Tomado de diario El país.es
En una conversación con EL PAÍS en 2015, el candidato a la vicepresidencia recordó el efecto transformador del año que pasó enseñando con jesuitas en Centroamérica
Cuando llegó a Honduras en 1980, Tim Kaine tenía 22 años y era un estudiante que nunca había salido de Estados Unidos, un muchacho de la gélida Minnesota que por primera vez descubría el Tercer Mundo. Los nueve meses que pasó en El Progreso, el pueblo donde ejerció de maestro de escuela con misioneros jesuitas, le transformaron.
Hoy Kaine, uno de los senadores más influyentes en Washington, es el candidato del Partido Demócrata a la vicepresidencia, primero en línea de sucesión de la aspirante a comandante en jefe, Hillary Clinton. Y, aunque sus antepasados no sean latinoamericanos, es uno de los políticos más latinos en Washington, capaz de empatizar y comunicarse como pocos con la minoría más pujante de EE UU.
Muchos de los más millones de inmigrantes y descendientes de inmigrantes latinoamericanos ven con temor la posibilidad de que el republicano Donald Trump llegue a la Casa Blanca. Trump ha hecho de la criminalización de los inmigrantes indocumentados uno de los argumentos centrales de su campaña.
Kaine es el anti-Trump. En junio de 2013, el candidato a la vicepresidencia rompió esquemas al leer un discurso en el plenario del Senado en español. Según los registros parlamentarios era la primera vez que un senador hablaba en la lengua de casi cuarenta millones de latinos. Su español es fluido, como ha podido constatar EL PAÍS hablando con él.
“¿Cumbre es summit?”, preguntó durante una conversación telefónica en abril de 2015, en vísperas de la Cumbre de las Américas en Panamá.
“Pienso cada día en mi tiempo en Honduras”, dijo entonces Kaine, que, antes que senador, fue gobernador de Virginia y presidente del Comité Nacional Demócrata. “Cada día pienso en las lecciones de mis amigos de allí”, añadió. “Fue una de las dos o tres decisiones más importantes de mi vida”.
En Honduras Kaine conoció a Jarrell Patrick, un sacerdote estadounidense conocido como el padre Patricio. El padre Patricio le llevaba de pueblo en pueblo, donde celebraba misas en altares improvisados, según explicó The Washington Post en un artículo que dedicó en 2005 a Kaine, que entonces era candidato al cargo de gobernador de Virginia. Una vez, después de visitar a una familia con cuatro hijos que presentaban signos de malnutrición, y cuando estaban despidiéndose, el padre de la familia les dio una bolsa con comida. El padre Patricio aceptó el regalo. Tim Kaine no entendió por qué Patricio aceptaba comida de una familia que tenía dificultades alimentar a sus hijos. “Tim”, le dijo Patricio, “realmente hay que ser humilde para aceptar un regalo con comida de una familia tan pobre”. No ha olvidado la lección.
“Para mí fue un desafío entender que la gente podía vivir en esta pobreza”, dijo en la citada conversación. “Mi fe ya era católica antes, aunque muchas veces no iba a la misa en domingo. La fe de la gente allá, en medio de una situación social muy difícil, fue una gran lección para mí”.
A Kaine se le ha definido como un católico de Francisco. Conecta con las ideas de justicia social y compasión con los inmigrantes del papa Bergoglio. Francisco chocó con Trump después de criticar su propuesta de construir un muro entre México y Estados Unidos.
No es insólito que un político estadounidense hable abiertamente de su religión, como hace el devoto Kaine. Los límites entre lo público y lo privado, en este ámbito, son más tenues que en otros países. Tampoco es insólito que un político de centroizquierda como Kaine sea religioso. Lo atípico aquí es ver a un político abiertamente agnóstico o ateo. Hasta hace unas décadas, el voto católico en EE UU fue demócrata: los católicos eran los inmigrantes de clase trabajadora de origen italiano, polaco o irlandés.
Ahora el voto católico, que cada vez es más latino, está repartido. Entre los latinos católicos, el 77% apoya a Clinton en las elecciones presidenciales de noviembre, y el 16% a Trump. Entre los católicos no latinos, el 50% apoya a Trump y el 46% a Clinton, según datos del Pew Research Center. El actual vicepresidente, Joe Biden, también es católico. Sólo un presidente, John F. Kennedy, ha pertenecido a esta confesión. ¿Será Kaine el segundo? Dicen que todo senador, cuando se mira al espejo, ve a un presidente.
El nombre de Kaine ya sonó en 2008 como candidato a la vicepresidencia con Barack Obama. Y llevaba tiempo circulando como posible compañero de ticketelectoral de Hillary Clinton.
“Estoy seguro de que estaré con Hillary Clinton el día de la inauguración [presidencial]”, dijo en 2015. “Pero ese día me sentaré con los senadores”. Si elticket Clinton-Kaine gana, el vaticinio se incumplirá.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas