Por: Efraín Bu Figueroa
La aspiración inveterada del pueblo hondureño es tener una Corte Suprema de Justicia, verdaderamente independiente e integra. Dicha aspiración es muy deseable pero poco probable en las circunstancias actuales.
Independientemente del buen trabajo que muchos afirman realizo la Junta Nominadora, no lo sabremos hasta ver el desempeño que nos brinde la nueva Corte Suprema, que se seleccionara de los 45 finalmente nominados; pues se sabe ya, que tanto para elegir a los nominadores como a los nominados se estuvieron moviendo sectores de interes dentro de los gremios nominadores y subsiguientemente en el proceso de la nominación.
El realismo político nos hace concluir que, la elección de la nueva Corte sigue el patrón de los cuatro procesos previos donde el factor partidario terminó imponiéndose en el poder legislativo, un ente eminentemente político.
Pero ¿porque no es posible una Corte Suprema independiente tal como lo establece la Constitución? es simple; en Honduras carecemos de una clase política con la suficiente conciencia patriótica para elegir una Corte como la que anhelamos los hondureños, pues si así fuera, se escogerían a los primeros quince puestos entre mujeres y varones que alcanzaron los puntajes mas elevados, es decir, que la competencia sea entre lo mejores profesionales y no entre partidos.
Desde que este proceso comenzó y mayormente ahora que el listado de los 45 llego al Congreso, se politizo, alejándose de las calificaciones profesionales, el debate se centro en cuotas de poder, es decir, numero de magistrados según filiación partidaria, de acuerdo a la carga electoral, reflejada en el numero de diputados de los partidos en la cámara legislativa; y en esa etapa se encuentra la escogencia; en un tira y encoge, donde están emergiendo negociaciones opacas entre los sectores determinantes de esta elección.
Ello revela cristalinamente, que los méritos no son la prioridad, predomina el sesgo partidista, ¿por qué? la razón en que los partidos quieren asegurarse de que sus representados en la Corte Suprema respondan a los intereses no del pueblo, sino de cada una de sus organizaciones o grupos dentro de sus respectivos partidos o a grupos de poder factico con los cuales esos partidos tienen compromisos de diversa índole.
Hasta ahora, se ha fracasado en tener una Corte Suprema confiable y eficiente que fortalezca el Estado de derecho y la administración de justicia. Ello obliga a encontrar nuevas metodologías de nominación y selección que resulten de reformas estructurales de ese proceso y el andamiaje jurídico que lo sostiene.
Es un desafío y hay que Identificar el punto sensible donde se asienta la fácil manipulación política, sobre todo cuando las nominaciones llegan al Congreso Nacional, para debilitar esa burda y anodina forma de seleccionar magistrados basado ecuaciones partidarias y no méritos y experiencia, para ello habrá que comenzar, por modificar algunos artículos constitucionales y la elección de los diputados, separándola de la elección presidencial, con el propósito de darles mas autonomía respecto a sus partidos y puedan discernir y decidir con mayor flexibilidad e independencia en temas trascendentales como el que hoy nos ocupa, acorde a los intereses de la población hondureña.
En el largo plazo y con la esperanza que la cultura y madurez llegue algún día a los políticos de nuestro país; el objetivo deseable, podría ser realidad.