Por: Helen Humaña
En Argentina, el “Informe Sábato”, registra secuestros, torturas y asesinatos cometidos por los regímenes militares en la década del setenta. En México, la Masacre de Tlatelolco, en los años sesenta, ha sido objeto de múltiples libros, documentales y películas.
En Guatemala, en el atrio de la catedral metropolitana, se levantan unas columnas en donde están escritos los nombres y apellidos de familias enteras que fueron asesinadas, sobre todo, en la década del ochenta. También el Arzobispado de Guatemala patrocinó un informe que, en varios volúmenes, da cuenta, con nombre, fecha y día en que ocurrieron las graves violaciones del derecho a la vida.
En cada caso, las acciones no han perseguido la venganza. Tampoco, sembrar el odio o cultivar el resentimiento. Se ha perseguido documentar los hechos como base de una objetiva interpretación de la Historia. Esto, por una sencilla razón: La historia es la gran maestra de la humanidad como se dijo desde tiempos de Herodoto en la antigua Grecia. La historia, maestra de la Humanidad. Es decir, la que da lecciones de vida. La que enseña e ilustra para que no se vuelvan a repetir errores. Frente a ello, es oportuno preguntarse: ¿Ha ocurrido así en Honduras? ¿Hay estudios perfectamente documentados sobre varias acciones de exterminio masivo?
En reciente ensayo, Darío Euraque habla de un “silencio historiográfico profundo” con relación a la masacre ocurrida en San Pedro Sula el 6 de julio de 1944. Hasta el sol de hoy, no existe un estudio pormenorizado de ese lamentable y doloroso episodio. Dos o tres líneas, dos o tres páginas sin entrar al análisis y a la interpretación de sus causas, y circunstancias. ¿De dónde partió la orden? ¿Quiénes la ejecutaron? ¿Cuántos, en verdad, murieron acribillados? Tampoco existe un libro que no deje lugar a dudas sobre lo que ocurrió en la comunidad garífuna de San Juan aquí en la Costa Norte en 1937. ¿Y las horribles hecatombes carcelarias? ¿Y las actuales y casi cotidianas en las principales ciudades del país?
Pero no solo los historiadores han hecho mutis. La conspiración del silencio también fue parte del actuar de la prensa escrita y radiofónica en 1944, política continuada hasta nuestros días como ocurrió durante el golpe de Estado de 2009. Un fenómeno de compra-venta de voluntades que sigue incólume en la actualidad. La historia perversamente se repite. Hay, también, un tercer silencio: el del ciudadano común y corriente, el de las amas de casa, el de los profesionales, el de los catedráticos universitarios…
Silencio historiográfico. Silencio mediático. Silencio ciudadano. Pero existe también, un cuarto silencio: el silencio literario. Es decir, el de los artistas, los narradores, los poetas, los teatristas… En el campo que a mí me corresponde, no he encontrado grandes poemas que registren la acción que en esta oportunidad nos convoca. Tampoco la novela histórica lo ha recogido.
¿Por qué ese silencio? Un signo inquietante que tiene varias respuestas. La intensidad represiva de regímenes que, a sangre y fuego, han puesto valladares a la expresión de lo que realmente se piensa y siente. Tergiversación de la información que tiene múltiples formas de manipularse.
Pero también está algo que quizá es mucho más grave: con sus salvajes métodos de exterminio, los gobiernos dictatoriales han internalizado un miedo profundo que paraliza las conciencias. Por el miedo se evita proferir palabras comprometedoras y se frustra o detiene la acción política consciente.
La impune represión y el imperio del miedo. Pero también hay que recordar, la compra-venta de conciencias. El dinero que, a raudales, silencia la conciencia. Factores que solos o combinados configuran un cuadro de ocultamiento, olvido y desmemoria.
No obstante, no todo es negativo. Siempre surgen voces que van dejando indicios y son como luces de bengala que señalan el camino. Así, en el nivel poético, uno de los pocos casos que se dio es el de Víctor Ardón, quien, desde el exilio en Guatemala, escribió, entre otros, los siguientes versos. Fueron escritos hace cincuenta años. Pero si los escuchamos con atención bien las podría haber firmado un escritor en 1985. O en el fatídico 2009 que todos recordamos o el 3 de marzo cuando se segó la vida de Berta Cáceres y de otros dirigentes de las organizaciones indígenas y campesinas: Oigamos los versos de Víctor Ardón (m. en 1976).
¡Es noche en Centro América! Honduras
duerme, bajo una noche terrible, sin aurora!
El cementerio crece! ¡Las cunas están tristes!
[…]
Cruzan torvos sayones armados de pistola…
Un grito en las tinieblas
Y los sayones vuelan
Suena golpes y suena un cuerpo desplomado…
Los sótanos se llenan, y sigue la tortura
porque los gritos siguen:
[…]
No pueden acallarlos, pistola ni machete…
Y es noche, noche aciaga, la de mi amada Honduras.
Catorce años de bárbara contienda:
una cuadrilla, armada hasta los dientes,
contra un pueblo sin armas, arrogante,
que no se rinde. ¡Pueblo de valientes,
abandonado de Cartas y Tratados,
con sus propios verdugos concertados
por quienes dicen perseguí ideales,
y llevaron banderas de esperanza,
cuando rugía la muerte por doquiera!
Y, ¡Oh. Señor! después de la matanza,
¿qué se hicieron, derechos y bandera?
¡Hogares enlutados!
¡Niños sin padre!
¡Madres sin marido!
¡Hermanas sin hermanos!
Y en América quedaron los tiranos.
celebrando victoria…
¡Siguen, hoy como ayer, los réprobos mandando!
¡Paz y progreso!, gritan. ¡Democracia!
Bendita Paz, y Libertad regida….
Reconstrucción. Historia. Nueva Historia.
Así llaman a su obra los cuitados…
Calígula, ¿dónde está? Nerón, ¿qué se hizo?
Esa historia comienza allá en la selva,
pero la llaman “nueva” ¡Trogloditas!
Para concluir, permítanme traer a este recinto las frases con las cuales Ernesto Sábato concluyó el prólogo del Informe sobre la represión en Argentina. Con ellas, señaló caminos indispensables para romper el silencio. Que sus palabras también sirvan para hacernos reflexionar sobre las auténticas motivaciones que tuvieron los organizadores de este acto conmemorativo y de homenaje a las víctimas de la masacre del 6 de julio de 1944. Tal vez, reavivando el recuerdo, se rompa –mediante actos y palabras – este silencio y esta opresión que tanto envenenan la atmósfera que respiramos.
En el célebre prólogo, el maestro argentino sentenció:
Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el periodo que duró la dictadura […] servirá para hacernos comprender que únicamente la sana actividad política y la democracia son capaces “de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Únicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado”.
Guatemala, 1 de julio de 2016
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas