Por: José Rafael del Cid*
Las personas honestas rechazan el cinismo, particularmente el de los políticos. Saben que el cinismo daña en proporción al poder de quien lo emplea.
El cuento de la re-elección como “cosa juzgada”, es cinismo puro. Es cinismo de políticos que encoleriza porque rebaja a la generalidad ciudadana al nivel de su enanismo mental y manipulador.
Nuestra Constitución es diáfana en lo referente al tema de la re-elección. Un buen ejemplo es el primer párrafo del Artículo 375: “Esta Constitución no pierde su vigencia ni deja de cumplirse por acto de fuerza o cuando fuere supuestamente derogada o modificada por cualquier otro medio y procedimiento distintos del que ella misma dispone. En estos casos, todo ciudadano investido o no de autoridad tiene el deber de colaborar en el mantenimiento o restablecimiento de su efectiva vigencia”.
Este artículo se alinea con tal deber. Quienes ahora hablan de cosa juzgada inventaron un procedimiento no solo distinto al constitucionalmente dispuesto sino que lo prepararon con ventaja y alevosía. Basta seguir la trama de acontecimientos arbitrarios que precedieron al infausto dictamen de la llamada Corte Constitucional para confirmar la sospecha.
Si por cada ocurrencia o intención de los políticamente poderosos se va a estar inventando procedimientos fuera de ley, mejor abracemos el código de la selva. Que nadie obligue a pagar impuestos o servicios públicos de ninguna clase, ni el de la Renta ni el IVA ni los peajes ni la ENEE ni nada. Derribemos los semáforos, ignoremos las deudas, saltemos los cercos, etc. etc. ¿Qué autoridad moral tiene un gobernante o quienes le rodean para exigir virtudes ciudadanas si ellos son ejemplo de la arbitrariedad y el atropello? Es por esto que nuestra Constitución nos otorga el derecho a la insurrección en caso de que las Autoridades usen la fuerza o procedimientos para soslayar lo prescrito por la Carta Magna (Ver el Artículo 3). La Constitución es un pacto social contra la arbitrariedad, por lo que no será la arbitrariedad la que pretenda modificarla o derogarla.
He aquí otra esta joyita de cinismo y menosprecio a la inteligencia ciudadana: “Voy por la reelección pero mi atención estará volcada a los asuntos del gobierno”. En otras palabras, el Ejecutivo se sacrificará y obedecerá a la petición de abnegados correligionarios, que harán la campaña por él. ¿En qué parte del planeta habrá quien crea semejante candidez? “Me chupo el dedo” se contestará en buen hondureño. Abunda la evidencia mostrando mente y mano del que mueve los hilos del reeleccionismo.
Basta repasar hechos para enterarse que la campaña de re-elección comenzó desde la juramentación de la actual administración de gobierno. El Ejecutivo ha pasado en campaña permanente auxiliado de una buena cantidad de herramientas aviesamente trabajadas, desde el manejo de información de seguridad sobre los trapitos sucios de los adversarios hasta la arquitectura del presupuesto público. Basta echar una mirada al incremento impresionante de los recursos del Programa Vida Mejor (PVM), algo loable en cuanto a la intención que declara, pero deleznable en la forma como se implementa.
En el pasado los bonos, las bolsas, las canastas, obras, etc., procedentes de los programas de asistencia social, fueron pintados de rojo o azul. Los políticos hicieron obra social no en nombre de la solidaridad de los contribuyentes al fisco, lo hicieron a nombre propio, saludaron con sombrero ajeno.
La plata del pueblo reforzó la campaña de culto a la personalidad del mandatario de turno. Con el PVM ¿se ha hecho alguna rectificación a tal práctica corrupta? Neles pasteles, seguimos con más de lo mismo, excepto que ahora es más. Comprendo el afán continuista de muchos empleados públicos. Ellos solo son conscientes o inconscientes instrumentos de la Ley de Hierro de la Burocracia, cual es, su autoperpetuación. Comprendo al Presidente.
El poder es alucinógeno, la corte de subordinados deslumbra al Emperador. Pero ahora, políticos y burócratas, comprendan al ciudadano común. Ustedes tienen un dicho cínico: “Estamos jodidos todos ustedes”. Pero no menosprecien la descarnada verdad de los inocentes.
El emperador está desnudo, esta vez de la legitimidad que rodea la aventura continuista. Los ciudadanos de a pie somos menospreciados al asumir que somos incapaces de leer entrelíneas y adivinar el alcance de las intenciones de los adictos al poder. Como ciudadano de a pie me remito a la lógica de los barrios humildes de nuestra infancia: En la calle o se jugaba la potra de acuerdo a las reglas acordadas o el asunto terminaba en trompadas.
En suma, para muchos ciudadanos la re-elección no es roncha personal contra el Presidente de la República o sus partidarios. Nos oponemos porque eso debió trabajarse antes, bajo el riguroso y honesto apego al Artículo 2 Constitucional que reconoce en el pueblo al verdadero soberano.
Esto quiere decir, que debió haberse trazado una ruta, políticamente consensuada, de consulta amplia y democrática, bien tipo plebiscito o bajo la mediación de una Asamblea Constituyente. ¿Por qué ha sido otro el camino? Es el amañado, cínico y repetido cálculo de los políticos tradicionales para asegurar ventaja a toda costa. A esto y en este caso, la Constitución le llama, simple y llanamente, “traición”.
Y para quitar por mientras el mal sabor de estos temas, les dejo con una anécdota de un político fuera de serie: Un mendigo pide unas monedas a Pepe Mujica, entonces Presidente de Uruguay. “Mirá, monedas no tengo, pero no llorés”. Y acto seguido Mujica sacó y entregó un billete de 100 pesos al mendigo. “¡Quiero que seas presidente toda la vida, Pepe!”, gritó agradecido el mendigo. “¡No! ¡Sos loco vos!”, respondió Mujica mientras terminaba de bajarse de su vieja “cucarachita”.
*Director of Instituto de Investigación de Políticas Públicas, UNITEC, Laureate International University.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas