¿Puede la inteligencia artificial superar las barreras de la desigualdad?

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Camila Cassis e Teresa De Bastiani / Latinoamerica21

En una sociedad más conectada que nunca, ¿estaremos todos alfabetizados digitalmente? En Brasil, donde los pagos masivos se realizan a través de PIX, las tele-consultas médicas son cada vez más populares, donde los números de trabajadores de aplicaciones, como repartidores y conductores, sólo suben, y donde el uso de herramientas de Inteligencia Artificial está creciendo, este parece ser el próximo destino en el horizonte tecnológico.

Sin embargo, según una encuesta realizada por el Instituto Market Analysis Brasil, el 36% de la población nunca ha oído hablar de la herramienta de Inteligencia Artificial (IA) más popular en la actualidad, ChatGPT. Además, el 40% de los brasileños no siente la necesidad de herramientas de IA en su vida diaria. Entre ellos, el 53% tiene poca o ninguna educación y el 36% pertenece a clases sociales de bajos ingresos. También según datos de la última Encuesta Nacional por Muestra de Hogares – PNAD Continua, 24 millones de brasileños nunca han accedido a Internet. La mayoría de ellos se encuentran en zonas rurales, en las regiones Norte y Nordeste del país. Estos grupos se identifican como «analfabetos digitales», ya que no están familiarizados con las tecnologías de inteligencia artificial ni siquiera con Internet.

En un escenario tecnológico en el que se discute cada vez más la creación de datos sintéticos mediante Inteligencia Artificial Generativa y su uso en estudios de opinión pública, ¿cuál es el impacto de este importante sector de la población digitalmente excluida? ¿Lo digital sería capaz de predecir, simular o incluso influir en los comportamientos y opiniones de quienes sólo participan en el mundo analógico?

Un experimento reciente del estudio World Values Survey (WVS) realizado en Brasil por los profesores Henrique de Castro y Daniel Capistrano demostró la dificultad de los algoritmos de IA para crear datos sintéticos que representen a la población con menor educación y perteneciente a clases sociales más bajas. Así, vemos que es precisamente la población menos educada, con menores ingresos, la que más desafía las capacidades de predicción de la IA. Los llamados “analfabetos digitales” son también, por tanto, aquellos “indomables” por la tecnología, impredecibles a los datos sintéticos.

Las implicaciones de este fenómeno son profundas y, en cierto modo, paradójicas. En una sociedad cada vez más monitoreada y en la que se intenta controlar y moldear opiniones a través de preferencias anticipadas o construidas artificialmente mediante algoritmos de IA, es precisamente entre quienes tienen menos educación y menores ingresos donde la influencia de estas tecnologías encuentra mayor resistencia. Estos individuos, a menudo excluidos de las muestras de investigación y menos presentes en las plataformas digitales, siguen siendo más «invisibles» para los algoritmos y desafían la capacidad predictiva de la investigación.

A medida que la tecnología avanza y se vuelve más sofisticada, aquellos que se encuentran al margen de este avance pueden convertirse en verdaderos agentes invisibles del cambio, influyendo decisivamente en la dirección política y social del país, especialmente en una sociedad polarizada como la brasileña, en la que 2 millones de votos decidieron la última disputa presidencial.

Sin embargo, aunque están menos influenciados por la tecnología, estos grupos no son inmunes a la manipulación. Otros medios tradicionales de influencia, como la televisión, los líderes religiosos y los líderes locales, todavía ejercen una influencia significativa y pueden moldear opiniones de manera efectiva, a menudo compensando la falta de impacto directo de los medios digitales.

Uno de los vectores de influencia a considerar también hoy en día es Internet a través de la televisión. La televisión es actualmente el segundo medio de acceso a Internet para los brasileños (el 47,5% la utiliza), superando, por primera vez, al ordenador personal (el 35,5% la utiliza). Con el auge de los servicios de streaming, los canales de YouTube y los podcasts, cabe preguntarse: ¿son estos contenidos digitales, vistos por televisión, los formadores de opinión de una sociedad con una alfabetización digital parcial? Esta pregunta es fundamental para comprender la dinámica del consumo de información y la formación de opiniones en diferentes segmentos de la población.

Es necesario ampliar el debate sobre la vigilancia y el control social mediante la IA. La idea de que es posible un seguimiento completo de la sociedad puede resultar ilusoria si no consideramos las limitaciones inherentes al alcance de la tecnología. La resistencia natural de los segmentos menos conectados puede servir como recordatorio de que la diversidad y la complejidad humanas siempre encontrarán maneras de manifestarse, incluso en un mundo cada vez más digitalizado. Este aspecto debería ser central en cualquier debate sobre el futuro de la tecnología y la sociedad.

Esta situación abre espacio para cuestionar el papel de la tecnología en nuestra sociedad y la necesidad de políticas inclusivas. Es esencial que las políticas públicas y privadas sobre IA consideren a estos grupos marginados, no solo como un desafío a superar, sino como una oportunidad para un enfoque más equitativo e inclusivo. La inclusión digital debe verse como un derecho fundamental, necesario para la plena participación en la sociedad contemporánea.

Para que la inclusión digital se convierta en una realidad integral, se necesita un esfuerzo concentrado que vaya más allá de la mera disponibilidad de tecnología. Es imperativa una inversión significativa en infraestructura, educación y formación. Las zonas rurales y las regiones Norte y Nordeste de Brasil, que sufren el mayor déficit de conectividad, necesitan iniciativas específicas que fomenten la expansión de la red de Internet de alta velocidad. Además, la educación digital debe integrarse en los planes de estudio escolares desde los primeros grados, asegurando que las nuevas generaciones desarrollen habilidades tecnológicas desde una edad temprana. Los programas de alfabetización digital para adultos también son esenciales para permitir que la población utilice las herramientas digitales de manera efectiva.

Además de promover una sociedad más igualitaria y participativa, es crucial que este acceso sea también crítico y reflexivo. La educación digital no debe centrarse sólo en las habilidades técnicas, sino también en desarrollar una comprensión crítica de la tecnología y sus impactos sociales, éticos y políticos. Esto incluye enseñar cómo identificar y combatir la información errónea, comprender las implicaciones de la privacidad y la seguridad en línea y reflexionar sobre el papel de las grandes corporaciones tecnológicas en nuestra vida cotidiana. Al fomentar un enfoque crítico, garantizamos que los ciudadanos no sean meros consumidores pasivos de tecnología, sino agentes activos que pueden cuestionar, influir y dar forma al desarrollo tecnológico de una manera consciente y ética.

Un enfoque crítico también implica crear conciencia sobre los sesgos inherentes a las tecnologías de inteligencia artificial y la importancia de una representación justa en los datos utilizados para entrenar estos sistemas. Por ejemplo, las herramientas de inteligencia artificial que utilizan como fuente textos que consagran prejuicios raciales o lógica sexista reproducirán estos sesgos como sabiduría convencional. Sin esta conciencia, se corre el riesgo de perpetuar las desigualdades existentes y crear nuevas formas de exclusión. Por lo tanto, las políticas públicas y las iniciativas educativas deben incluir debates sobre la ética en la tecnología, promoviendo una cultura del cuestionamiento y la rendición de cuentas. Al empoderar a la población para que piense críticamente sobre la tecnología, no solo empoderamos a las personas, sino que también fortalecemos la democracia, garantizando que la evolución digital sea inclusiva, justa y se refleje críticamente en la sociedad.

Camila Cassis tiene graduación en Historia y Ciencias Sociales con posgraduación en Ciencia Política (Unicamp) y es analista de investigación de Market Analysis, consultora de opinión pública con sede en Brasil.

Teresa De Bastiani es licenciada en Ciencias Sociales por la UFSC (Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil) y analista de investigación de Market Analysis, consultora de opinión pública con sede en Brasil.

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