Por: David Malpass
WASHINGTON, DC – La biodiversidad de la Tierra y los servicios brindados por los ecosistemas saludables están bajo una enorme presión generada por el cambio climático y el desafío de sustentar a ocho mil millones de personas de manera sostenible. Los servicios de los ecosistemas fundamentales -como la madera de los bosques, los polinizadores y la pesca marina- deben conservarse y cuidarse. Sin embargo, se están erosionando a pasos acelerados. La Conferencia de Naciones Unidas sobre Biodiversidad 2022 (COP15) en Montreal este mes ofrece la posibilidad de desarrollar la visión compartida de vivir en armonía con la naturaleza que tiene la humanidad.
La biodiversidad es un objetivo importante para los programas del Grupo Banco Mundial. Pero para revertir su pérdida, las decisiones económicas deben tener en cuenta a la naturaleza. Es por eso que estamos trabajando para ayudar a los países a integrar a la naturaleza en sus modelos de crecimiento económico, sus planes de desarrollo y sus agendas climáticas. Esto implica implementar políticas que consideren el valor económico real de la naturaleza, crear instituciones que respalden a la naturaleza, desarrollar alianzas público-privadas para sustentar ese objetivo y movilizar finanzas de todas las fuentes para transformar las economías y las políticas -yendo mucho más allá de intervenciones aisladas.
La pesca es un buen ejemplo de por qué la naturaleza es importante para el crecimiento y el desarrollo. A nivel global, las poblaciones de peces están disminuyendo, debido a la triple amenaza del cambio climático, la sobrepesca y la contaminación. Si seguimos haciendo las cosas como hasta ahora, el mundo podría perder hasta el 25% de las capturas de peces para fines de siglo. Esto debería preocuparnos a todos, por varios motivos.
Primero, ya estamos enfrentando una de las mayores crisis de seguridad alimentaria en la historia moderna. Como los peces son un componente dietario importante para 3.300 millones de personas, una oferta reducida exacerbará las crisis alimentarias ahora y en el futuro. Los peces son ricos en nutrientes que son particularmente importantes para el desarrollo infantil y son una fuente de proteínas especialmente valiosa para los pobres, porque son más fáciles de obtener y más baratas de preservar que otras fuentes. Por lo tanto, los peces aportan el 50% o más de la ingesta total de proteína animal en Ghana, Mozambique y Sierra Leona. Asimismo, una escasez de peces afectará a toda la cadena alimentaria, porque los productos de la pesca son componentes importantes de otros alimentos, entre ellos los alimentos para ganado.
Segundo, en tanto los peces se vuelvan más escasos o migren a aguas más frías y más profundas como consecuencia del cambio climático, muchos pescadores se verán obligados a recorrer más distancias para atraparlos, a cambiar la manera en que pescan o a encontrar nuevos empleos. Muchos no podrán adaptarse. Entre los 38 millones de personas a nivel global que están empleadas directamente en la pesca, las más vulnerables serán las más afectadas. Esto incluye a las comunidades pesqueras de pequeña escala, que muchas veces se encuentran en zonas alejadas que ya están afectadas desproporcionadamente por el cambio climático. Las mujeres, que representan el 50% de los empleados en la cadena de valor más amplia de los alimentos acuáticos, también se verán afectadas significativamente. A quienes tienen escasa educación formal les resultará difícil encontrar sustentos alternativos.
Tercero, el impacto de estas amenazas aumentará con el tiempo. Las poblaciones de peces no respetan las fronteras internacionales. Sin las regulaciones y los incentivos apropiados, las flotas seguirán maximizando sus capturas en el corto plazo y la sobrepesca por parte de las economías importantes se extenderá mucho más allá de sus aguas territoriales. Si todos los países hacen esto, un problema que ya es malo se volverá mucho peor. Hace cincuenta años, alrededor del 10% de las poblaciones de peces globales se pescaban a niveles biológicamente insostenibles, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Hoy, esa cifra ha aumentado al 35%. Si bien muchos países se verán afectados, las comunidades más pobres serán las que saldrán más perjudicadas.
Frente a estos desafíos, los esfuerzos de conservación que simplemente frenan la pérdida de naturaleza ya no son suficientes. Lo que necesitamos, más bien, es revertir la caída, lo que implica cambiar la manera en que producimos y consumimos.
Una estrategia es invertir en soluciones basadas en la naturaleza que protejan a la naturaleza y al mismo tiempo respalden el desarrollo económico, creen sustentos y ayuden a los países a mitigar el cambio climático y adaptarse a él. Consideremos los manglares, que son ricos en diversidad, actúan como zonas de reproducción para los peces, protegen a más de seis millones de personas de inundaciones anuales y absorben las emisiones de carbono. Se estima que tienen una riqueza económica valuada en 550.000 millones de dólares. Otro ejemplo es el cultivo de algas marinas, que tiene el potencial de crear empleos, aliviar la inseguridad alimentaria y absorber carbono.
El Grupo Banco Mundial está trabajando en muchos frentes para ayudar a los países a reconocer tanto el valor de la naturaleza como los riesgos que implicaría perderla. Al trabajar muchas veces a través de los Ministerios de Finanzas, ofrecemos financiamiento, conocimiento, asesoramiento en materia de políticas y capacidad técnica para movilizar socios detrás de soluciones basadas en la naturaleza. Con nuestro respaldo, los países están identificando nuevas intervenciones prometedoras que se pueden replicar y escalar.
Por ejemplo, al involucrar a diferentes partes interesadas en la planificación marina, Vietnam está reduciendo los conflictos por el uso de recursos en diferentes sectores. En China, estamos trabajando con las municipalidades de Chongqing y Ningbo para reducir la cantidad de plástico marino que llega al océano por efluentes fluviales, desarrollando proyectos previos que ayudaron a crear capacidad de tratamiento de aguas en China. Al aplicar tecnologías como satélites y drones, estamos ayudando a Tanzania y a otros países a obtener datos en tiempo real sobre la degradación costera y marina, de manera que puedan tomar medidas para impedirla. Y a través de instrumentos financieros innovadores como los créditos de carbono azul, Ghana apunta a recuperar 3.000 hectáreas de manglares y generar más financiamiento privado.
Estamos trabajando para expandir esfuerzos como estos. Los objetivos de corto plazo incluyen más financiamiento para proyectos en países pobres, un rol más relevante para el sector privado y una acción coordinada de las comunidades locales y de los gobiernos nacionales. Pero si queremos frenar la pérdida de diversidad, es mucho más lo que hace falta hacer, tanto de nuestra parte como de parte de la comunidad global.
*David Malpass es presidente del Grupo Banco Mundial.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas