Por: Engels López*
“No existe la democracia efectiva si un verdadero poder crítico” Pierre Bourdieu, 1998
Consideraciones previas
El pasado mes de julio las autoridades universitarias y el movimiento estudiantil universitario (MEU) firmaron un acuerdo que permitió dar paso al proceso de diálogo. Con el acuerdo, el MEU le arrebato a las autoridades elementos importantes que por más de diez años han determinado la dinámica del actual proceso de reforma universitaria y, además, ofreció una lección de indignación y esperanza a los sectores progresistas en un país donde la dinámica sociopolítica se caracteriza por la militarización del espacio público, practicas anarco-políticas de las personas que dirigen las instituciones del Estado y la reproducción de un fascismo societal hacia los jóvenes que irrumpen el espacio público para demandar sus derechos.
Con la firma del acuerdo, se llegó a una serie de pactos entre las autoridades y los estudiantes. El acuerdo establece que la comunidad universitaria, mediante trabajo sectorial, realizaran análisis de las normas académicas encaminadas a proponer mejoras o la construcción de nuevas normas; la celebración de elecciones estudiantiles antes los órganos de gobierno universitario con el objetivo de que los estudiantes cuenten con participación estudiantil legitima; la suspensión de artículos lesivos, mientras se construyan nuevas normas, que ponen en detrimento el sentido público de la educación universitaria; cese a los procesos de judicialización hacia estudiantes, sanciones a miembros de la comunidad universitaria; y la instalación de la mesa de monitoreo y verificación de los acuerdos del diálogo.
Los acuerdos y el hermetismo de las autoridades
En los últimos años la dinámica el proceso de reforma universitaria se ha caracterizado por el cierre de todos los espacios de participación, y en contraposición a los procesos de democratización de la universidad se ha impuesto una lógica tecnócrata representada en los grupos de poder que dirigen la universidad. Estos sectores (intelectuales, académicos y políticos), a través del secuestro de la institucionalidad, han acaparado la dinámica política y académica de la universidad con el objetivo de resguardar y reproducir sus intereses individuales y organizativos.
El actual proyecto de universidad, que más que una reforma es un experimento, busca legitimar el orden societal bajo formas de dominación simbólica(culturales, políticas, económicas), mediante la formación profesional de estudiantes consumidores en detrimento de la construcción de ciudadanía; en los últimos años la universidad ha sido concebida como una plataforma por la cual se canaliza cientos de millones de dólares de la cooperación internacional (proyectos de investigación y vinculación) que desplazan a la universidad de su proyecto de liberación enjaulándola en un proyecto asistencialista y un proyecto político de universidad, que en un espacio privatizado de educación superior, profundiza y reproduce las desigualdades que retratan el actual paisaje de país, convirtiéndose cómplice de la desatención de los problemas públicos de la sociedad hondureña.
La universidad, bajo esa lógica de modelo y proyecto, su funcionamiento es muy parecido al de una ONG. Las autoridades universitarias defienden “su proyecto” bajo un modelo organizativo burocratizado que posterga el desarrollo académico en la universidad; practicas institucionales enmarcadas en criterios de eficiencia y eficacia que responde a lineamientos de la internacionalización de la educación superior; poder centralizado en manos de rectoría y vice rectorías que reproducen prácticas autoritarias y conservadoras; y en donde la universidad es vista como una empresa que presta servicios educativos y que sus resultados son medidos, no por el cumplimiento de sus funciones como institución pública, sino por calidad de sus servicios bajo el esquema de competencia impulsado en las universidades por los ideólogos del capitalismo académico.
Con el proceso de diálogo no solamente se abre un espacio para avanzar en la democratización de la universidad, se abre un espacio importante para desvelar los problemas estructurales que se esconden detrás del actual proceso de reforma universitaria. Tal y como lo señalaba en la segunda parte de este artículo, es necesario comprender la universidad como un campo de disputa entre los agentes que buscan acceder al capital político y al campo de poder académico que se produce y se reproduce en la universidad.
Partiendo de ese panorama no nos debería de extrañar que las autoridades hayan violado tres de los acuerdos que se ratificaron. El primero, la mesa mediadora sugirió que el retorno a clases fuera una fecha consensuada entre todos los sectores de la comunidad universitaria. Segundo, docentes han sido sancionados por el departamento de recursos humanos por manifestar su respaldo al MEU y algunos procesos de judicialización siguen sin depurarse. Tercero, no se les ha brindado a los estudiantes el apoyo logístico en movilización para desarrollar los procesos de organización estudiantil y análisis de las normas académicas.
Si concebimos la democracia universitaria como ejercicio de poder crítico, y considerando el actual proyecto de universidad que se pone en marcha, ¿Son posibles los procesos de diálogo en la universidad?, ¿A qué responde la falta de voluntad de las autoridades universitarias en respetar los acuerdos?, ¿Es el diálogo una apuesta para darle respuesta a los problemas de la universidad o una deslegitimación a la dinámica del MEU?
Interrogantes, que distintos sectores pronuncian y que sin duda alguna forma parte del juego político y los intereses que históricamente se han cristalizado en la universidad. Lo que no podemos ignorar es que el MEU ha sido capaz de evidenciar la necesidad de un diálogo universitario; los objetivos que se trace y sus apuestas serán de suma importancia para avanzar en la segunda cara que puede desvelar el diálogo: la crisis estructural de la universidad.
El MEU:un movimiento que busca legitimidad en un nuevo ciclo que aprieta
En un reciente artículo, publicado en este espacio, desarrollaba la idea que con la firma del acuerdo de diálogo se cierra una coyuntura que se abrió en el 2014, con los primeros casos de criminalización de protesta estudiantil; se profundiza con la toma de la universidad en julio de 2015 en contra de la tabla de unidades valorativas; y se radicaliza con la toma general de la universidad en junio y julio de 2016. También señalaba que con esa coyuntura se abre un ciclo importante de resistencia estudiantil y que uno de sus grandes logros fue profundizar los procesos de organizaciones estudiantiles en la universidad y reconquistar el espacio público universitario.
Con la firma del acuerdo entramos en un nuevo ciclo de lucha estudiantil el cual se debate por avanzar en los procesos de participación estudiantil (elecciones estudiantiles) y desvelar los problemas estructurales de la universidad (análisis de normas académicas); demandas que en los últimos años han sido parte del discurso de los sectores estudiantiles organizados en la universidad. Al momento de escribir este artículo, el MEU se encuentra en un proceso de organización para desarrollar las elecciones estudiantiles y en el análisis de las normas académicas por unidad académica, centro universitario y centro regional.
En este nuevo ciclo, como todo proceso histórico, los actores se enfrentan a grandes desafíos para poder aprehender los distintos eventos que se suscitan. En este momento la dinámica del MEU se caracteriza por un proceso de construcción que buscar incidir en los espacios de toma de decisión de la universidad, y en la búsqueda constante de elementos que den pistas para avanzar en el posicionamiento político, académico del movimiento y que permita posicionar el proyecto político universitario que los sectores estudiantiles organizados tendrán que impulsar en los próximos años en la universidad.
Este nuevo ciclo también está representando desafíos que el MEU tendrá que valorar para lograr su legitimidad en esta nueva fase de su apuesta como movimiento. ¿Cual deberán ser las formas de resistencia?, ¿Bajo qué cimientos deberá de sustentarse la construcción de la utopía estudiantil en la universidad?, ¿A que hay que apostarle en el corto, mediano y largo plazo?, son algunas de las preguntas que pueden dar luces sobre las bases que tiene que fortalecerse el movimiento.
A modo de cierre
Más allá de los problemas con el incumplimiento de ciertos acuerdos nos encontramos en un ciclo importante de ejercicio democrático con poder crítico, que puede permitir avanzar en los procesos de democratización de la universidad y sentar las bases para un proyecto político que resguarde el carácter público y rescate el sentido de responsabilidad social de la universidad.
En un marco de país y de universidad que bloquea los esfuerzos de los sectores sociales por democratizar sus espacios y reinventar la vida pública, el MEU se encuentra con una gran oportunidad de ser la vanguardia que abandere estos procesos y darnos lecciones de que si es posible repensar las formas de resistencias y las formas de concebir el cambio social.
*Engels López
Estudiante de Sociología y Trabajo Social UNAH
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas