2022. Dirección General de Biodiversidad (Mi Ambiente). Tegucigalpa, Honduras.

Jonas, H. (1995). El Principio de Responsabilidad: ensayo de una ética para la civilización tecnológica. Barcelona: Herder.

Kolbert, E. (2012). La sexta extinción: Una historia nada natural.

Lang, M. (2024). ¿Paz con la naturaleza? La COP16 de Cali y la defensa de la biodiversidad, Nueva Sociedad

Nussbaum, M. (2007). Las fronteras de la justicia: consideraciones sobre la exclusión, Paidos, Barcelona.

WWF (2024). Living Planet Report 2024

  • Doctor en Economía e investigador del Instituto SUEDWIND de Bonn, Alemania. especializado en desarrollo y deuda externa, y ha realizado estudios para el EDD en África y América Latina Ver todas las entradas

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